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Los últimos “custodios” de los cementerios, entre la renuncia y la alegría

El hermano superior de Fossores de la Misericordia, Alberto Agustín es uno de los tres Fossores que custodian el cementerio de Logroño, una labor que requiere "renuncia", pero que ejercen con la "alegría" que está implícita en su vocación. En España actualmente solo quedan siete Fossores..

EFE

Logroño —

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Tres de los siete integrantes de la congregación de Hermanos Fossores de la Misericordia que quedan en España custodian el cementerio de Logroño, una labor que requiere “renuncia”, pero que ejercen con la “alegría” que está implícita en su vocación.

Así lo ha afirmado a Efe el hermano superior de esta orden en el camposanto de la capital riojana, Alberto Agustín, quien ingresó en ella en 1968, fecha en la que había unos 40 hermanos en España, cifra que se ha reducido con el paso del tiempo hasta quedar solo tres en Logroño y cuatro en el cementerio de Guadix (Granada).

Agustín ha explicado que esta orden se fundó en 1953 de la mano de Fray José María de Jesús Crucificado, quien tenía “inquietud” por guardar a los difuntos.

Se encargaba del cementerio de una ermita de Córdoba hasta que, un día, habló con un sacerdote de Guadix sobre esta inquietud y empezó a enterrar a los muertos allí, tarea a la que le siguieron otros.

Desde entonces, los hermanos de esta orden dan sepultura a los fallecidos y piden por ellos cada día, dos “obras de misericordia” que ejercen ataviados con las tradicionales togas de fraile marrones y que compaginan con la realización de tareas administrativas, de limpieza y de jardinería.

Ha destacado que esta orden, que apareció en Logroño en 1967 con alrededor de siete hermanos, llegó a estar presente en los cementerios de Jerez de la Frontera (Cádiz), donde inició su actividad en 1959; así como en Huelva, desde 1962; Vitoria, desde 1963; Pamplona, desde 1965; y Felanitx (Islas Baleares), desde 1969.

La falta de relevo generacional ha llevado a que, hoy en día, la situación sea muy diferente, con solo dos cementerios custodiados por los Hermanos Fossores, lo que Agustín achaca a que “los jóvenes no buscan la vida sacrificada y de renuncia. Entonces, algunos prueban, pero la vida es dura y no han continuado” en la orden.

“Como todos los religiosos, hacemos los votos de pobreza, castidad y obediencia”, ha señalado este hermano, a lo que se suma el que haya a quien le cueste vivir en un cementerio, algo que a él, en cambio, le “encanta” desde el momento en que ingresó, por la paz y el silencio que se respira en este espacio sacro.

La supervivencia de esta orden en el futuro “está en manos de Dios, que es el 'jefe', el que llama y el que mantiene. Que sea lo que Él quiera”, ha apuntado Agustín, quien espera que Dios les aporte “fuerzas, alegría y paz para seguir” con su labor.

Ha resaltado que “sin alegría no se puede estar aquí”, por lo que a aquellas personas que consideren triste tener que trabajar y vivir en un cementerio, les diría que hace falta esperanza, disposición y vocación, y que es Dios el que llama a ejercerla.

Sergio Jiménez Foronda

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