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Justicieros de balcón en tiempos de cuarentena: “Me han insultado y deseado la muerte por salir con mi hijo con autismo”

Vecinos en balcones durante el estado de alarma.

Marta Borraz

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Charlar con los vecinos, elogiar a los que están en primera línea con aplausos o bailar a ritmo de grandes éxitos. La emergencia sanitaria por coronavirus ha convertido las ventanas de los edificios en un lugar más de socialización y de apertura al mundo en tiempos de cuarentena. Sin embargo, el confinamiento también ha traído consigo escenas de abucheos, insultos e incluso lanzamiento de huevos a personas que se encuentran en la calle, y que están compartiendo su experiencia en redes sociales. A veces, la España de los balcones que aplauden se convierte en la que increpa a otros ciudadanos, en muchas ocasiones con justificaciones para salir.

Le ha pasado a José Manuel, que el pasado domingo salió por primera vez desde la declaración del estado de alarma con su hijo de nueve años, que tiene autismo y es hiperactivo. El impacto del encierro se redobla en estas personas, por lo que el Gobierno ha aclarado que pueden desplazarse para evitar que se agrave su estado. Por eso, José Manuel decidió ir con él hasta una pista de baloncesto cercana a su casa, en Leganés (Madrid), para que diera allí unas vueltas con su patinete. Ello tomando todas las medidas de protección: el niño iba con guantes y buscaron un lugar en el que apenas hubiera mobiliario urbano ni gente.

Sin embargo, al poco tiempo de llegar “varias personas comenzaron a gritar desde las ventanas” del edificio que da a la pista. “Uno empezó a chillar que 'qué huevazos tenía', otro que era un sinvergüenza. Lanzaron insultos y nos increparon e incluso llegaron a desearme la muerte”, denuncia este padre en conversación con eldiario.es. Algún vecino llamó a la Policía y acudieron dos agentes que comprobaron la validez de los documentos que portaba –una justificación del pediatra, el DNI y el carnet de discapacidad del menor, entre otros–.

Tras la denuncia de José Manuel en Twitter, fueron muchas las familias que se pusieron en contacto con él para alertar de situaciones similares. Son minoritarias y la tónica general está siendo el apoyo y la solidaridad, pero hace unos días la organización de personas con discapacidad Plena Inclusión emitió un comunicado reclamando “civismo y solidaridad” tras los “numerosos casos” detectados. No obstante, esta no es la única situación y varias personas están publicando en redes sociales experiencias de abucheos cuando iban o volvían de trabajar, sacaban a pasear al perro o iban acompañadas de niños pequeños. Algunas, incluso, denuncian que les han tirado huevos desde las ventanas.

“Me quedé en shock”

Patricia Goicoechea, directora adjunta de Rights International Spain, apunta a que “la situación es crítica y se hace difícil el confinamiento”, pero “no es motivo para canalizar la agresividad de esta manera en contra de otros ciudadanos, tengan o no justificación para estar en la calle. Evidencia una enorme falta de empatía”. Además, en estos casos se desconocen las circunstancias o los motivos de cada persona, lo que da lugar a situaciones paradójicas como las de sanitarios increpados cuando volvían de trabajar. “Los mismos a los que luego mucha gente aplaudirá a las 20.00”, señala la experta.

Fue el caso de Rosa (nombre ficticio) que hace pocos días salía de una guardia de 24 horas en un hospital cercano a Valencia cuando, dirigiéndose hacia el metro con una compañera de trabajo, una mujer desde el balcón les gritó '¿No saben que no se puede salir? ¿Están tontas?'. “Yo me quedé un poco en shock y mi compañera le dijo que éramos médicos, así que la señora nos pidió disculpas. Estábamos cansadas. 24 horas siempre se hacen pesadas y más en la situación actual. Solo queríamos llegar a casa y ducharnos”, cuenta la sanitaria.

“Yo no he respondido, pero te sientes muy mal. No somos quienes para juzgar así a los demás porque no sabemos qué están haciendo ni por qué”, comenta Isabel, que ha sido increpada e insultada por ir a trabajar en bicicleta en varias ocasiones. En su caso, no puede teletrabajar porque es la técnica de laboratorio de una empresa de cosmética e higiene que estos días fabrica gel desinfectante. Tanto ella como Rosa y José Manuel apelan “a la reflexión” de la ciudadanía y hacen un llamamiento a entender “que hay otras situaciones y circunstancias diferentes a las propias”, dice este último.

Evitar partir de la sospecha

Otra cosa, coinciden, es que alguien tenga que llamar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ante un comportamiento ilegal durante el estado de alarma, pero “no hay necesidad de hacer de justicieros desde el balcón” sin ni siquiera contar con la información suficiente, opina Rosa. Solo este lunes, la Policía y la Guardia Civil han detenido a 80 personas por incumplimiento de las medidas restrictivas decretadas y desde su puesta en marcha se han tramitado casi 60.000 denuncias, según los últimos datos. José Manuel, por ejemplo, ha sido una de estas personas denunciadas tras el aviso de alguno de los vecinos.

Desde Rights International Spain reclaman a los ciudadanos responsabilidad para respetar la cuarentena y también para intervenir de forma “gradual” en el caso de detectar que alguien puede estar incumpliéndola. Eso teniendo en cuenta que la casuística hace difícil decretar una forma idónea de actuar ante cada caso concreto. “Igual en primer lugar se puede preguntar y hablar con la persona porque quizás incluso necesite ayuda. En el caso de que sea alguien que incurre en comportamientos de riesgo para el resto, que no atiende a razones y es recurrente, se puede valorar avisar a la Policía”, considera Goicoechea.

La cooperativa de abogados Red Jurídica también apuesta por no adelantarse y evitar “partir constantemente de la sospecha”, explica Daniel Amelang. No se trata de no colaborar con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, sino de contar “con indicios sólidos de que una persona está cometiendo una ilegalidad”. Lo contrario, prosigue el jurista, “nos lleva a una sociedad poco solidaria, conduce a conductas autoritarias” y a experiencias como las de Rosa, José Manuel o Isabel. Casos que “revelan una falta de empatía y una sensación de que no hay justificación que valga: si yo estoy encerrado y sufriendo, no puedo tolerar que otros salgan. Hace falta sensibilidad y un cuestionamiento previo sobre por qué están ahí”.

Ambas organizaciones reclaman que en sus intervenciones públicas los responsables del Gobierno “apelen a la responsabilidad ciudadana” en este sentido, señala Goicoechea, e insistan en que van a velar por que la intervención de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado “sea siempre proporcional”. “Es preocupante que todo esto vaya a dar lugar al punitivismo y a la cultura del castigo o la venganza. Eso tenemos que vigilarlo”, concluye Amelang.

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