Antonio Mingorance: “En la farmacia se podrían tratar patologías menores para descongestionar los centros de salud”
El hecho natural de que un medicamento pueda encargarse en una farmacia y en cuestión de horas esté disponible tiene detrás una maquinaria que funciona con rapidez y precisión. Antonio Mingorance preside Bidafarma, una distribuidora farmacéutica cooperativa que tiene 31 almacenes distribuidos por todo el territorio. “En un país como España, con la demografía que tenemos, lograr el acceso independientemente de que se viva en el centro de Madrid o en el último pueblo de la Alpujarra, eso es equidad social”, sostiene en esta entrevista, en la que defiende la idea de ampliar las competencias de estos establecimientos en el sistema sanitario. “Están altamente regulados, o sea que en manos de la administración sanitaria está utilizarlos”.
¿Podemos decir que en España los medicamentos llegan rápido, en tiempo y forma y cubriendo las necesidades de toda la población, vivan donde vivan?
No podemos decirlo, sino que lo aseguramos. Esto es así puesto que el modelo de farmacia y distribución que tenemos en nuestro país permite que todos los ciudadanos tengan una farmacia a 250 metros independientemente de donde estén. Y además cuentan con una distribución farmacéutica cooperativa que hace que todos los medicamentos lleguen todos los días a todas las farmacias en igualdad de condiciones, independientemente de dónde se encuentren. Esto es así.
La Agencia Española de Medicamentos (AEMPS) envía cada poco alertas que informan que hay desabastecimiento en ciertos productos. Ha pasado recientemente con tratamientos para el cáncer, el Ozempic o las bolsas de orina. ¿Cómo se explica esto a la gente?
Hay desabastecimiento de medicamentos y lo va a seguir habiendo. Desde la pandemia se ha agudizado un poco más porque tras el coronavirus sabemos que hubo un déficit de producción, hasta incluso cajitas de cartón o los blísteres de aluminio donde vienen las pastillas guardadas. Esto tiene que ver con que la producción de las moléculas está centralizada en determinados países y deslocalizada fuera de Europa. Quizás nos hayamos descuidado un poco en no tener producción propia de determinados medicamentos esenciales.
Hace bastantes años, ya muchos, los mayores fabricantes de medicamentos estaban en Europa y en Estados Unidos. Hoy hay mucha materia prima, muchas moléculas, que se hacen en China o en India. Se ha desplazado la fabricación de esa materia prima a esos países, aunque también es cierto que la Unión Europea en estos momentos está legislando para hacer una reserva estratégica.
También diría que el arsenal terapéutico que tenemos en Europa y en nuestro país hace que cuando hay falta de un determinado medicamento siempre sea sustituible por otro que puede hacer el mismo efecto. Es decir, estamos en una economía desarrollada, en un país serio y en una comunidad seria. Las faltas y desabastecimiento son mínimos. Es verdad que se pueden producir de manera puntual, pero no eternamente.
Las farmacéuticas, y otras compañías de la cadena como las distribuidoras, a lo que ustedes se dedican, aparecen en el imaginario colectivo como empresas con millonarios beneficios y no siempre con la mejor de las famas. Dígame tres argumentos para conseguir que los ciudadanos confíen.
Independientemente de distribuidoras, de fabricantes y de farmacias, todos somos personas. Es decir, tenemos en el centro de nuestra vida la salud, la de todos y la nuestra propia. Debemos también tener en cuenta que las administraciones sanitarias ponen todas las barreras y todos los controles para que podamos tranquilos con la calidad, la seguridad y la eficacia de todos los medicamentos que llegan a nuestras casas.
¿Qué hace a Bidafarma diferente como cooperativa?
Somos el resultado de la unión de 12 cooperativas pequeñas. Esta familia de más de 2.000 empleados y 12.000 farmacias hemos trabajado juntos para hacer una empresa muy eficiente al servicio de la sociedad. Nuestro objetivo como cooperativa no es ganar dinero, nuestro objetivo es dar servicio. Yo siempre digo que somos una empresa de economía social sanitaria. En ello estamos empeñados y estamos volcados en todo lo que signifique ayudar a la salud de la gente y a nuestra farmacia y a nuestros socios. Somos farmacéuticos a que lo puedan hacer de la mejor manera posible.
¿Y cómo se aterriza eso en las rutinas diarias, en la forma de hacer?
Nuestra primera misión es que tenemos que hacerle llegar los medicamentos a todas y cada una de las farmacias dos veces al día. Si un paciente va a las dos de la tarde a una farmacia y no hay un medicamento, se pide y nosotros a las cinco de ese día lo tenemos allí. Si es más tarde, entonces tendrá el medicamento a las nueve de la mañana del día siguiente. Esto es fácil hacerlo en el centro de Granada, en el centro de Sevilla, en el centro de Madrid. Pero en un país como España, donde tenemos la demografía que tenemos, hacerlo para que independientemente de que viva en el centro de Madrid o en el último pueblo de la Alpujarra se lleve igual… Eso es equidad social.
La producción de las moléculas está centralizada en determinados países y deslocalizada de Europa. Quizás nos hayamos descuidado un poco en no tener producción propia de algunos medicamentos esenciales
Cada vez hay más tratamientos innovadores que son la esperanza para mucha gente pero tienen precios elevados. ¿Cree que las farmacéuticas suben demasiado esos precios?
Es un tema tan difícil que si yo diera con la solución sería un genio, cosa que no lo soy. Hay que buscar un equilibrio entre el permitir incentivar para que haya investigación necesaria para buscar esos avances y congeniarla después con esa labor del Estado de hacer posible que estén accesibles para todos los ciudadanos, independientemente de su nivel socioeconómico.
¿Cómo se hace? Estamos en un país donde en el año 2040 vamos a superar a Japón en esperanza de vida. Esto significa que cada vez somos más personas, cada vez hay más gastos, cada vez habrá más avances y en base a eso todos viviremos más. ¿Debemos hacer primar unas cosas sobre otras? Por ejemplo, si tenemos un chico que nace con un defecto en los factores de coagulación, un tratamiento puede costar seis o siete millones de euros a lo largo de su vida. ¿Qué hacemos? ¿No se lo damos? Tenemos la obligación de dárselo.
Las farmacéuticas no ponen los precios, sino que los autoriza el Gobierno a través de la Agencia del Medicamento en una comisión de precios.
Pero las farmacéuticas proponen.
Demuestran un costo que han tenido y deben tener un tiempo de amortización. Hay que entender que quien ha hecho una inversión que es bien para la sociedad, si no tiene un reporte difícilmente se va quedar. Sea lo que sea, perderíamos todos.
¿El gasto farmacéutico público en España es suficiente para llegar a todo lo que se necesita?
El gasto farmacéutico es complejo. Desde que yo empecé a ejercer en los años ochenta, no ha dejado de crecer. Hay veces que sube con más intensidad y otras con menos. Se buscan mecanismos correctores para equilibrar el gasto, ajustar los presupuestos, pero se ha estado creciendo. Van saliendo medicamentos que pierden la patente, entran en genéricos y se abaratan los precios, pero también salen innovaciones que ya son distintas, con lo que el gasto siempre va hacia arriba.
En España cualquier novedad terapéutica que venga si el Estado da el visto bueno a que esté en nuestro país es accesible para cualquier ciudadano, independientemente de dónde esté y del dinero que tenga porque la prestación farmacéutica es universal y gratuita.
Además de suficiente, ¿lo que se gasta en medicinas es sostenible para el Estado?
Desde luego que es una factura importante. No se puede disparar y, además, creo que es obligación de todos que se gaste lo necesario pero de un modo eficiente. En esa tarea estamos todos, tanto la administración como la industria.
¿Las farmacias están infravaloradas en el sistema sanitario?
La farmacia vive tan cerca de la gente que muchas veces no se valora por el hecho de estar tan cerca. Hasta que no se tiene. Con la pandemia muchos ciudadanos se dieron cuenta de la importancia del farmacéutico. Sería recomendable hacer un uso racional de esta figura. Somos profesionales sanitarios súper preparados que tenemos unos conocimientos y unos recursos en estos momentos en que hay tantas listas de espera y tantas deficiencias. Se podría echar mano y aprovechar la farmacia para asuntos y patologías menores que ayudaran un poco a descongestionar los centros de salud. Pienso que vendrá por la inercia de las cosas porque no queda otra.
Además, ahí están los resultados de los países donde lo están haciendo. Está funcionando. En España tenemos 22.000 farmacias y más de 100.000 personas trabajando en ellas. No podemos permitirnos en épocas de escasez no hacer uso de los medios de los que disponemos. Porque no olvidemos que las farmacias son establecimientos sanitarios privados de interés público y altamente regulados. O sea que en manos de la administración sanitaria está utilizarlos.
¿Qué se está haciendo en los países que, como dice, las farmacias tienen más funciones en el sistema?
Hay países donde las farmacias ayudan a vacunar a la población, por ejemplo. O donde los farmacéuticos pueden aconsejar y ayudar en síntomas menores, como una cistitis. Todos hemos ido a una farmacia a decir qué nos pasaba y el farmacéutico lo ha resuelto en el 99% de los casos con acierto y eso es un hecho que está ahí, que no lo no lo digo yo. La farmacia puede ser más moderna, más antigua, más grande o más pequeña pero invariablemente vas a encontrar ahí a un boticario con su bata.
Los farmacéuticos no solamente pueden contribuir a la educación sanitaria en cuanto a hábitos saludables de nutrición sino a detectar problemas como la soledad no deseada cuando se hace atención domiciliaria
¿España debería caminar en esta dirección, a abrir más la mano?
Nuestro modelo de farmacia es de los mejores de Europa, lo único que tenemos que hacer es perfeccionarlo. Tenemos que hacer más uso de los recursos que ya tenemos y que además están dispersos por todo el país. En la pandemia, por ejemplo, llevamos los medicamentos hospitalarios a la gente que no podía ir a buscarlos al hospital. Montamos un servicio para hacérselo llegar. Eso funcionó perfectamente.
El papel de las farmacias es clave porque pasan todos los días aproximadamente dos millones de personas por estos establecimientos. El farmacéutico es el profesional sanitario que más habla con los ciudadanos. No solamente puede contribuir a la educación sanitaria en cuanto a hábitos saludables de nutrición, por ejemplo, sino detectar problemas como la soledad no deseada cuando se hace atención domiciliaria.
Ahora estamos haciendo campañas en algunas comunidades para detectar a personas con Alzheimer. Todas las farmacias conocen a sus pacientes porque los ven a menudo.
¿Cómo hacen esta detección?
Estamos trabajando con la Confederación Española de Alzheimer (CEAFA). En Andalucía lo estamos haciendo de la siguiente manera: los farmacéuticos hacen unas sesiones con psicólogos y con pacientes que les explican qué signos hay que observar y cómo avisar al entorno en ese caso. Estamos en ello, es un proyecto bonito y creo que necesario.
Las farmacias venden productos que no tienen una base científica muy sólida o directamente que pueden ser inocuos. ¿Qué posición tiene al respecto?
Nuestra sociedad ha mejorado en el autocuidado. Por ejemplo, ¿hace 20 años quién iba al podólogo? Ahora te vas a Lanjarón, que es mi pueblo de 3.800 habitantes, y allí hay dos podólogos que van todas las semanas y se apunta a todo el mundo a cuidarse los pies.
La gente va también a la farmacia y pide muchos productos de estos de los que me estás hablando y muchas veces se fían de lo que les diga un farmacéutico: estas vitaminas sí, o estas no; o le recomienda que se ponga esta crema. Eso es la confianza que el farmacéutico se ha ganado a lo largo de la historia. En principio no me parece mal, y, por supuesto, que como farmacéutico no te voy a decir que te tomes cinco gramos de vitamina C porque es una barbaridad y no sirve para nada porque lo máximo que asimila tu organismo es un gramo al día.
Nunca voy a defender cosas esotéricas o las pulseritas imantadas. Eso no lo admitimos, pero sí productos que son de autocuidado y sirven para una vida más saludable, como los probióticos, por ejemplo.
Me refería no tanto a productos que pueden perjudicar a la salud, sino más bien a algunos que son un poco placebo, como la valeriana o el flumil.
Es verdad que hay productos que están en el límite del placebo, pero es que en medicina hasta los placebos se han utilizado. Se dividía a los pacientes, a unos se les daba una cápsula vacía y a otros con medicamento y los primeros decían que estaban mejor que el día anterior. Todo lo que no haga daño no digo yo que tenga que estar en la farmacia, digo que hay que admitirlo. De todos modos, si las personas no fuesen ahí a preguntar por esas cosas, pues posiblemente no estarían.
También hay que mirar con perspectiva. Hace años la discusión era que por qué la farmacia tenía factores de protección solar hasta que se ha demostrado que son vitales para evitar los melanomas y todos los problemas de piel. Cosa bien distinta fueron esas pulseras imantadas que se ponían para quitar el reuma. Aquello fue un desastre, una vergüenza, y lo echamos de la farmacia. Creo que hay un cierto cuidado en lo que debe estar y en lo que no.
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