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The Guardian en español

Emma Bonino, la conciencia proeuropea y proinmigrantes de Italia

Emma Bonino, en la presentación del programa electoral de su partido el 3 de febrero.

Stephanie Kirchgaessner

Roma —

Cuarenta años atrás, Emma Bonino defendió el derecho al aborto en Italia y libró un pulso con el Vaticano. Su campaña incluyó huelgas de hambre y una estancia de tres semanas en la cárcel.

En la actualidad, la exministra de Asuntos Exteriores, activista y candidata parlamentaria libra una batalla tan difícil como la anterior en defensa de los inmigrantes y de Europa; dos nociones que parecen radicales dado el enrarecido clima político actual en Italia.

Bonino señala que todas las causas de su vida están conectadas por un hilo invisible:

“Puedes analizar todas las luchas que he librado bajo este punto de vista: defiendo los valores de un orden liberal democrático y creo en la importancia del individuo, sus derechos, pero también sus responsabilidades”.

Esas ideas están siendo amenazadas, dice.

Bonino es un símbolo en Italia. Lo que sus seguidores llamarían “la conciencia del país”.

Aunque no espera ganar las elecciones nacionales del domingo, si Bonino o su partido (+Europa) obtienen unos buenos resultados, se harán con el 3% de un voto italiano muy dividido, un resultado que le permitiría tener grupo parlamentario. También le daría cierto peso político en el supuesto de que el desenlace de estas elecciones fuera un Gobierno de gran coalición integrado por partidos de centroderecha y centroizquierda, liderados por dos ex primeros ministros, Silvio Berlusconi y Matteo Renzi.

Bonino, de 69 años, ha ido ganando fuerza en las últimas semanas, a pesar de que sus ideas, como la de otorgar la nacionalidad a los inmigrantes, van en contra de la corriente predominante en Italia. Los inmigrantes suelen ser el blanco de ataque en los discursos políticos exaltados y se culpa a Bruselas de los problemas económicos del país.

En una entrevista que tuvo lugar en su pequeño ático, que tiene una terraza con vistas a la Basílica de San Pedro, Bonino, que ha superado un cáncer de pulmón, reconoce que es más frágil que antes pero sus ideales y su preocupación por el país le dan la fuerza necesaria.

“Si nos remontamos a cincuenta años atrás, si analizamos los derechos de las mujeres, mi país es irreconocible, el cambio ha sido enorme”, indica. “Esto no significa que ya esté todo hecho. Todo lo contrario, los derechos son un proceso y si no los proteges, los puedes perder de la noche a la mañana”.

Tras ver un vídeo que se ha hecho viral y en el que se ve a una mujer italiana ya mayor acosando a un hombre negro en un autobús bajo la mirada impasible de los otros pasajeros, ha estado reflexionando sobre “la banalidad del mal”, un término acuñado por Hannah Arendt, la teórica política que analizó el ascenso del nazismo.

“Arendt explica cómo pequeñas señales se van sucediendo una detrás de la otra sin despertar la alarma, hasta que de pronto te percatas de que vives un infierno”, indica.

Estas señales que preocupan a Bonino son los cada vez más frecuentes en forma de incidentes de intolerancia política de la izquierda y de la derecha, ataques racistas que no se están abordando correctamente, la poca solidez de las instituciones y la mediocridad de los líderes.

El papel de los medios

Le preocupan dos incidentes recientes de violencia contra las mujeres y el hecho de que los medios de comunicación cubrieran de forma distinta las dos muertes debido a que en uno de los casos el presunto autor era un inmigrante nigeriano mientras que en el otro era un italiano blanco.

“Estos delitos no tienen justificación posible”, señala: “Se pueden llevar a cabo muchas iniciativas distintas para luchar contra este fenómeno; charlas públicas, videos, charlas en las escuelas. No es cierto que no tengamos las herramientas para contrarrestar este fenómeno, simplemente no las estamos utilizando con la firmeza necesaria”.

Una de sus principales prioridades políticas es dar la residencia legal a cientos de miles de inmigrantes que residen en Italia sin papeles, como hizo Berlusconi en el año 2000.

Está convencida de que los retos demográficos y las bajas tasas de natalidad de Europa acabarán por despertar a las capitales europeas y tomarán conciencia de la necesidad de acoger a los inmigrantes.

“Tarde o temprano nos percataremos de que los necesitamos”, afirma. “De momento, el contexto político es malo, tóxico, y no se puede dialogar con argumentos racionales”.

Si bien Bonino no cree que Italia se plantee salir de la UE, sí cree que el hecho de que constantemente se esté culpando a Bruselas de los problemas del país tendrá un impacto negativo a largo plazo.

“Es muy sencillo. De un lado tienes a Putin y del otro, a Trump. Y luego está China y el sur del mediterráneo, que es un hervidero. Si este es el panorama actual, si cada uno de los 27 países decide ir por su cuenta, ¿hacia dónde va?”, se pregunta.

“Si continuamos culpando a Europa de todos nuestros males, nunca mejoraremos la situación. Nos quedaremos como ahora; somos una embarcación que se inunda, y al final la inercia la hundirá”, concluye.

En lo relativo a las políticas de la UE, Bonino tiene una buena dosis de reproches, en especial, cómo ha gestionado la crisis de Libia. Condena, por considerar que es una violación flagrante de un gran número de tratados internacionales, la manera en la que Italia ha impedido que los migrantes puedan entrar a Europa.

“Sabemos que los que son salvados [por los guardacostas libios] estarán perdidos el resto de sus vidas y nadie sabe qué va a ser de ellos”, indica. “Sabemos que los estamos mandando de vuelta al infierno, conocemos el estado de sus centros de detención. No lo llamaría un éxito, no lo puedo llamar un éxito”.

A diferencia de la lucha que libró contra la Iglesia católica hace cuarenta años, ahora Bonino sabe que tiene, al menos, un aliado: el Papa Francisco.

Explica con una sonrisa que están en contacto: “Tenemos amigos en común y nos mandamos mensajes a través de ellos”.

Traducido por Emma Reverter

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