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Luchar a la vez contra la pobreza y el cambio climático es incompatible con los patrones de consumo de los países ricos

Los planes de mitigación del cambio climático y la reducción de la pobreza chocan

Teguayco Pinto

Acabar con la pobreza y frenar el cambio climático a la vez requiere un cambio de modelo de consumo, según las últimas evidencias científicas.

En 2014, la Organización de las Naciones Unidas estableció los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible, cuya primera meta era a poner fin a la pobreza a nivel global. Un año después, 193 países firmaron el conocido como Acuerdo de París, con el que se comprometieron a limitar sus emisiones para mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales. Ahora, un estudio publicado en la revista Nature Communications asegura que el cumplimiento de ambos objetivos no es compatible a no ser que los países de altos ingresos realicen cambios profundos en sus patrones de consumo.

“Hemos descubierto que eliminar la pobreza extrema no es un problema con respecto al cambio climático, pero elevar los ingresos de las personas más pobres a más de 3 dólares diarios haría que el logro de mantener el objetivo de los 2 ºC sea muy difícil”, explica a eldiario.es el principal autor del estudio, el investigador de la Universidad de Maryland, Klaus Hubacek

Según la ONU, “a nivel mundial, más de 800 millones de personas aún viven con menos de 1,25 dólares al día”, lo que se conoce como pobreza extrema. El crecimiento económico acelerado de países como China e India ha sacado a millones de personas de la pobreza, pero este avance supone un mayor nivel de consumo de recursos y, por tanto, mayor nivel de emisiones.

Sin embargo, “la buena noticia es que sacar a las personas de la pobreza extrema tiene relativamente pocas implicaciones en nuestro nivel de emisiones carbono”, aseguran los autores del estudio.

Acabar con la gran pobreza: 0,05 grados

Los investigadores han realizado una estimación de como variarían las emisiones en 189 países a partir de la Base de Datos de Consumo Global del Banco Mundial. Los resultados obtenidos por los científicos indican que erradicar la pobreza extrema supondría una contribución al calentamiento global de tan solo unos 0,05 °C adicionales de aquí a finales de siglo, un resultado que refleja el bajo impacto de los 800 millones de personas que viven en la pobreza extrema en todo el mundo y que son responsables de menos del 4% de las emisiones mundiales actuales.

Sin embargo, los autores de esta investigación también trabajaron con otro escenario en el que el objetivo sería llevar a toda la población al siguiente nivel de ingresos, que es el que se encuentra entre 3 y 8 dólares diarios y al que los investigadores llaman clase media global. Según sus resultados, esto agregaría otros 0,6 °C a los 2 °C de calentamiento ya proyectados para el 2100.

Los investigadores estiman que esta contribución al calentamiento global requeriría un ritmo de reducción de las emisiones de carbono de un 5’5% anual, lo que supone un aumento del 27% respecto al 4% exigido sin tener en cuenta la reducción de la pobreza, un objetivo que “ya está resultando difícil de alcanzar para la mayoría de los países”, ya que “solo un puñado de países ha estado cerca del 4% históricamente”.

Entre ellos destacan Suecia o Francia, dos de los países que han tenido el mayor éxito al descarbonizar su economía a un 4% y un 3’8% anual respectivamente, principalmente al reemplazar las plantas de energía basadas en combustibles fósiles por las de energía nuclear e hidroeléctrica. Aún así, las tasas mundiales de descarbonización entre 2000 y 2014 han estado muy lejos de estas cifras, situándose alrededor del 1,3%.

Hay que cambiar los patrones de consumo

Hubacek asegura que los distintos escenarios analizados muestran que haría falta un enorme progreso tecnológico para alcanzar ambos objetivos y recuerda que “hasta ahora, la tecnología no ha sido capaz de mantener a raya las emisiones adicionales”, por lo que considera que se deberían buscar otras alternativas y señala un cambio en los patrones de consumo.

“Nuestro estudio muestra que necesitamos incorporar en el discurso la necesidad de realizar cambios en nuestros patrones de consumo o estilos de vida”, afirma este investigador, quien reconoce que “esto es realmente un hueso duro de roer, ya que nadie quiere escuchar que nosotros somos parte del problema”.

Los investigadores recuerdan que la huella de carbono de las personas más pobres del planeta, un 12% de la población, es de solo 1,9 toneladas de dióxido de carbono por persona al año, lo que supone menos del 4% de las emisiones. Mientras que el 10% más rico del planeta emite más de 26,3 de toneladas, que equivale a un 36% de las emisiones globales.

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