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La estafa de la carta naranja se cuela en los buzones con apariencia oficial y una trampa bien estudiada

Una funcionaria de Correos mete cartas en los buzones, en una fotografía de archivo. EFE/Javier Cebollada

Héctor Farrés

7 de abril de 2025 12:00 h

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Una carta naranja en el buzón puede parecer inofensiva, incluso irrelevante, hasta que se convierte en la vía directa para perder dinero o exponer datos personales. Lo que parece una notificación urgente es, en realidad, una trampa física disfrazada de documento oficial.

El truco está en el susto. Con colores llamativos, frases apremiantes y nombres que suenan a institución pública, los estafadores han vuelto a lo básico para conseguir lo de siempre: engañar. Y esta vez lo hacen sin necesidad de pantallas, solo con papel y tinta.

Una apariencia cuidada que no deja nada al azar

Aunque los fraudes digitales acaparen la atención, esta estafa funciona con el sistema más tradicional: el correo postal. Según ha alertado la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), cada vez se detectan más sobres de color naranja que simulan ser comunicaciones legales, con el objetivo de inducir al error a través del miedo.

No es un error casual ni una ocurrencia sin pulir: todo está cuidadosamente diseñado para parecer real. El remitente, por ejemplo, suele aparentar ser una entidad bancaria o un organismo público, y el tono del mensaje no deja margen para dudas: exige una acción rápida, inmediata, y siempre bajo presión.

Frases como Pago inmediato, Notificación de embargo o Última oportunidad aparecen destacadas, en mayúsculas o con subrayados, para reforzar la urgencia. El diseño, lejos de ser torpe o descuidado, presenta un acabado limpio, sin errores gramaticales ni inconsistencias visuales.

El color naranja del sobre no es aleatorio: está elegido para sobresalir entre la correspondencia normal, generando atención desde el primer momento. En algunos casos, el contenido incluye códigos QR o enlaces web que redirigen a páginas falsas desde las que se roban datos personales, bancarios o incluso se ejecutan cargos económicos.

Lo que buscan es que la persona entre en pánico, reaccione con rapidez y no cuestione lo que está leyendo. Y eso ocurre con más frecuencia de la que parece, especialmente entre personas mayores o menos familiarizadas con este tipo de engaños. Confían en el formato físico, en el peso del papel, en la apariencia de formalidad. Lo que no ven es que esa carta ha sido elaborada para explotar precisamente esa confianza.

Qué hacer si llega una carta sospechosa

La OCU ha dejado claro, tras revisar los métodos utilizados en estas comunicaciones fraudulentas, que “las entidades oficiales no solicitan pagos urgentes por este medio, ni emplean un tono amenazante”. Esta aclaración desmonta por completo la estructura de estos engaños, construidos a base de intimidación y premura.

Todo el envoltorio de legalidad, los términos técnicos y los plazos estrictos están ahí para empujar al destinatario a actuar sin pensar, bajo la falsa apariencia de una urgencia institucional.

En caso de recibir un documento así, lo más sensato es detenerse y analizarlo con calma. Nada de llamadas, ni escaneos, ni clics. Solo leer con atención, verificar si hay incongruencias y buscar los canales oficiales de la entidad que supuestamente lo envía.

Si el contenido resulta falso, lo adecuado es dar aviso a la policía o al organismo correspondiente sin responder a ninguna solicitud. Después, conviene destruirlo para evitar su reutilización. La prevención, en estos casos, empieza por reconocer que hasta un sobre bien impreso puede formar parte de una estafa. Y que el miedo, aunque llegue por correo, no debe marcar el siguiente paso.

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