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Sanidad quiere poner coto a los vapeadores y planea equipararlos a los cigarrillos

Un hombre vapeando, en una imagen de archivo

David Noriega

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En 2010, la inteligencia artificial aún parecía cosa de ciencia ficción, había que patear el suelo para impulsarse en un patinete y las grandes ciudades no se planteaban restringir el acceso en vehículo privado al centro. Aquel año se aprobó el último gran cambio regulatorio que afectaba al tabaco. Era un momento en el que eso de aspirar de un tubo de plástico de colores chillones estaba todavía lejos de ser una moda. El Ministerio de Sanidad quiere retomar el plan integral contra el tabaquismo y, adaptar esa estrategia a los nuevos hábitos y adicciones supone meter mano a la creciente división de la industria: los vapeadores. El objetivo: “Alcanzar la primera generación libre de humo”.

A principios de diciembre, la ministra Mónica García anunció su intención de “sacar del cajón el plan integral antitabaco”. La estrategia de salud pública iba a ser una de sus puntas de lanza en el Gobierno. “No podemos darle la espalda a la medida que más años de vida puede suponer a la población”, explicó mientras señalaba a las terrazas de bares y restaurantes como próximas zonas libres de humo. Quedaban en el aire las medidas que afectarían a los vapers, para los que garantizó “una regulación específica”.

Apenas dos meses después, Sanidad va perfilando cuáles son sus intenciones para con los cigarrillos electrónicos. “Queremos equipararlos al tabaco normal, sobre todo aquellos que incluyan nicotina”, explica el nuevo director general de Salud Pública y Equidad, Pedro Gullón. La medida es una vieja petición del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT). En la declaración de Madrid 2018, tras la Conferencia Internacional para el control de tabaco, ya se reclamaba “aplicar la actual regulación sobre espacios sin humo a todos los productos relacionados”. Sin embargo, las resistencias de la industria, que ha encontrado en estos productos un filón de consumo en un mercado que iba a la baja, son muchas y fuertes. Frente a ellas, el Ministerio insiste: “Nuestra intención es equipararlos”. “Siempre hay presiones pero nos da igual, tenemos claro el plan contra el tabaco”, aseguró Gullón en una reciente entrevista en elDiario.es.

En 2021, el Ministerio impulsó un plan que incluía la prohibición de fumar en el coche, más impuestos y regular el uso, la venta y la promoción de los cigarrillos electrónicos. La estrategia quedó enterrada en un cajón y la entonces titular de Sanidad, Carolina Darias, puso rumbo a la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria. Las islas son las principales productoras de tabaco de España, con cerca de 540 millones de cigarros y cigarrillos en la primera mitad del año 2023, según datos de Hacienda.

“Sabemos que hay familias que viven del tabaco, pero no se trata de fastidiar a nadie, sino de cambiar el estilo de vida que tenemos. En Extremadura se pueden plantar más cerezos, olivos o algarrobos y en Canarias frutas tropicales”, explica el presidente del CNPT, Francisco Pascual. Este doctor en Medicina señala que el plan integral lleva ya tres años de retraso, por lo que habría que impulsar de inmediato esa “ruta clara y con un cronograma” desde cero. “Desde 2021 ha habido nuevos datos: tenemos un pequeño descenso y cambios en el perfil del consumidor”, indica.

Más de la mitad del alumnado ha consumido cigarrillos electrónicos

El tabaco sigue siendo la segunda sustancia psicoativa con mayor prevalencia entre los alumnos de 14 a 18 años. Según la Encuesta sobre el uso de drogas en enseñanzas secundarias en España 2023 (Estudes), el 33,4% de los estudiantes entre esas edades han fumado tabaco alguna vez en su vida, el 27,7% lo hicieron en el último año y un 7,5% lo hacen diariamente. Esta última es la cifra más baja de la serie histórica y supone un 1,5 puntos porcentuales menos que en la edición anterior, en 2021. Sin embargo, el informe arroja otro dato preocupante: más de la mitad de los estudiantes reconoce hacer consumido cigarrillos electrónicos, un 23% más que hace dos años. Pero no solo eso, el 19,3% de los chicos y el 26,4% de las chicas han utilizado estos dispositivos con nicotina y/o cannabis.

A finales de año, la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre drogas publicó los resultados de un estudio piloto sobre posibles adicciones comportamentales en menores de 12 y 13 años. El trabajo, que viene a ampliar los datos de Estudes, indicaba que el 8,5% del alumnado reconocía haber fumado tabaco alguna vez en su vida, el 6,5% en el último año y el 4,1% en el último mes. En el caso de los cigarrillos electrónicos las tasas eran del 25,2%, del 21% y del 11,2%, respectivamente. Tras conocerse estos datos, la ministra García aseguró en su cuenta de X que “los vapeadores tienen apariencia de juguetes y sabores dulces, pero son perjudiciales y suponen la antesala del tabaquismo”.

“Es cierto que algunos vapeadores no contienen nicotina, así que no tienes adicción a esa sustancia, pero no están exentos de tener un riesgo para la salud, sobre todo relacionados con problemas pulmonares. Y, si hablamos de los niños, estamos generando un hábito. Lo teníamos muy claro hace unos años, cuando se prohibieron los cigarrillos de chocolate (con la ley antitabaco de 2005) porque podían impulsar ese hábito tabáquico”, explica Pascual, que señala que “el consumo de vapers es la entrada a otras sustancias”.

La reducción de daños, sin evidencia sólida

Los defensores de los cigarrillos electrónicos llevan años cultivando la idea de la “reducción de daños del tabaco” (THR, por sus siglas en inglés). La teoría de esa estrategia, envuelta muchas veces en una supuesta pátina científica, es que estos dispositivos son más inocuos que el tabaco y que, además, ayudan a abandonar los cigarrillos tradicionales. En la práctica, el principal estudio que avala esta teoría fue respondido por varios expertos que lo definieron como “metodológicamente débil” y con conflictos de interés que planteaban “serias dudas sobre las conclusiones”.

Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, los niños que usan estos dispositivos tienen hasta el triple de probabilidades de consumir tabaco en el futuro que aquellos que no lo hacen. En 2020, el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas aprobaron un informe en el que destacaban que no existe evidencia sólida sobre la hipótesis de que tengan utilidad como herramienta para abandonar el tabaquismo. Además, advertía de los riesgos del aerosol del cigarrillo, que contendría sustancias carcinogénicas, y de los efectos para la salud a corto plazo, con lesiones pulmonares asociadas al vapeo. Un año antes, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) monitoreó un brote de lesiones pulmonares asociado a estos productos, que provocó 2.668 hospitalizaciones y 57 muertes.

Las estrategia de reducción del daño es una falsa solución, al representar una estrategia comercial de la industria tabaquera para incrementar sus ventas dificultando el control del tabaquismo

Sociedad Española de Neumología

La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) se ha posicionado claramente en contra de estas estrategias de reducción del daño. “Es una falsa solución, al representar una estrategia comercial de la industria tabaquera para incrementar sus ventas dificultando el control del tabaquismo, ya que retiene a los fumadores en el consumo de tabaco e impide que estos hagan intentos serios de abandono”, indicaron en un documento de posicionamiento. En el mismo texto indicaban que “estos productos son una puerta de acceso a los adolescentes en el tabaco”.

“Señorías, me preocupa especialmente la llamada 'reducción de daños' asociada a las nuevas formas de fumar”, reconoció García en la Comisión de Sanidad del Congreso, que señaló que era “especialmente peligroso para la población joven, a la que facilita el acceso a la nicotina a sabores afrutados y formatos visualmente atractivos”.

Los vapeadores desechables, en el disparadero

Más allá de los anuncios, desde el Ministerio se han dado algunos pasos en firme contra el tabaquismo. Hace un par de semanas, el Consejo de Ministros aprobó la transposición de una directiva europea que obliga a levantar las excepciones de las que goza el tabaco calentado. Aunque no incluye a los vapeadores, para mediados de abril esos productos de tabaco procesado sin combustión ya no podrán tener aromatizantes y deberán incluir una advertencia clara sobre los riesgos para la salud, como ocurre con las cajetillas convencionales.

En lo que respecta a los cigarrillos electrónicos, García aseguró que no solo importa la salud, sino también “la parte ecológica que tiene que ver con los vapeadores desechables”. Esta es la línea en la que están avanzando algunos países del entorno. Francia anunció que los prohibiría, en un paquete de medidas que incluye declarar playas, parques y entornos escolares espacios libres de humo, así como elevar el precio de la cajetilla de 10 a 13 euros. Reino Unido hará lo propio con los vapers no recargables. Los que sí lo son pasarán a tener un empaquetado neutro y límite a los sabores.

El presidente de México, Manuel López Obrador, ha ido más allá. A finales de enero anunció una reforma constitucional para prohibirlos: “Así como lo del consumo de drogas químicas como el fentanilo, así también vamos a pedir la prohibición de los vapeadores y también otras cosas que no quiero adelantar ahora, pero sí se va a plantear porque es un criterio mercantilista y corrupto”. Según datos de la OMS, en el mundo hay 2.000 millones de personas que no están protegidas por ninguna restricción reglamentaria sobre los cigarrillos electrónicos con nicotina.

También la parte impositiva está en el foco de Sanidad. Equiparará los cigarrillos tradicionales y electrónicos. “Vamos a trabajar en ello, teniendo en cuenta que vamos a aumentar el precio del tabaco, porque es de las estrategias más efectivas para la reducción del consumo, que es la meta número 1 del plan integral contra el tabaquismo y es, quizá, donde España está un poquito más lejos”, explica Gullón.

Se recaudan 9.000 millones de euros por el tabaco, pero nos gastamos tres veces más por las consecuencias en la salud que genera

Francisco Pascual Presidente del CNPT

“Se recaudan 9.000 millones de euros por el tabaco, pero nos gastamos tres veces más por las consecuencias en la salud que genera”, defiende Pascual. Según los datos de la Sociedad Española de Epidemiología, cada año mueren en España alrededor de 63.000 personas a causa del tabaco, de las que el 21% son menores de 65 años. Desde esta sociedad, hacían un llamamiento a actualizar las políticas, con “estrategias dirigidas a la prevención del inicio y al cese del consumo, tanto de tabaco convencional como de nuevas formas de consumo”.

Con motivo del pasado Día Mundial sin Tabaco, que se celebra en mayo, el Consejo General de Dentistas advirtió en un comunicado que los estudios, “todavía escasos”, sobre los vapeadores “muestran evidencias de que también tienen consecuencias para la salud bucodental”. Y cita: “un posible aumento del riesgo de cáncer oral y un claro impacto sobre las enfermedades periodontales”.

Pese a la evidencia sobre los beneficios para la salud de la reducción del tabaquismo, el hecho de que el antiguo plan nunca se haya aplicado y lleve años hibernando, hace pensar que el camino para Sanidad no será fácil. Preguntado sobre si teme presiones de la industria para que esa estrategia caiga en saco roto, el director general de Salud Pública era claro: “Supongo que habrá presiones, pero vamos a ir con la salud por delante”.

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