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La islamofobia crece con la crisis

EFE

Sofía Pérez Mendoza

En un escenario de grave crisis económica, el rechazo de una buena parte de los españoles a compartir igualdad de trato en materia de empleo, educación, sanidad y todo tipo de asistencia social con la población inmigrante puede evidenciarse no solo en las encuestas, sino también en el día a día de estos colectivos. Pero esta xenofobia no suele viajar sola. Según el Informe RAXEN 2010, viene acompañada de intolerancia religiosa y cultural. Este documento, elaborado por la organización Movimiento contra la Intolerancia, constata que “el miedo, la sospecha y el odio están pasando a ser sentimientos públicos del día a día, legitimando la difamación y las formas más severas de castigo como normales”.

Amparo Sánchez, española y musulmana, es la primera mujer que dirige una entidad islámica en España. Preside la Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia, una organización nacida hace tres años con el objetivo de “conseguir paliar los prejuicios que alimentan la intolerancia al Islam y a los musulmanes en todos los ámbitos”. Hasta 2010 no existía ninguna iniciativa unitaria para luchar contra los delitos de odio motivados por la islamofobia. “La soledad de las víctimas y la falta de respuesta social e institucional nos convencieron de su necesidad”, afirma Sánchez.

Según el relator oficial de la ONU hasta 2008, Doudou Diené, la islamofobia se define como “un sentimiento de hostilidad y miedo hacia el Islam y, por ende, hacia los musulmanes”. Esta fuerte hostilidad describe al musulmán como destructor de Occidente e incluso terrorista. Los datos publicados por Amnistía Internacional en 2012 revelan que el 37% de los españoles apoyaba las protestas en contra de la construcción de lugares de culto musulmanes. El mismo porcentaje consideraba aceptable expulsar de un centro educativo a una estudiante por el hecho de llevar la cabeza cubierta por un pañuelo.

No existen datos oficiales de las denuncias por islamofobia en España ya que, como explica Sánchez, “en el Código Penal no hay una tipificación específica de los delitos de odio, como sí ocurre en otros países de la Unión Europea”. En esta situación resulta muy complicado cuantificar estas denuncias, lo que provoca un desconocimiento del estado de la cuestión y una reducción de la visibilidad del problema. “Creo que sería fundamental crear un servicio contra los delitos de odio en todas las Fiscalías Provinciales, además de formar adecuadamente a policías, operadores jurídicos y funcionarios al respecto”, demanda.

A esta dificultad hay que añadir, según la presidenta de la Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia, “el miedo que las víctimas tienen a denunciar”. Cuando una persona pone una denuncia, “se convierte automáticamente en un objetivo con nombre y apellidos”. Amparo reconoce que las víctimas se sienten “solas e indefensas” y temen que acudir a una comisaría pueda empeorar su situación. Por eso, “se debería considerar que los datos del denunciante no aparecieran en el expediente”.

Las mujeres, víctimas

Las mujeres son el sector de la población musulmana más castigado por la discriminación, y así lo afirma Esteban Beltrán, director de la sección española de Amnistía Internacional. “Es un escándalo que las autoridades permitan que a las mujeres musulmanas se les niegue empleos por su religión y a las chicas se les impida asistir a clase si usan pañuelo”, lamenta Beltrán. Amparo, quien sufre la discriminación en primera persona, explica cómo “las malas miradas y los comentarios diarios van calando poco a poco en las mujeres que llevan el hiyab”. Y puntualiza: “No son delitos de odio que tengan repercusión en los medios, pero lo sufrimos a diario y es dramático”.

La discriminación laboral es una de las realidades que más afecta a las mujeres musulmanas. “La mayoría de las mujeres que acuden a la plataforma no ha conseguido nunca un trabajo acorde a su formación, simplemente por llevar el hiyab”, manifiesta Sánchez. El objetivo de estas hostilidades es, a su juicio, “amedrentar al colectivo y hacer de nosotros un bloque monolítico para excluirnos”.

Los proyectos de construcción de mezquitas o la apertura de algún centro de culto también suelen ser motivos de conflicto. Amparo reivindica que “son lugares de culto y deberían estar reconocidos como tales, al igual que una parroquia o una sinagoga”. También explica que “las amenazas a través de pintadas en las mezquitas son un problema recurrente que mueve a las víctimas a acudir en busca de apoyo”.

Los medios de comunicación tienen una responsabilidad fundamental en la creación de una determinada imagen social de los colectivos musulmanes. Según el informe elaborado por el Observatorio Andalusí en 2012, “ha descendido el nivel de desinformaciones sobre lo islámico que insertan confusión y opinión negativa sobre el Islam y los musulmanes”. Aún con ello, Sánchez considera que “siguen dándose muchas confusiones terminológicas que pueden conducir a la criminalización de 1.500 millones de musulmanes en el mundo”.

La crisis económica, que ha llevado a una situación dramática a millones de españoles, ha contribuido a extender el mensaje del “nosotros contra ellos”. Amparo cree que el mensaje xenófobo ahora cala más hondo y bromea haciendo referencia al discurso dominante: “La culpa la tienen estos que están chupando del bote”. Y así también lo corrobora el informe RAXEN 2010, que alerta del desarrollo de una mentalidad que “culpa de los actuales problemas” de España a quienes no son sino víctimas, y que “pretende ignorar la contribución esencial de los inmigrantes para la vida social, económica y cultural” de cualquier país del mundo.

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