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ENTREVISTA

Faustino, el descubridor de pueblos deshabitados: “Me impresiona la ruina, imaginar que un día allí hubo vida”

Faustino Calderón, en Àrreu, en el Pirineo de Lleida

Cristina Armunia Berges

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Faustino Calderón lleva 30 años visitando pueblos deshabitados. Lo que empezó como una afición tras leer un artículo sobre un pueblo vacío de Guadalajara en un suplemento dominical se ha convertido en un extenso trabajo de documentación con fotos y entrevistas a los últimos habitantes de lugares desaparecidos. Este madrileño de 58 años ha visitado más de 1.100 pueblos y, desde hace varios años, lo va relatando todo en su blog. La ruina, el silencio y la soledad son las tres cosas que le mueven a hacer viaje tras viaje durante los fines de semana. De lunes a viernes trabaja en el servicio de limpieza de Madrid. Es conductor de “uno de los camiones que van regando las calles”, comenta.

“Las ruinas pueden ser hermosas, solo depende de los ojos que las miran”, explica al otro lado del teléfono. No suele decidir sus excursiones con mucha antelación. Espera a que llegue el viernes para ver qué tiempo va a hacer y decide sobre la marcha su próxima escapada. Tiene pendiente algunos pueblos de la serranía de Guadalajara y de la zona de El Burgo de Osma, en Soria.

¿Cuándo empezó a buscar pueblos deshabitados?

Llevo más de 30 años. Siempre me ha gustado el tema de los pueblos que se han quedado vacíos. Antes, como no había Internet, por puro entretenimiento, iba visitándolos. Hacía algunas fotos, los grababa en vídeo. Después, cuando llegó Internet, se me ocurrió dar a conocer todos estos lugares que yo llevaba visitando tanto tiempo con un blog. A la vez que mostraba los pueblos, mi afán era el de reivindicar su memoria, que se iba a quedar en el olvido. Contar cómo era la vida en ellos, las causas por las que se marchó la gente, la agricultura, la ganadería, la escuela.

Me embarqué en esa tarea buscando a gente que había vivido en esos pueblos para que ellos me contaran cómo era la vida allí. Visitándolos llevo más de 30 años y hace 12 años puse en marcha la página y ya llevo más de 1.100 pueblos.

¿Cuál fue el primer pueblo que se encontró?

El primer pueblo fue Villacadima, al norte de Guadalajara, que hoy en día ya no está deshabitado. Se han recuperado algunas casas para fines de semana por los descendientes de los que vivieron allí. Villacadima fue una de las cosas que me hizo aficionarme.

Siempre me había gustado el mundo de lo rural. A finales de los 80, cayó en mis manos un suplemento dominical de los periódicos de aquella época y tenía un reportaje sobre este pueblo. El autor mostraba una serie de fotografías y hacía una semblanza de lo que había en el pueblo. Esto se une a que siempre me ha apasionado Labordeta, lo que cantaba en Aragón a los pueblos que se quedaban allí vacíos. Él lo captaba a través de sus letras con mucha amargura y mucha tristeza. Todo esto fue germinando en mi cabeza.

Al siguiente fin de semana de leer el reportaje de Villacadima fui a ese pueblo y quedé impresionado con lo que vi. Parecía que la gente se acababa de marchar. Las casas estaban abiertas, había enseres en su interior, la iglesia estaba abierta, pero no había ni un alma por la calle, ni un perro que ladrara. Nada. Desde entonces, ha sido una carrera continua hasta hoy.

¿Los 1.100 pueblos aparecen en su blog?

No. En el blog tendré documentados unos 230 o así. Antes, me dedicaba a visitarlos sin más. Con Internet es cuando di el paso de querer documentarlos, de querer adentrarme en sus entrañas, de buscar gente que vivió en esos pueblos para que ellos me contaran lo que pasó.

¿Usted tiene pueblo?

Sí, se llama La Hija de Dios y es el pueblo de mi madre. El gusanillo nació primero por ahí. Me gustaba el mundo rural desde niño. Como era el mayor de los hermanos, incluso me dejaban allí algunos veranos con los abuelos. Ya desde niño iba por mi cabeza todo esto. Ya veía que la gente migraba y que cada vez se cerraban más casas. En verano, voy unos días al pueblo con mi mujer.

¿Qué es lo que más le impresiona cuando llega a uno de estos pueblos?

Me impresiona la ruina. Ver un pueblo, imaginar que allí hubo vida y ahora verlo en ruinas. Luego también me impresiona mucho el silencio y la soledad. Escuchar el silencio, o sea, no escuchar nada más que los sonidos naturales si hace aire, el batir de las ramas, el propio viento o un arroyo que pasa. No ver a nadie impresiona.

Las ruinas son tristes, pero son hermosas a la vez. Estás viendo casas que en su día tuvieron vida y que se van desmoronando, les falta el tejado o un muro. Las ruinas, depende de los ojos con que se miren, son hermosas. 

¿Por qué quiere recuperar y conservar la memoria de los pueblos?

No pueden caer en el olvido. En esos lugares vivieron nuestros padres y nuestros abuelos. Son pueblos que cuando la última personas muera, y va a ser dentro de muy poco, ya no habrá nadie de primera mano que nos pueda contar nada. Vamos a ver un grupo de casas caídas, muertas, que no nos va a decir nada. Que las generaciones venideras sepan por qué se marchó la gente, entender que la vida era muy dura en esos lugares hace no tantos años y empatizar con ello. Los pueblos mueren, desgraciadamente, pero que al menos la memoria quede.

¿Qué historia es la que más le ha impactado?

Cuando llego a los pueblos lógicamente no hay nadie. A lo mejor en alguno todavía vive una persona. Entonces lo que hago es indagar por los pueblos de alrededor para ver si consigo encontrar a alguien que haya vivido allí. Normalmente, siempre hay alguien que se quedó en los pueblos cercanos, en los pueblos más grandes. Alguien te dice “ahí vive tal persona que vivió en este pueblo”. Otras veces me dan un teléfono de gente que vive en Madrid o en Barcelona y ya el contacto no es personal, es telefónico, pero bueno. Siempre que puedo intento que sea personal.

Te cuentan historias de todo tipo. Historias muy sencillas que ahora nos llamarían la atención. Niños que con seis o siete años iban en un grupo de tres o cuatro caminando una hora diaria para ir a la escuela. Ahora a los niños los llevan en coche aunque vivan a 300 metros. Había aldeas pequeñas que no tenían colegio y tenían que ir al del pueblo de al lado con frío y mal vestidos, en alpargatas.

O cosas como cuando llegó la primera radio al pueblo. Eso era un acontecimiento. No había ningún medio de comunicación ni nada y alguien compraba una radio en la ciudad, o la traía algún familiar. Venía la gente y se sentaba a la fresca a escuchar la radio para saber lo que pasaba en el mundo. Más aun cuando llegó algún televisor.

También cuentan cómo eran las fiestas patronales. Cómo les cambiaba la vida por dos o tres días, en los que se olvidaban un poco de las tareas del campo y de estar con el ganado. Eran días muy esperados porque se reencontraban con gente de otros pueblos y con familiares.  

¿Alguna persona después de leer su blog le ha pedido que le ponga en contacto alguna de las personas que ha encontrado?

Sí. Se han producido varios reencuentros a través de mi blog. Hubo un caso de una persona en un pueblo de Huesca, Bagüeste, que era la hija de la maestra que estuvo destinada allí por varios años. Ella participó en mi reportaje y lo leyó otra mujer que fue compañera de ella en la escuela e hice que se encontraran personalmente. Fue muy emocionante para ellas porque llevaban 40 o 50 años sin verse.

Luego también hay mucha gente que se emociona al leer un reportaje sobre el que fue el pueblo de sus padres o de sus abuelos y te dicen “me he emocionado leyéndolo e incluso se lo he leído a mi madre y le han caído lágrimas de recordar”. Incluso gente de Argentina me ha escrito contándome que su abuelo o su padre emigró desde aquí a Argentina en los años de la posguerra y ellos, buscando sus raíces en Internet, dieron con el pueblo de su abuelo. Les emocionaba en la distancia ver dónde vivieron sus abuelos.

¿Cuál es el pueblo deshabitado que más le ha sorprendido?

A mí me impresionan todos, pero escogería Aramunt Vell, que está en Lleida, que es un pueblo que se ha quedado vacío lamentablemente. Pero si hubiera conseguido quedarse con vida, estaríamos hablando de uno de los pueblos más bonitos de España. No tendría nada que envidiar a Albarracín, a Pedraza o a Sos del Rey Católico, pueblos medievales que son muy turísticos hoy en día. Es un pueblo del mismo estilo. Medieval, con calles estrechas, con pasadizos y puertas de entrada antiguas.

¿Alguna vez ha sentido miedo o se ha arrepentido de llegar a alguno de estos pueblos?

Es un poco peligroso porque las casas están en mal estado. Además, siempre que puedo, me gusta curiosear en las casas que todavía se puede entrar, imaginarme cómo era la vida al ver la cocina, las alcobas. Tiene su peligro porque corres el riesgo de una caída, pero me puede más la curiosidad que el miedo de tener algún percance. Lo que sí que me da es mucho respeto, por el silencio y porque no ves a nadie. En algunos casos el aspecto es fantasmal.

¿Cómo ve el resurgir de la voz de los pueblos a través de movimientos ciudadanos y también políticos de la mano de la España Vaciada?

Creo que es un boom pasajero que tal y como ha llegado se va a ir. Para empezar, el concepto de la España Vaciada no me gusta, no me parece acertado porque no está vacía. Vive gente. Yo más bien diría la España olvidada, que es lo que ha estado siempre por las administraciones.

Parece que han descubierto ahora el tema de los pueblos deshabitados y es un proceso que lleva produciéndose desde la década de los 60, que es cuando centenares de pueblos se quedaron vacíos. Lleva 50 años este fenómeno y ahora parece que se han sensibilizado un poco. Pero el tema de los políticos tampoco es muy fiable porque van a favor de corrientes. Muchos de estos pueblos se quedaron vacíos por culpa de las administraciones, porque no los dotaban de infraestructura, no les llevaban la luz, el agua, una carretera en condiciones o un médico cerca. Las administraciones los olvidaron y los políticos fueron los culpables en cierto modo de que la gente se marchara. Y llegamos a 2022 y la cosa sigue igual, hay poca ayuda y poco interés. Los pueblos van a seguir vacíos y la gente concentrada en las grandes ciudades.

En su opinión, ¿qué necesitan los pueblos para dejar de desaparecer?

Necesitan ayuda de las administraciones. Habría que hacer hincapié en apuntalar los pueblos en los que quedan cuatro o cinco habitantes, que todavía están en pie y que tienen una serie de infraestructuras. Que no se vayan los que quedan y si se puede atraer a alguno más. Dotar de buen acceso a Internet, que lleguen subvenciones para el que quiera montar algún tipo de negocio de ganadería, de productos ecológicos o turismo rural. Dar facilidades para que salgan adelante.

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