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Cómo la ultraderecha utiliza un crimen para incendiar su discurso racista

Foto de archivo de una manifestación de Vox frente a la embajada de Marruecos.

Daniel Sánchez Caballero

28 de junio de 2024 22:33 h

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“Queremos por encima de todo que se haga justicia y lucharemos con todos los argumentos legales para que así sea. Nunca desde la violencia. Nunca desde el odio a ninguna raza o religión. Nunca relacionando este terrible hecho con ningún movimiento político”. El asesinato de David el pasado sábado en Gata de Gorgos (Alicante), de un batazo en la cabeza, está adquiriendo unos tintes que han llevado a la familia de la víctima a pedir calma y que no se utilice el suceso para alimentar el odio o el racismo.

Probablemente sea inútil. El caso se está instrumentalizando desde sectores políticos y mediáticos para poner el foco en la nacionalidad de los agresores (marroquíes) e incendiar el debate, y ya está fuera de todo control. Santiago Abascal, líder de Vox, tardó apenas un par de días en señalar al presunto asesino y a la “casta mediática” por “ocultar la gravedad de este crimen y también la imagen del asesino”. “Son cómplices de esta situación y de que estos crímenes sean cada vez más frecuentes”. Un dato basado en nada. Abascal no menciona el origen de Mohamed, pero tampoco lo necesita. Sabe el efecto que tiene su discurso.

Iker Jiménez le ha dado continuidad al señalamiento estos días en su programa, poniendo el foco en los medios que informaron de la nacionalidad de los supuestos agresores, los que no lo hicieron y los que no publicaron nada sobre el tema. El comunicador, que como Abascal tiene un gran predicamento en ciertos sectores, lo hace desde una supuesta neutralidad, casi por “obligación”: “Hace semanas hubo debate en Horizonte sobre si se ocultan ciertas nacionalidades en sucesos criminales o era una leyenda sin base. Dije que cuando hubiese un caso lo analizaríamos. Solo cumplo mi palabra”, justificó. El reguero de respuesta a su tuit da cuenta de lo poco inocente de su mensaje.

“Busca la deshumanización de todo un colectivo”

Este modus operandi es habitual en la derecha y ultraderecha para mover las emociones más básicas y agitar el racismo, explican activistas contra la discriminación y el odio. “Se elevan a categoría conductas individuales en razón de una determinada nacionalidad, algo que no se haría en otro contexto si no estuviera impregnado de un profundo racismo”, explica Virginia Álvarez, responsable de Investigación de la sección española de Amnistía Internacional, un razonamiento que calcarán otras expertas.

Porque al revés no pasa. “Cuando una persona de nacionalidad española comete un crimen, ningún medio categoriza a todas las personas de nacionalidad española como criminales. El señalamiento cada vez mayor de todo un grupo o nacionalidad es realmente peligroso y busca la deshumanización de todo un colectivo como prólogo para ir avanzando en la negación de sus derechos”, elabora.

La defensa sería apelar a la racionalidad, los datos, a la evidencia, pero un discurso emocional que despierta antipatía, odio y resquemor consigue llegar mucho más allá

Jesús Casquete Badallo profesor de la Universidad del País Vasco

Sarahi Boleko, presidenta de SOS Racismo Madrid, añade que esta táctica se elabora con todo tipo de situaciones para propagar el mismo mensaje. “Lo vemos cuando hay casos de violencia de género y agresiones sexuales. El tono y el discurso se eleva muchísimo cuando es cometido por una persona racializada. Hay que vincularlo a este discurso porque siempre va de la mano de que las personas migrantes son unas salvajes, incivilizadas que no se saben comportar. Sucede también con las okupaciones, por ejemplo”.

Que los principales damnificados –la familia de la víctima, en este caso– o las instituciones –el Ayuntamiento de Gata de Gorgos– rechacen las acusaciones racistas y pidan moderación importa poco llegado un punto. El odio ya vuela libre. “El discurso coge vida propia y la persona que lo lee se queda con que ese que ha cometido el delito es migrante”, sostiene Boleko.

“Se apela a las emociones de la gente y ese es un discurso que tiene una difícil réplica. La defensa sería apelar a la racionalidad, los datos, a la evidencia, pero un discurso emocional que despierta antipatía, odio y resquemor consigue llegar mucho más allá”, explica Jesús Casquete Badallo, profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y autor de Vox frente la Historia (Akal).

Lo importante no es el crimen, es la nacionalidad

Aunque los datos no sostengan la retórica y el aumento de la inmigración no se traduzca en una subida de la delincuencia. Porque, como explica Boleko, “el discurso ni siquiera se centra en el crimen en sí, se centra en el origen de la persona. Esto es muy problemático; no nos estamos fijando en lo que ha pasado y en la respuesta que se tiene que dar para que la persona asesinada pueda recibir una justicia social y un respeto, por su propia dignidad, sino que se lleva el discurso hacia al odio a otras personas”.

Esto se ve muy bien, continúa la activista, con perspectiva de género. “Hay muchas agresiones machistas, pero justo hay un caso de un agresor migrante y racializado en vez de centrarnos en que hay un problema con los feminicidios en España, nos centramos en que lo que ha pasado es porque el agresor es migrante y racializado”.

Pero ni la táctica es nueva ni hace falta que las víctimas de estos discursos de odio sean extranjeros, cuenta Álvarez, de Amnistía. “No hace falta irse a los migrantes para observarlo. Tenemos población autóctona, como las personas gitanas, que son señaladas y discriminadas. Se naturalizan cada vez más ciertos discursos de discriminación de colectivos, es muy preocupante”, asegura.

En estas dinámicas también entra en juego la aporofobia. “Es otra vulnerabilidad. Te expones a una mayor pena y a un mayor juicio por ser pobre”, asegura Boleko. Casquete Badallo coincide y señala el diferente tratamiento que se da a las personas con origen en las monarquías de Oriente Medio (Arabia Saudí, Catar, etc.), quienes se van abriendo todas las puertas a golpe de petrodólar.

Lo verdaderamente peligroso es que haya partidos que habían mantenido otras posiciones más contenidas y que ahora están señalando a un colectivo como una manera de desviar la atención de su mala gestión

Virginia Álvarez Responsable de Investigación de la sección española de Amnistía Internacional

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Por un lado está la responsabilidad de quienes realizan estos discursos, pero también las de quienes no los combaten cuando tendrían la obligación de hacerlo. La portavoz de Amnistía Internacional apunta a “la falta de importancia o priorización que se ha dado en España a políticas activas contra el racismo y la xenofobia. Vamos tarde ya. La UE pidió estrategias contra el racismo y la xenofobia entre 2020 y 2025, y es una asignatura que no se está tomando en serio por parte de las autoridades políticas”.

Lo cual es más grave cuando se considera que la otra parte sí está entrando en esa retórica. “Es muy preocupante que haya partidos que tiendan a deshumanizar a todo un colectivo por la actuación de una sola persona”, explica. Porque se naturalizan los discursos de odio a ciertos colectivos y eso solo escala. “Puede terminar en una incitación a otras conductas más peligrosas”, advierte.

Y no son solo los partidos más ultras. “Lo verdaderamente peligroso es que haya partidos que habían mantenido otras posiciones más contenidas y que ahora están señalando a un grupo como una manera de desviar la atención de su mala gestión o de un enfoque erróneo ante políticas que nada tienen que ver con la cuestión migratoria”, reflexiona.

Entre estos últimos también hay políticos con responsabilidades que contribuyen –voluntariamente o no– a generar este caldo de cultivo. “Por ejemplo, cuando un ministro del Interior (el actual, Fernando Grande Marlaska) presenta una entrada por Melilla o justifica una actuación policial completamente desproporcionada, deshumanizando a estas personas, hablando de mafias difusas, instrumentalizando a la gente, se crea un caldo de cultivo que agita el miedo, la xenofobia, pero que no está basada en hechos reales. Es alimentar un enemigo imaginario. Todos los responsables políticos tienen que ser conscientes de la peligrosidad de este tipo de manifestaciones”, pide Álvarez.

Y apela “a la responsabilidad que desgraciadamente no están teniendo muchos medios, que fomentan o amplifican esta información”. Casquete Badallo sostiene que “la respuesta de las familias [afectadas] y las instituciones es muy importante. En el caso de las familias, hay que saber lo que dicen y por qué lo dicen”. En este caso, han pedido moderación y desvincular el asesinato de connotaciones racistas o políticas. Lo efectivo de su llamada se verá con toda probabilidad este sábado en una manifestación (sin permiso) convocada a través de las redes desde sectores ultras de la que tanto el entorno del asesinado como el ayuntamiento local se han desentendido.

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