Este árbol africano convierte el CO₂ en piedra y mejora el suelo mientras da fruto
El carbonato cálcico puede permanecer estable en el suelo durante siglos, incluso en zonas con lluvias intensas. Esta permanencia no depende solo del clima, sino también de la interacción entre raíces, bacterias y minerales. Cuando el sistema planta-suelo logra estabilizar el calcio en forma de roca, ese carbono deja de circular por la atmósfera.
En un entorno agrícola, este tipo de mineralización supone una ventaja añadida: mejora el equilibrio químico del terreno y hace más accesibles ciertos nutrientes. En esa línea se inscribe el descubrimiento de un equipo internacional sobre las higueras africanas capaces de transformar el CO₂ en piedra.
De un cristal a una roca el camino puede ser corto si hay bacterias dispuestas a colaborar con el proceso
El hallazgo fue presentado por investigadores de Suiza, Austria, Kenia y Estados Unidos en el congreso Goldschmidt de Praga. A diferencia de otras especies conocidas por acumular carbono de forma orgánica, estas higueras generan depósitos de carbonato cálcico tanto en el interior como en la superficie de sus troncos.
El proceso empieza con la formación de cristales de oxalato cálcico, que se disuelven más tarde en el suelo por acción de bacterias especializadas. Como resultado, se produce una precipitación de carbonato cálcico que queda atrapado en la tierra en forma mineral, mucho más duradera que el carbono vegetal.
La investigación se centró en tres especies que crecen en el condado de Samburu, en Kenia. En concreto, los ejemplares estudiados fueron Ficus natalensis, Ficus glumosa y Ficus wakefieldii. Esta última mostró un efecto más intenso sobre el suelo, con mayor presencia de carbonato cálcico y una distribución más amplia alrededor del árbol. Los análisis incluyeron técnicas avanzadas de fluorescencia y espectroscopia realizadas en el Stanford Synchrotron Radiation Lightsource, que permitieron seguir la ruta del calcio y comprobar la formación de rocas tanto fuera como dentro del tejido leñoso.
Según explicó el investigador principal, el doctor Mike Rowley, de la Universidad de Zúrich, el entorno se modifica claramente con este proceso. En su intervención en el congreso, señaló que “a medida que se forma el carbonato cálcico, el suelo alrededor del árbol se vuelve más alcalino”. En paralelo, identificaron que los depósitos aparecían en zonas superficiales, pero también dentro de la madera, lo que indica una mineralización más profunda de lo que se había documentado hasta ahora.
Otro de los puntos destacados del estudio fue la confirmación de que este mecanismo también actúa en árboles frutales, lo que abre nuevas oportunidades para su uso en sistemas agroforestales sostenibles. Hasta el momento, la mayoría de trabajos sobre esta vía bioquímica se había centrado en especies que no producen alimento. El equipo considera que este avance permite explorar formas de capturar carbono sin comprometer la productividad agrícola.
Uno de los científicos implicados, procedente de la Universidad Técnica de Nairobi, explicó que los efectos no se limitan al carbono. También observaron una mejora en la calidad del suelo, asociada a un aumento del pH y a la liberación de nutrientes que favorecen el desarrollo de otras plantas. Este impacto podría ser útil en áreas degradadas, donde las condiciones dificultan la regeneración natural de la vegetación.
El proceso tiene nombre y sigue pasos muy concretos
El sistema estudiado recibe el nombre de vía oxalato-carbonato, y su funcionamiento depende de una secuencia concreta: primero se forman cristales dentro del árbol, después estos llegan al suelo y, finalmente, son transformados por microorganismos en piedra caliza. Aunque el proceso ya era conocido en especies como el iroko, su aplicación práctica había sido limitada por la falta de estudios en contextos agrícolas.
El interés de este hallazgo radica en que el dióxido de carbono es uno de los principales gases que intensifican el calentamiento global, y transformarlo en un mineral estable evita que siga acumulándose en la atmósfera. Cuanto más CO₂ quede atrapado en el suelo en forma de carbonato cálcico, más posibilidades hay de frenar el aumento de temperatura y de mitigar los efectos del cambio climático.
La siguiente fase de la investigación se centrará en cuantificar cuánta cantidad de CO₂ puede fijar cada árbol, en qué condiciones y con qué frecuencia. También se evaluarán aspectos prácticos como las necesidades hídricas y el rendimiento de fruta, con el objetivo de integrar estos árboles en cultivos diversificados que puedan mejorar tanto la captación de carbono como la producción alimentaria. Según datos compartidos por los autores, algunas especies pueden acumular hasta una tonelada de carbonato cálcico a lo largo de su vida, lo que representa una reserva de carbono considerable y estable.
En conjunto, los resultados muestran una vía natural y duradera para extraer carbono de la atmósfera, al tiempo que se recuperan suelos empobrecidos y se incrementa la disponibilidad de alimentos en zonas vulnerables.
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