Las huellas de hace 80.000 años en Portugal revelan actividades de caza con participación infantil entre los neandertales

Las condiciones geográficas del pasado han dificultado la conservación de evidencias en muchas zonas costeras europeas

Héctor Farrés

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La esperanza de vida de un neandertal apenas superaba los 35 años. A esa edad, muchos ya presentaban desgaste dental, traumatismos óseos y signos de sobreesfuerzo físico. La infancia era corta, la adolescencia casi inexistente y la madurez llegaba deprisa, con responsabilidades desde muy pronto. En ese ritmo vital sin pausas, unos rastros fosilizados acaban de mostrar que, incluso siendo niños, algunos participaban ya en actividades de caza en las dunas costeras del suroeste de la actual Portugal.

La vida de los neandertales avanzaba tan deprisa que la infancia apenas tenía tiempo para asentarse

Las huellas quedaron marcadas en areniscas fosilizadas de dos enclaves costeros del Algarve: Monte Clérigo y Praia do Telheiro. En ambos yacimientos se ha logrado identificar la presencia directa de neandertales, con pisadas que, según explica el estudio publicado en Scientific Reports, se conservan desde hace unos 80.000 años. La investigación ha revelado que esas marcas pertenecen a individuos de diferentes edades, lo que permite interpretar dinámicas sociales vinculadas a la caza.

La zona de Monte Clérigo ha ofrecido la secuencia más completa. Allí se han identificado huellas atribuidas a un adulto, un niño de entre siete y nueve años y un bebé que aún no había desarrollado por completo el arco plantar. La Universidad de Lisboa, una de las instituciones implicadas en el estudio, ha detallado que esas pisadas corresponden a individuos que caminaban por terrenos arenosos en una clara actividad coordinada, posiblemente relacionada con la localización o el desplazamiento hacia una zona de caza.

En Praia do Telheiro, en cambio, se halló una única huella atribuida a un adolescente o a una mujer joven. Aunque no hay más rastros en el mismo lugar, el equipo apunta a que ambas zonas formaban parte del mismo sistema de aprovechamiento del entorno. El hecho de que existan pisadas en las dunas sugiere una estrategia de movimiento y posicionamiento previa a las emboscadas, aprovechando la geografía irregular y la vegetación discontinua.

En Praia do Telheiro también quedaron huellas de presencia humana pero sin formar un patrón tan definido

Los restos de fauna local también ayudan a completar el retrato. En varios enclaves cercanos, como Matalascañas en Huelva o Cabo Trafalgar, se han hallado evidencias de caza de grandes herbívoros. Según el análisis comparativo publicado en Scientific Reports, los neandertales aprovechaban con regularidad especies como ciervos, caballos y uros.

A esos mamíferos terrestres se sumaban ocasionalmente peces y mariscos, cuando la cercanía del litoral lo permitía. Esta flexibilidad alimentaria, en función del entorno, ha sido una constante en los registros arqueológicos.

Uno de los aspectos más llamativos del estudio tiene que ver con el comportamiento social. La identificación de pisadas infantiles junto a las de adultos, tanto en número como en proximidad, sugiere una convivencia en grupo estructurado. En ese sentido, los autores explican que “el hecho de que en el contexto del Monte Clérigo se encontraran huellas de bebés junto con las de individuos adultos sugiere que los niños estaban presentes cuando los mayores realizaban actividades cotidianas”.

Las pisadas y los restos animales encajan en un modelo de caza planificada que incluía estrategias para el cerco

Las marcas de ciervo rojo detectadas en las inmediaciones de Monte Clérigo han sido interpretadas como indicios de actividad de caza directa. Este animal, según detallan los investigadores, tiene una tendencia a saltar hacia el mar cuando se siente amenazado. El tipo de duna estudiado habría permitido ralentizar a las presas, facilitando el cerco y la captura en grupo. Esa capacidad para adaptarse al terreno y a las costumbres del animal refuerza la idea de planificación coordinada entre los integrantes del grupo.

El análisis del entorno también ha revelado que estas zonas se prestaban bien a las emboscadas. Según recoge el artículo, “las dunas, con su terreno irregular y su vegetación dispersa, eran lugares ideales para acechar a las presas”. Las características del lugar, combinadas con las huellas y los restos faunísticos, permiten deducir un sistema de caza compartido en el que los niños estaban presentes, no como simples acompañantes, sino como parte del proceso de aprendizaje temprano.

La disposición del terreno favorecía emboscadas coordinadas,

A nivel paleogeográfico, el estudio subraya que estas huellas quedaron registradas en un momento en el que la línea de costa estaba mucho más retirada que en la actualidad. El nivel del mar, al final de la última glaciación, subió varios metros, lo que ha dificultado la conservación de rastros de ocupación humana en áreas litorales. Según explican los autores, “el aumento del nivel del mar después de la última glaciación ha complicado la preservación y detección de evidencias neandertales en la costa atlántica”.

La información recopilada en Portugal se suma a la de otros enclaves del sur europeo, lo que refuerza la idea de que los neandertales aprovecharon los recursos costeros de forma habitual. A diferencia de otros homínidos que dependían casi exclusivamente de zonas boscosas o del interior, estos grupos lograron explotar con eficacia los entornos más abiertos, con una dieta variada y un conocimiento detallado del terreno.

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