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“La caída de la natalidad se vende como una crisis o una hecatombe, pero es un reto”

Celia Fernández-Carro, demógrafa y socióloga.

Daniel Sánchez Caballero

El INE publicó el martes los datos semestrales sobre nacimientos y defunciones y confirmó que España mantiene una línea de pérdida de población que arrastra desde hace varios años. El crecimiento vegetativo, la diferencia entre nacimientos y muertes, arrojó un saldo de —46.590 personas entre enero y junio, el peor dato desde 1941. Nada que sorprenda a un demográfo. “Era esperable viendo la pirámide de población de los últimos 50 años”, explica Celia Fernández-Carro, socióloga, demográfa e investigadora y docente en la UNED.

Fernández-Carro se desmarca sin embargo del pensamiento general sobre la cuestión y asegura que el hecho de que caiga la natalidad y suba la mortalidad no es “necesariamente malo”. Según esta demógrafa, es más preocupante que se supiera desde hace años lo que iba a pasar, que se sepa que va a continuar pasando, y aún así no se tome ninguna medida.

Tenemos los 'peores' datos de natalidad desde 1941. ¿Qué destacaría de los resultados publicados por el INE?

Lo primero que me ha llamado la atención es cómo me ha planteado los datos, ese chip mental de leerlos en términos de “mejor” o “peor”. Bajo el punto de vista demográfico no es mejor ni peor, es la fotografía que hay. Leí hace poco que el hecho de que hubiera más defunciones que nacimientos viene pasando en Alemania desde los años 80, y el país no se ha venido abajo. Esto responde a varios factores demográficos: el envejecimiento de la población, la caída de la inmigración, que influye en que caiga de la natalidad. Lo que se plantea es un reto de cara a la gestión de la población de cara al estado del bienestar, etc. Exige nuevos planteamientos de cómo gestionar los recursos comunes. El escenario demográfico plantea este reto, sobre todo de cara a cómo está diseñado el sistema de pensiones, por ejemplo.

Llama la atención el dato de Alemania.

Precisamente hablando del miedo al envejecimiento, de ese pronatalismo que está instalado en el discurso político del miedo a la caída de la natalidad, al exceso de población mayor, que se vende como una crisis o una hecatombe del estado del bienestar. Estoy de acuerdo con que es un reto, pero en Alemania y otras sociedades con regímenes demográficos modernos, que así se llama, lleva pasando 30 años.

¿Pero están perdiendo población en global?

Creo que no por la inmigración, que es un factor clave porque inyecta población y suaviza el efecto del descenso de la natalidad. El que se pierda población puede ser un problema o no, según cómo se gestione esta pérdida o en qué zonas se está perdiendo.

¿Entonces no cree que sea necesariamente malo que muera más gente que nace?

Para mí, no. El hecho demográfico, como hecho social, es ideológicamente interpretable. Creo que no es malo en sí mismo, solo significa que habrá menos gente. Cómo te adaptes o cómo gestiones esta nueva situación es lo que pude provocar la crisis o no. Si se quiere que todo funcione como hasta ahora, igual sí tienes un problema, porque sí que es cierto que si se quiere que ellos sistemas de pensiones públicos funcionen como hasta ahora hay que reestructurarse porque habrá menos población cotizante y más población mayor. Pero también está el factor inmigración, que según se maneje puede contribuir a mantener la población y que no caiga el sistema del bienestar. Creo que el hecho de que muera más gente de la que nace no tiene por qué ser necesariamente malo si desde los poderes públicos se lee y actúa en consecuencia con cierto tiempo. Muchas veces los procesos demográficos se pueden anticipar, pero la acción política es mucho más inmediata. Sabíamos todos que iba a haber un proceso de envejecimiento hace 30-50 años, pero los remedios han esperado a que el envejecimiento ya esté aquí y el margen de maniobra es más estrecho. Esas lecturas hay que hacerlas.

¿Puede concretar un poco a qué se refiere cuando habla de que las administraciones tienen que actuar?

Me refiero a políticas sociales, sanitaria, etc. Si por la pirámide de población conoces las proyecciones y sabes que el perfil epidemiológico de la población va a sufrir pocos cambios, cada vez se va a alargar más la longevidad, las administraciones podían haber ido tomando medidas. Pero la inmediatez de la actividad y la gestión política, mucho más aceleradas, complican tomar medidas a 30 años vista, que no es fácil de cara al electorado y la población. El problema es que no hacerlo supone de repente hablar de crisis del envejecimiento y hacer unas lecturas del fenómeno demográfico que son un poco alarmistas y se pueden leer de otra manera distinta.

¿Hasta dónde influyen las política sociales en la natalidad?

No soy experta en fecundidad, pero se lo he escuchado a muchos expertos: la gente tiene hijos sí o sí, aun en los momentos de crisis más fuertes, como las guerras. Pero las políticas ayudan a aumentar o disminuir el número de hijos por mujer. Las políticas inciden. No son lo único que determinan los nacimientos de una sociedad, pero influyen. Ahora creo que un factor clave son las políticas de conciliación. En el caso de que un país quiera llevar a cabo políticas pronatalistas debe llevarlas a cabo. La incorporación de las mujeres al mercado laboral o el alargamiento de su etapa formativa hacen que las mujeres no tengan los hijos deseados. Muchas investigaciones lo demuestran, básicamente porque no pueden por su actividad laboral.

Los hijos de madres inmigrantes suponen el 20% de los nacimientos, el doble de su representación en la sociedad. ¿Es normal que sea así?

La fecundidad de las mujeres por grupos sociales tiene mucho que ver con la educación y el estatus socioeconómico. Es bastante habitual que la población inmigrante tenga más descendencia que la población nacional. Pero también se ve que en mujeres de segunda y tercera generación rápidamente desciende su número de hijos al integrarse, cambiar su estatus socio-económico, un nivel formativo mayor... Les exige más tiempo y otro tipo de actividad que no les permite ser madre. Es un dato lógico.

¿Existe un número ideal de población de un país en función de sus características, por ejemplo extensión?

No lo conozco. Como todo es tan interpretable... Un economista igual podría decirlo. Pero sí hay estimaciones por ejemplo para la dependencia, que relacionan el número de personas activas con las dependientes. Pero no existe un número mágico o ideal que alcanzar.

Entonces usted considera que el debate entre la superpoblación del planeta y el envejecimiento, si hacen falta más o menos nacimientos, es una cuestión ideológica.

Según lo veo yo, sí. La demografía es una ciencia muy objetiva, te cuenta cuántas personas hay y por qué son de tal manera aquí o allí. Es interpretativa y descriptiva. La interpretación de lo que muestra la demografía ya sí es ideológica. ¿El dato es bueno? ¿Es malo? Por qué? Esto tiene otras explicaciones, relacionadas con cómo vemos la sociedad, dónde queremos llegar o qué priorizamos como sociedad.

¿Cuál es la proyección a futuro de la evolución demográfica?

Al menos hasta 2050 (más de 20-30 años en demografía son ciencia ficción), las predicciones en países europeos desarrollados dicen que seguirá envejeciendo. La generación del babyboom alcanzará edades muy longevas. Ahora estamos en un 18% de población de más de 65 años. En 2030 se va a duplicar y esas generaciones esperamos que lleguen a edades cercanas a los 90. A la vez habrá una caída de la natalidad, bien por las cuestiones explicadas, bien porque muchas mujeres están decidiendo voluntariamente no tener hijos. Lo único más impredecible es la llegada de la inmigración y la fecundidad de estas mujeres, las oleadas que puedan llegar o no. Seguramente la inmigración es el fenómeno demográfico que cambia más rápidamente.

Dice que “muchas mujeres están voluntariamente decidiendo no tener hijos”. ¿Está cuantificado esto?

De la generación de mujeres nacidas en 1975, un 25% no va a tener hijos. Y de ese 25%, una una cifra relativamente alta era por decisión propia. Las expectativas de las mujeres han cambiado mucho y muchas priorizan su vida profesional o su vida con su pareja, pero no sienten que la meta esencial de su vida sea la maternidad. Es un porcentaje bastante alto, teniendo en cuenta también que, de las que tienen hijos, las que tienen solo uno son muchas. Las decisiones propias se toman condicionadas por las circunstancias de cada uno. Por un lado se puede decidir no tener un hijo porque tenerlo puede suponer tener que pedir una jornada reducida y esto implica que no puedas progresar en el trabajo. O no tienes pareja y tus circunstancias vitales no te permiten tener un hijo como te gustaría y tomas una decisión de no tenerlo. Es una decisión propia, sí, pero condicionada por el entorno. Afortunadamente, para mí al menos, ahora se puede tomar esa decisión sin que sean estigmatizadas.

¿Los datos de España son similares a los de otros países similares?

Es un régimen demográfico muy similar el de todos los países desarrollados. Las diferencias entre estos países parecidos yo diría que están muy basadas en las políticas sociales. Unos favorecen más la natalidad o la conciliación, otros menos. Pero en líneas generales, todos los países de Europa occidental son países envejecidos y con tasas de natalidad muy bajas. Es cierto que España está entre las tasas más bajas de la UE, pero si se hace una comparativa global el corte es muy similar. Es el patrón de países con economías más o menos fuertes, estados del bienestar desarrollados y el resultado de este bienestar tiene estas implicaciones.

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