El otro efecto de la despoblación y del abandono de cultivos: la resilvestración del paisaje
El concepto de rewilding, que podemos traducir en español como 'renaturalización' o, mejor, 'resilvestración', es una prometedora estrategia de restauración ecológica que está ganando fuerza en la actualidad y que forma parte del concepto más amplio denominado tierra recuperable.
Aunque el concepto nació hace unas décadas, su significado se ha ido ampliando y modelando. Inicialmente proponía la conservación y restauración de grandes áreas naturales núcleo (core en inglés) conectadas por corredores que permitieran el movimiento de los carnívoros y otras especies clave, a veces reintroducidas.
El énfasis actual va más allá de la restauración de procesos críticos que gobiernan las especies que son reintroducidas. Se considera el ecosistema como un todo que, con acciones estratégicas de restauración basadas en el manejo de la conectividad, las perturbaciones naturales y las redes tróficas, es ayudado a recuperarse por sí mismo y mantenerse con poco esfuerzo adicional, con consecuencias positivas para los humanos y para los ecosistemas.
Regeneración de suelo agrícola
La forma más genuina y barata de resilvestrar un paisaje o un ecosistema consiste en eliminar o reducir tanto como sea posible las causas que lo han degradado. En el mundo, a partir del Neolítico, estas causas tienen que ver en gran parte con la actividad agrícola y ganadera, que ha destruido la vegetación natural, principalmente bosques, praderas y humedales, para ganar tierra cultivada y pastos.
Sin embargo, la migración del campo a la ciudad ha provocado el abandono de grandes cantidades de cultivos, sobre todo marginales, y de los pastos utilizados por la ganadería extensiva. Este fenómeno se ha producido de forma acusada en Europa desde la segunda mitad del siglo XX, como puede observarse en este mapa animado de los cambios de la cobertura del suelo entre 1900 y 2010.
El abandono de los cultivos y pastos permite la regeneración natural de los matorrales y los bosques. En el mundo, con un 40% de la superficie terrestre cultivada o pastada de forma permanente por herbívoros domésticos, ha habido un notable incremento de la superficie ocupada por los bosques boreales y templados durante las últimas décadas, explicada sobre todo por la regeneración natural.
Este proceso se ha producido a un ritmo de 2,2 millones de hectáreas anuales durante el quinquenio 2010-2015. España, por ejemplo, ha triplicado su superficie forestal desde 1900 (del 8% al 25% del territorio, aproximadamente), habiendo ganado 96.000 ha anuales de bosques en el periodo 2000-2015 según la Evaluación de los recursos forestales mundiales de la FAO.
La recuperación de la cubierta vegetal viene acompañada por la recolonización de la fauna. Así, en Europa han aumentado las poblaciones de grandes carnívoros como son el oso pardo, el lobo, el lince boreal y el glotón. También han aumentado las poblaciones de herbívoros grandes y medianos como el ciervo, el jabalí, el corzo y la cabra montés. Otras especies, como son los casos del lince ibérico y del bisonte europeo, han necesitado programas de reintroducción.
Restaurar hasta donde sea posible
Las mismas fórmulas y estrategias de resilvestración no valen para todo ni se debe aspirar en todos los casos a la recuperación de un ecosistema prístino. El objetivo ortodoxo y tradicional de la restauración ecológica era recuperar el ecosistema natural, lo que con frecuencia es simplemente imposible.
La meta en la mayor parte de las ocasiones debe ser mejorar la integridad ecológica hasta donde sea posible y alcanzar un paisaje multifuncional.
La restauración ecológica hoy día debe adoptar enfoques flexibles, posibilistas y pragmáticos sin perder la guía del ecosistema natural de referencia, de tal manera que podamos recuperar los niveles de biodiversidad en el mayor grado posible.
En España, aproximadamente el 35% de la superficie está cultivada y otro 35% son pastizales o vegetación seminatural muy abierta. Además, el 5% del territorio está conformado por pueblos y ciudades, vías de transporte y minas, entre otros usos muy perturbadores. En todos estos ambientes es posible poner en marcha acciones de restauración que permitan la coexistencia de la producción agrícola y ganadera o del uso residencial e industrial con mayores niveles de biodiversidad.
Amplias zonas de la España interior, afectadas por la despoblación del mundo rural, están resilvestrándose de forma pasiva desde hace décadas. Actualmente, por sus densidades de población humana muy bajas, ofrecen las mejores opciones para la reintroducción de herbívoros silvestres y carnívoros que contribuirían a una renaturalización más completa gracias a su papel clave en las redes tróficas. Estas reintroducciones necesitan la aceptación social de los distintos grupos humanos afectados.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Lee el original aquí.The Conversationaquí