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ENTREVISTA Médica y autora de 'El lado oculto de la farmacia'

Esther Samper: “En las farmacias hay productos que se consumen por desinformación y por engaño”

La médica y divulgadora Esther Samper acaba de publicar 'El lado oculto de la farmacia'.

Sofía Pérez Mendoza

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Esther Samper no deja títere con cabeza en su nuevo libro. La médica y divulgadora disecciona en El lado oculto de la farmacia las estanterías de las boticas y desmonta falsas creencias. En las 350 páginas pisa charcos tan diversos como la homeopatía y lo que cuesta tomar medidas contra los facultativos que la promueven; la asociación de lo “natural” con lo beneficioso o la práctica de prescribir fármacos inocuos para satisfacer al paciente o intentar ayudarle con el efecto placebo. Su objetivo, asegura, es ser una guía para que la gente esté “precavida y advertida sobre determinados productos que no han demostrado eficacia y se consumen por desinformación y por engaño”.

En esta entrevista, la también colaboradora de elDiario.es lamenta que los productores de complementos dietéticos, especialmente para reforzar las defensas, cuya eficacia asegura que no está probada, hayan “hecho el agosto” con la pandemia.

Empieza su libro justificándose: esto no es un ataque generalizado a las farmacias o los farmacéuticos. ¿Qué pretende contar?

Me gustaría que las personas que entren en las farmacias estén precavidas y advertidas sobre determinados productos que no han demostrado eficacia y se consumen por desinformación y por engaño. Es necesario esa labor de transparencia para explicar a la gente que estos productos no tienen el nivel de calidad demostrada científicamente.

Aborda muchísimos temas. Asegura en uno de los capítulos que hay médicos que recetan placebos, tratamientos inocuos sabiendo que lo son. ¿Cómo se explica? 

Esto puede pasar porque una determinada enfermedad no tenga un tratamiento efectivo y se piensa que es mejor que no dar nada. Por ejemplo, algún complemento vitamínico que no genera daños y puede provocar un efecto placebo que mejore o alivie el sufrimiento psicológico de la persona. Muchas veces los médicos se encuentran con pacientes que exigen algo para su problema de salud. Si no recetas nada, parece que te despreocuparas. A veces no está clara la causa de algún problema de salud y se pautan también unas vitaminas para que el paciente no se vaya sin nada. 

¿Esto tiene que ver con que somos una sociedad cada vez más medicada? 

Muchas personas cuando van al médico esperan un tratamiento farmacológico que no tiene por qué estar justificado, pero algunos lo demandan. Tiene que ver con la cultura del medicamento. Tenemos un concepto idealizado de las posibilidades que nos ofrecen los fármacos y a veces menos es más. Por ejemplo, en el tratamiento de trastornos mentales. Hay pocos psicólogos y psiquiatras y eso lleva al exceso de fármacos. 

Sobre salud mental toca un asunto espinoso: cómo la industria ha colado mensajes falaces sobre los antidepresivos.

Cuando surgieron en los años 90 se difundió como un conocimiento científico asentado su mecanismo de acción, que consiste en aumentar los niveles de ciertos neurotransmisores en el cerebro, pero en ningún momento se ha demostrado que funcionen con ese mecanismo. Se hizo una campaña exagerada sobre los beneficios que ha llevado a una idealización de sus efectos. En los años 90 se infló su utilidad entre los médicos, algo que incluso fue acompañado de sobornos y algunos casos se juzgaron y condenaron.

Los antidepresivos tienen un gran papel para las depresiones graves pero sabemos que para las leves y moderadas no son la primera opción. La primera es la terapia psicológica. La posibilidad de que sean efectivos en estos dos grupos es baja y se pueden dar efectos adversos importantes. Si ponemos en la balanza riesgos y beneficios no compensa hacerlo en primera opción pero se usa como parche.

Dirige también la mirada hacia los farmacéuticos, de los que dice que ejercen en algunos casos más de tenderos preocupados por el negocio de la botica. ¿Es un fenómeno generalizado?

No es nada extraño. Basta con mirar los escaparates paseando por Madrid, puedes ver productos con mensajes publicitarios muy engañosos. Por ejemplo, para reforzar las defensas. Nos hemos cansado de verlo en la pandemia. No puedo cuantificar el fenómeno, necesitaríamos un estudio que valorase el porcentaje, pero es raro entrar en una farmacia sin ver algún producto que no cumple lo que promete.

¿La pandemia ha sido un terreno abonado para la adquisición de productos de dudosa eficacia? 

Ha sido un periodo fantástico para los productores de complementos dietéticos que prometen reforzar el sistema inmunitario. Han hecho su agosto porque mucha gente tenía miedo de coger el coronavirus y estos productos ofrecían 'cierta protección' frente al virus aunque no lo decían expresamente. Hubo uno que sí llegó más allá y afirmaba que curaba el coronavirus. Ahí la Guardia Civil tomó medidas.

Da la sensación de que ante tal avalancha de estímulos el paciente queda un poco indefenso. ¿Cómo podemos saber, a nivel usuario, si estamos tomando algo que está demostrado que funciona?

Si tenemos un médico o farmacéutico de confianza que sabemos que es defensor de la medicina basada en la evidencia, siempre es mejor consultarle. Una pista para evaluarlo es preguntarle su opinión sobre la homeopatía o sobre el papel de los complementos dietéticos 'para tener más energía o vitalidad cada día'. Otra forma es visitar algunas páginas web que explican la eficacia: la web de la Clínica Mayo o Medline que cuenta con mucha información y una base de datos muy grande sobre plantas medicinales y complementos dietéticos. 

Determinados fármacos se consumen más por la falsa idea que se ha implantado a través del marketing que por el consumo justificado

Dice en el libro que existen medicamentos que están en el mercado porque han pasado todos los filtros de seguridad pero su eficacia es dudosa. ¿Es una crítica a la Agencia Española del Medicamento (AEMPS)? 

Hay varias explicaciones para esto. Existen medicamentos que llevan aprobados muchísimo tiempo y entonces los requisitos no eran tan elevados. En este caso, con el tiempo se ha visto que su eficacia no es tal y deberían retirarse del mercado. 

¿Podría ponernos algún ejemplo?

Uno muy típico es Fluimucil. No se ha demostrado su utilidad para gripes y resfriados, salvo para algunas enfermedades en las que el moco espeso puede ser un problema de salud. Es lo que llamo medicamentos dinosaurios porque tienen mucho tiempo a sus espaldas y deberían haberse extinguido. Es totalmente normal que con el tiempo se vayan retirando porque surgen alternativas más seguras o porque se identifiquen efectos adversos raros que hacen que la balanza no compense. 

También pasa que se aprueban medicamentos muy seguros cuya eficacia no está clara al 100%. Sucede sobre todo cuando hay opciones terapéuticas muy pobres. Un ejemplo son los condroprotectores para la artrosis. Con el tiempo han salido ensayos independientes y no se ve más efecto que el placebo. No es clínicamente significativo y por eso la AEMPS está en proceso de retirar su financiación pública, aunque está encontrando algunos obstáculos legales.

¿Qué hacemos con los antigripales?

Usarlos con mucha mesura o directamente no usarlos. Tenemos fármacos de eficacia demostrada, como paracetamol o ibuprofeno, para aliviar algunos síntomas. Sirven contra la fiebre y son analgésicos. Pero aplicar por sistema medicamentos contra los mocos o contra la tos cuando no están recomendados... Además, si la tos es productiva y con mocos, si se corta puede alargar el proceso infeccioso. Los antigripales se usan de forma excesiva sobre todo con los niños y ellos son más vulnerables a los efectos adversos. Es una lástima que se consuman con tanta alegría. 

¿Cuánta influencia ejerce la publicidad? En televisión es muy frecuente ver anuncios de antigripales y otros productos.

Determinados fármacos se consumen más por la falsa idea que se ha implantado a través del marketing que por el consumo justificado. Pasa mucho con los complementos dietéticos. Por ejemplo, para que el pelo crezca con más fuerza.

Vamos con la homeopatía. Es muy crítica con la actuación de las autoridades sanitarias en España en las últimas décadas. ¿Cómo definiría la situación actual?

De cara a la galería ahora mismo hay tolerancia cero en la comunidad médica. Otra cosa es que en la práctica los médicos homeópatas sigan siendo tolerados y apenas se actúe con contundencia contra ellos. Aunque de cara al público se critica esta disciplina, es muy raro que los colegios de médicos tomen medidas contra los profesionales que practican pseudoterapias. La Organización Médica Colegial solicitó prohibir la homeopatía, aunque es vox populi que entre los colegiados hay médicos homeópatas y no se actúa cuando incumplen el código deontológico.

Pero es raro encontrar sociedades científicas que no sean críticas contra la homeopatía. ¿Ha perdido terreno?

Las ventas han disminuido muy considerablemente en España y en muchas regiones del mundo. En Francia se ha retirado la financiación pública de los tratamientos homeopáticos. En la universidad ya es muy raro, excepcional, ver algún curso o asignatura que tenga que ver con la homeopatía y antes no lo era. En España también se aprobó un Plan Nacional contra las Pseudoterapias en 2018 con un enfoque informativo, de clasificación y de acción, y voluntad de hacer algo contundente. Pero apareció la pandemia y el plan se ha retrasado bastante.

¿Ahora mismo todos los productos que no han demostrado su eficacia deben incluirlo visiblemente, a raíz del plan contra las pseudoterapias de 2018? 

Como se están revisando todavía, al final no sé en qué va a consistir. Se está analizando con detalle la evidencia científica de varias pseudoterapias pero no sé en qué va a quedar la cosa.

De cara a la galería hay tolerancia cero en la comunidad médica con la homeopatía, otra cosa es que en la práctica los médicos homeópatas sigan siendo tolerados y apenas se actúe

¿Se mete en el mismo saco la homeopatía y los productos naturales? ¿Es lo mismo? 

No son lo mismo aunque mucha gente lo confunde. La homeopatía no son remedios naturales. Algunos medicamentos homeopáticos pueden tener ciertos componentes naturales pero lo normal es que estos no tengan nada que ver. Son sustancias que pueden tener un origen vegetal, mineral o animal que se diluyen muchísimo hasta que no queda nada de la sustancia original. Y este liquido se impregna en glóbulos y se aplica tan cual. Tiene poco que ver con las plantas medicinales. 

No le gusta el término “natural”.

Es un término que se ha trastocado muchísimo, que se ha idealizado. Se asocia lo natural como algo inocuo y mejor y no es para nada así. Me resulta llamativo que tenga tanto prestigio. La cicuta es muy natural y a partir de una mínima cantidad te mueres. Es una clasificación con poco sentido en la medicina porque la medicina en sí misma es bastante antinatural.

En un capítulo habla de las plantas medicinales. Sobre el aloe vera llega a afirmar que es cancerígeno. 

La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria en 2018, tras un estudio detallado, observó que la planta ingerida, con potentes efectos laxantes, tiene unas moléculas que en animales se ha visto que generaban mayor riesgo de cáncer. No se puede precisar por debajo de qué dosis su consumo puede ser seguro pero hay que tener cuidado. Otra cosa es su aplicación para la piel que sí hay indicios de que es útil para las quemaduras, aunque no tenemos ensayos clínicos sólidos sino estudios de baja calidad que no nos permiten afirmar nada.

¿Y la valeriana?

Con la valeriana pasa un poco parecido, pero los resultados son bastante contradictorios sobre su utilidad para el insomnio. Se asume que va bien para el sueño pero miras la literatura científica y no hay nada sólido detrás. De hecho, la Academia Americana de Medicina del Sueño recomendó no consumir estos productos para el insomnio crónico. Como han estado ahí toda la vida asumimos que son efectivas. Pasa con otras plantas medicinales también.

Tras leer su libro, ¿teme que el paciente se instale en la desconfianza y eso alimente discursos negacionistas?

A los negacionistas les vale cualquier excusa porque cogen la información que respalda sus prejuicios. A la gente que tenga una visión positiva de la medicina y la farmacia le servirá para reconocer que no es oro todo lo que reluce. Es algo que pasa en cualquier sector, hay zonas de mejora y un primer paso para mejorar esas zonas es hablar de ello. 

Mucha gente que ha leído el libro me ha dicho que no tenía ni idea de determinadas cosas. Otra cosa que puede generar desconfianza es no hablar de estos temas con transparencia. En medicina y en la vida, la transparencia es clave. No me parece ético que se vendan productos sin informar a la población, porque si no lo haces con toda la información disponible, no eres libre en esa decisión.

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