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¿Son las manos 'mutiladas' de la cueva de Gargas la primera lengua de signos?

Algunas de las manos incompletas de las cuevas de Gargas

Antonio Martínez Ron

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En las paredes de las cuevas de Gargas, en el lado francés de los Pirineos, hay más de doscientas manos humanas “silueteadas” en varios colores. Fueron creadas hace unos 27.000 años, cuando sus autores las pintaron en “negativo”, es decir, colocaron la mano contra la superficie y, mediante una especie de aerógrafo, rociaron el dorso con pigmentos negros, rojos y blancos para dejar la silueta. Las manos aparecen en muchas posiciones y tienen diferentes tamaños; las hay tanto de hombres como de mujeres y hasta de bebés, igual que en otras cuevas del Paleolítico. 

Pero, desde su descubrimiento en 1906 por el naturalista y espeleólogo Félix Régnault, las manos de Gargas llamaron la atención por una característica especial: la gran mayoría aparecen mutiladas.

De las 231 huellas de manos humanas de Gargas, en al menos la mitad (114) faltan uno o varios dedos, y solo diez de las que se pueden apreciar con nitidez aparecen completas. Muy cerca de allí, en la cueva de Tibiran, en la misma montaña, se descubrieron en 1956 otras seis manos con dedos ausentes, a las que después se han unido otras como las de Fuente del Trucho (Huesca), Maltravieso (Cáceres) o la cueva submarina de Cosquer (cerca de Marsella), donde decenas de impresiones de manos aparecen sin uno o varios dedos, como si todos los grupos de una misma región y una misma época — principios del Gravetiense— se hubieran puesto de acuerdo.

Las teorías explicativas se han sucedido desde entonces y siguen apareciendo en la actualidad. Se ha hablado de una utilización simbólica, de su uso como una especie de “firma del artista” y hasta de que se trataba de representaciones de números. En 1957, la teoría lanzada por el paleopatólogo belga Paul Janssens, que atribuyó la pérdida de los dedos a la congelación, cobró mucha fuerza, pero la que ha ganado más terreno ha sido la que propuso el prehistoriador francés Henri Breuil, quien aseguró que se trataba de mutilaciones rituales como las que se han documentado en otros grupos humanos. Como muestra, en un estudio reciente, de 2018, un grupo de investigadores canadienses vino a reforzar esta vieja hipótesis comparando las huellas de Gargas con estudios etnográficos de 121 sociedades de África, Asia, América y Oceanía donde sus miembros se cortan algunos dedos.

Gestos en el aire

En medio de este debate, los investigadores vascos Aritz Irurtzun y Ricardo Etxepare, ambos miembros del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS), lanzaron en 2021 una teoría todavía más revolucionaria y provocadora: ¿y si lo que estamos viendo son las primeras representaciones que utilizaron los cazadores de hace 27.000 años para comunicarse por gestos? 

Para abordar la cuestión, estos dos lingüistas decidieron usar una nueva perspectiva y utilizaron una serie de herramientas que se emplean habitualmente para analizar la complejidad de las lenguas de signos. Se trataba de medir cómo de articulables serían estos supuestos gestos que representan las manos de las paredes de Gargas. Y creen que los resultados obtenidos refuerzan su hipótesis. “Lo que vemos es que solo representaron los gestos que son articulables en al aire, lo que le da cierta plausibilidad a la idea de que pudiera ser un lenguaje gestual o de signos”, explica Irurtzun a elDiario.es.

Los autores sostienen que las plantillas que aparecen en Gargas corresponden al tipo de forma de mano que normalmente se encuentra en los lenguajes de señas. “Hay algunos gestos que se pueden hacer sin apoyarse en una pared, como subir el índice, pero hay otros que no podemos hacer en el aire, como levantar el dedo anular con el resto de dedos bajados”, explica el investigador vasco. “Se te cae, porque no tienes un extensor que te levante el dedo anular independientemente de los otros, pero contra una pared sí los puedes hacer: ese tipo de posición ‘imposible’ no la encontramos en las cuevas”.

Una lengua de cazadores

A lo largo del trabajo publicado en 2021, los dos investigadores también rechazan algunos de los argumentos que apoyan las otras interpretaciones. “Estamos hablando de poblaciones cazadoras-recolectoras en la Edad de Hielo, amputarse los dedos es bastante mala idea en esa época, tienes que cazar y llevar cosas de un lado a otro”, señala Irurtzun. “Además, si vas a poblaciones donde se hace esto, ves que típicamente empiezan por la falange distal del dedo meñique, pero no encontramos eso en las cuevas, aquí encontramos todo tipo de patrones digitales y en todo tipo de individuos”.

A su favor, y recurriendo también a la etnografía, esgrimen un hecho clave: la existencia de otras lenguas de signos para comunicarse en silencio, algunas de las cuales se han representado pictóricamente. Retoman así la teoría que lanzó el etnólogo francés André Leroi-Gourhan en 1967, cuando conjeturó que estas manos quizá representaban un código de gestos para comunicarse durante la caza sin hacer ruido, como el que utilizan los bosquimanos de Bostwana. 

“Tanto los aborígenes australianos como los indios de Norteamérica tienen lenguas para comunicar en silencio, y hay evidencia de que representan sus lenguajes de signos en el arte pictórico”, subraya Irurtzun. “Si son cazadores y vas a cazar un animal, es conveniente tener un lenguaje que no pueda ser escuchado por la presa, para que no huya”. Se refiere al lenguaje de gestos de los indios de las praderas, que estaba ampliamente extendido en el norte del continente americano y no solo servía para cazar, sino para comunicarse entre tribus. Y a la lengua de signos de los aborígenes australianos, donde hay más de 80 grupos humanos que han usado los signos en procesos de duelo y rituales, y lo pintaron en las paredes. Además de otros casos, como el de las lenguas de signos de algunas órdenes monásticas, para sortear el voto de silencio, y el lenguaje de signos de las esposas armenias, donde a las recién casadas se les obligaba a guardar silencio y hablar por gestos por respeto a sus parientes. 

¿La primera escritura?

Debido a su naturaleza, es difícil confirmar al cien por cien ninguna de las hipótesis sobre las manos “mutiladas”, pero se pueden poner a prueba los argumentos. Los autores insisten en que no se trata de una comunidad de sordos que desarrollara un lenguaje alternativo, sino lo que se conoce como una “lengua de signos secundaria”, es decir, una versión signada de la lengua oral, que tiene unas características diferentes de la lengua de signos que usan los sordos.

“Lo que sabemos sobre estas manos es que son algo muy específico de un periodo y de una zona, del Gravetriense y de la zona francocantábrica y sobre todo pirenaica”, asegura Irurtzun. “Hablamos de humanos anatómicamente modernos, como nosotros, que ya hablaban lenguajes orales y la hipótesis es que también pudieran tener lenguajes gestuales y lo plasmaban en el arte que hacían en las cuevas”. Una lectura “fuerte” de sus resultados, admite el investigador con todas las cautelas, es que si su hipótesis fuera cierta estaríamos ante una primera protoescritura. “Aunque igual ‘escribir’ es una palabra demasiado gorda”, se autocorrige. “Sería más bien la primera representación pictórica de un lenguaje”.

“Obviamente sería el primer caso de escritura de una lengua, que sería muy anterior a cualquier texto escrito, porque incluso los pictogramas, o la escritura cuneiforme, no tienen más de 6.000 o 7.000 años y aquí estamos hablando de 25-27.000 años, dependiendo de la cueva”, reconoce Antonio Benítez Burraco, catedrático de lingüística y autor del libro El origen del lenguaje (Almuzara, 2023). A su juicio, se trata de “un trabajo multidisciplinar serio y riguroso” y, de confirmarse lo que defienden estos dos lingüistas, estaríamos ante un hecho muy relevante para comprender la evolución de nuestro propio lenguaje, e incluso de la propia gestualidad, que pudo tener un papel clave en las primeras etapas.

Lo gestual fue más importante y poco a poco ha ido ganando preeminencia lo oral”. Y entendiendo esa gestualidad entenderemos mejor el origen del propio lenguaje

Antonio Benítez Burraco Catedrático de lingüística y autor del libro 'El origen del lenguaje'

“Hay un cierto consenso en que lo gestual fue más importante y poco a poco ha ido ganando preeminencia lo oral”, explica. “Y entendiendo esa gestualidad entenderemos mejor el origen del propio lenguaje”. Por otro lado, Benítez Burraco considera que el hecho de que estas comunidades del Gravetiense compartieran una serie de signos para comunicarse indicaría que había gente hace 40.000 años comportándose exactamente igual que nosotros. “Encontrar lo que serían grafitis, escritura tal y como seguimos haciendo, sería importante para el debate que hay sobre la cognición humana: nadie podría cuestionar la modernidad ni cognitiva ni cultural de esas personas”.

La seña de Ronaldinho

Al prehistoriador español Sergio Ripoll López, que ha estudiado con detalle las representaciones de manos en cuevas como la de Maltravieso o El Castillo (Cantabria), no le pilla por sorpresa este resultado y cree que no hay duda de que se trata de un lenguaje. “Tenemos documentadas más de 500 manos en todas estas cuevas, y en ninguna falta la primera falange, lo que descarta las hipótesis de la congelación y las mutilaciones”, señala. En muchos sitios hay pruebas de que las manos se pintaron con todos los dedos completos y después se repasó con pigmento para ocultar algunos, lo que indica una intencionalidad. “Es un lenguaje icónico, pero un lenguaje al fin y al cabo. El problema es ese, que nos falta el librito o la piedra Rosetta que nos podría ayudar a interpretarlo”. 

Miguel Cortés, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Sevilla, no cree que se debiera a amputaciones, pero tampoco apoya la teoría de que sea un lenguaje. Más bien apuesta por algo más sencillo, como una marca identitaria de un grupo. “Como aquel gesto de la mano que hacía Ronaldinho cuando metía un gol, para identificarse”, apunta divertido. Para que fuera un lenguaje, asegura, necesita de una estandarización y una variabilidad suficiente para poder abarcar todas las necesidades del idioma que no cree que aparezca en las manos de estas cuevas. “Si analizas el repertorio, es todo muy limitado, una serie de fórmulas reiterativas”. Además, añade, estamos hablando de un territorio muy extenso y de un periodo de tiempo muy amplio, de entre 4.000 y 5.000 años. “La pregunta sería: durante estos 4.000 años, ¿en todos los territorios donde aparecen todas las manos tienen el mismo significado?”.

En defensa de las mutilaciones

Como muestra de que el asunto no está ni mucho menos zanjado, la catedrática de Prehistoria Pilar Utrilla sigue aportando la hipótesis de los dedos mutilados por congelación. Así lo defendía en un trabajo de 2005 sobre las manos en las cuevas de Gargas, Tibiran y Fuente del Trucho. “Es una hipótesis pensando que pudieron atravesar los Pirineos (hay 110 km entre Gargas y Trucho) y perder las últimas falanges, como los montañeros del Himalaya”, mantiene ahora, muchos años después. “Quienes descartan esta hipótesis se basan en que no faltan nunca falanges en los pulgares aunque en el Trucho puede faltar (o estar escondido) el pulgar entero. Pero el pulgar es más corto que el resto y se mueve mucho más por ser el único oponible y es lógico que sea el último en congelarse”.  

Brea McCauley, investigadora de la Universidad Simon Fraser que publicó un estudio reciente apoyando la hipótesis de las mutilaciones, no cree que haya evidencia suficiente para respaldar la idea de que las imágenes de manos solo se hicieran doblando los dedos. En la cueva de Gargas, argumenta, se encontró una huella de una mano en barro endurecido a la que le faltaba la mitad del dedo meñique. “Esto corrobora la evidencia de que al menos algunas de las personas que visitaron la cueva tenían dedos amputados”, defiende. Teniendo en cuenta que los meñiques son el dedo que se secciona con más frecuencia en los rituales de amputación de dedos y aparecen ausentes en otros lugares como Maltravieso, cree que su hipótesis no se puede descartar. “Eso sí”, admite, “creo que podemos estar viendo múltiples comportamientos utilizados para crear imágenes de manos incompletas”.

Ya sean un lenguaje de señas o fruto de una amputación deliberada, existen importantes implicaciones para la vida social de las personas que las crearon

Brea McCauley Investigadora de la Universidad Simon Fraser

Por otro lado, el hecho de que en todas las configuraciones de manos en la cueva de Gargas aparezca el pulgar extendido le parece un factor en contra de la hipótesis del lenguaje. “Si las configuraciones de las manos se basaran principalmente en lo fácil que es hacerlas en el aire, creo que veríamos patrones en los que estaría involucrado el dedo más fácil de doblar: el pulgar”, argumenta. “En cualquier caso, independientemente de la hipótesis que consideremos, una cosa que encuentro fascinante acerca de las imágenes incompletas de manos gravetienses es que demuestran evidencia de una práctica cultural compleja y sistémica de hace más de 25.000 años”, concluye. “Ya sea que las imágenes de manos representen una forma de lenguaje de señas o una amputación deliberada de un dedo, existen importantes implicaciones para la vida social de las personas que las crearon”.

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