El aloe vera es rico en vitaminas, minerales, aminoácidos, proteínas, fibra… la lista de propiedades y su alto valor nutritivo hace que se clasifique como un superalimento. Sin embargo, pese a la extensión de esta planta en el sector de la cosmética, todavía hay un gran desconocimiento en el terreno alimentario.
José Enrique Mazuecos cuenta con una producción ecológica de aloe vera de siete hectáreas en la localidad de Alcalá del Río. Su negocio, Vegaloe, echó a andar en 2014 porque “las parcelas pequeñas de cultivos tradicionales dan ya poca rentabilidad”. Mazuecos buscó en la producción ecológica de aloe vera una alternativa al trigo, girasol, maíz o algodón para “diferenciarse” y como una “apuesta de futuro razonable”. Pero contaba con pocos soportes. “Era un producto nuevo, había poca información sobre su cultivo, mantenimiento así como de distribución y puntos de venta”, remarca. Inició, por tanto, un proceso de divulgación: “El boom del aloe viene en 2010 como alimento. Ya se conocían las propiedades dermatológicas, pero no las bondades de su consumo”.
Fue precisamente en ese año cuando en la campiña de Carmona, Andrés López Raya comenzó a combinar la agricultura tradicional con otros cultivos como la lavanda y el aloe vera. Fundó Aloe Vera Las Coronas para, además de producirla ecológicamente, desarrollar distintas líneas de trabajo tanto en el ámbito de la cosmética como en el de la alimentación. “Andrés, que es el alma mater de este proyecto, descubrió el aloe vera como alimento en una feria de producción ecológica en Alemania (Biofach)”, cuenta Lola Cuaresma, responsable de visitas y actividades de Las Coronas.
Tanto atrajo esta planta a López Raya que creó “la primera y la única” asociación de productores transformadores y comercializadores de aloe vera nacional, Asocialoe, para defender sus intereses en el mercado. “El aloe es algo milenario, pero uno de los retos es la falta de información como alimento”, dice Cuaresma.
“Es complicado consumir algo que no te entra por el ojo pese al apoyo científico de sus beneficios”, dice Mazuecos. Y es que el aloe vera es incolora, inodora e insípida. “No es una gamba de Huelva; no es deliciosa”, apunta Cuaresma que, sin embargo, ensalza la capacidad “camaleónica” del producto. “Se mezcla muy bien con otros ingredientes porque absorbe mucho los colores y sabores”.
El aloe vera se puede consumir en fresco o transformado en jugo y se puede añadir a batidos de frutas, macedonias o ensaladas. Así es como lo comercializa Vegaloe, que cuenta con “un público muy reducido, principalmente de consumidores vegetarianos y veganos, que valora mucho el producto”.
Las Coronas lo fabrica en zumo (en formato tetrabrick y cristal) y en taquitos para facilitar su uso. El consumidor puede agregarlos a otros platos como “un ingrediente más” y cuenta con una doble funcionalidad: “ayuda a texturizar los platos y cremas. Por ejemplo, puede sustituir al pan en un salmorejo para aquellas personas intolerantes al gluten. Además, tiene un efecto potenciador natural del sabor”, dice Cuaresma, que resalta que “cualquiera” puede utilizar la hoja de aloe vera aunque, advierte, “hay que saber cómo manipularla”.
El proceso es “sencillo”: tras eliminar la corteza y las espinas laterales hay que lavar la pulpa muy bien para quitarle la aloína, un componente amargo y amarillento que protege a la planta de insectos y animales y que cuenta con una pequeña dosis de toxicidad. Una vez bien enjuagado, la pulpa del aloe vera está lista para consumir.
El aloe vera no se consume por su sabor. Cuaresma reconoce que es un producto para “paladares valientes” y que comienza a estar presente en las cocinas de aquellos “chefs más innovadores” gracias a su versatilidad.
El gran secreto del aloe vera está en sus propiedades regenerativas, antisépticas, gastrointestinales, cicatrizantes y antiinflamatorias. Un combinado que favorece al sistema inmunológico y que para Cuaresma es “un concentrado de salud”. La clientela de Las Coronas es “variada” aunque destacan consumidores con problemas digestivos o en tratamientos oncológicos.
Mazuecos recomienda una dosis diaria de 50-60gr/ml de aloe vera, ya sea en pulpa o en jugo, antes o después de las comidas para ayudar al organismo a eliminar toxinas. Sin embargo, pese a las ventajas de su ingesta este apunta a que “no hay consciencia de consumo” aunque “la palabra aloe vende”.
El titular de Vegaloe denuncia la “ligereza” con la que en el retail se usa el aloe vera como elemento diferenciador. Esto atrae las ventas entre unos consumidores que apuestan por hábitos saludables, pero esconde “una realidad del producto que solo le interesa a unos pocos”. “El aloe suena bonito, pero el que trabaja con él sabe lo que cuesta producirlo por lo que no lo pueden vender a 1,5 €”, dice Mazuecos.
La llegada de aloe vera de otros países con distintas regulaciones o su uso liofilizado son obstáculos para consolidar unas ventas cuyo auge se vieron truncadas con la crisis sanitaria del coronavirus. “El mercado está complicado y en la actualidad tenemos pocos pedidos; solo de clientes de confianza”, afirma Mazuecos.
“Es difícil innovar con el aloe vera”, cuenta Cuaresma. En Las Coronas se dan “pasos pequeños y muy pensados” para continuar con una línea de trabajo que les ha dado varias ideas “súper originales”.
La empresa liderada por López Raya ha sacado al mercado un limoncello y una ginebra a la que se le incorpora aloe vera. El resultado son dos bebidas “súper originales que sorprenden a la gente”. El limoncello, realizado con limones andaluces, sigue una fórmula italiana y cuenta con taquitos de aloe vera que potencian su sabor al igual que ocurre con la innovadora ginebra verde.
Ante un mercado muy acotado, tanto Las Coronas como Vegaloe apuestan por una producción sostenible y ecológica, organizan visitas a sus instalaciones, comparten recetas de cómo utilizarlo en la cocina, resaltan sus propiedades como reforzante del sistema inmunológico y se intentan colar cada vez más en herbolarios, tiendas especializadas y fruterías de barrio… todo para seguir con una divulgación continua de que el aloe vera también se come. O se bebe.
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