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Siembra participación en otoño y recogerás cambio en primavera

Julio Rodríguez / Francisco Verdes-Montenegro

Madrid —

Nos jugamos mucho en estos meses. Mientras los rumores sobre el adelanto electoral serán una constante en un Congreso sin mayorías claras, lo que sí es seguro es que dentro de seis meses, a finales de mayo, tendrán lugar de forma simultánea las elecciones europeas, autonómicas y municipales. Y a nadie se le escapa que lo que suceda en estos tres niveles tendrá implicaciones directas en el futuro de nuestro país, y en la idea de Europa como espacio de derechos y libertades.

Han transcurrido ya diez años desde el inicio de la crisis financiera, y sus efectos políticos y sociales no solo no han desaparecido, sino que la creciente oleada de nacionalismos y xenofobia que va ganando terreno no se entiende sin el malestar, la incertidumbre y el miedo que están experimentando amplios sectores de nuestras sociedades.

Entre las múltiples crisis que afronta la Unión Europea en estos tiempos y las distintas dimensiones que entran en juego (política, económica, social…), la crisis de identidad es quizás la más inquietante, en la medida en que repercute en el resto. ¿Qué queda de Europa tras la crisis? ¿Seguimos pensándola como un espacio inclusivo, referente de los avances democráticos y sociales en el mundo? Las políticas de austeridad y la gestión de la crisis migratoria son ejemplos claros de cómo la idea de Europa se degrada y pervierte, al anteponerse las lógicas de mercado y el nacionalismo a uno de los principales proyectos de paz del último siglo.

Este escenario dominado por la incertidumbre y la precariedad ya lo anticipó el difunto Zygmunt Bauman en sus trabajos sobre la modernidad líquida y el coste humano de la globalización a finales de los noventa y principios de este milenio. Ante la camisa de fuerza de unos mercados que operan a escala global —con una Unión Europea como apéndice— y la opción de «repliegue» con tinte excluyente que hoy representaría la extrema derecha en ascenso, solo nos queda la alternativa democrática que regule y dé respuesta a los importantes retos de nuestro tiempo (desigualdades, cambio climático, etcétera).

Hoy por hoy, esta opción democrática y lo que siempre hemos asociado a la idea de Europa se están reconstruyendo desde los Ayuntamientos del Cambio. Esa mirada abierta y fraterna, acompañada del desarrollo de unas políticas que sitúan en el centro a las personas, predomina en municipios como Madrid, Barcelona, Cádiz o A Coruña, entre otros. Ahí es donde se está demostrando que sí se puede reducir la deuda, acabar con la corrupción y generar superávit, al mismo tiempo que se invierte en más gasto social para mejorar nuestro día a día.

Por supuesto, se podría haber hecho más, si bien nos toca entender qué corsés lo han impedido y cómo los podemos afrontar a corto plazo: o revalidamos los Ayuntamientos del Cambio, al mismo tiempo que en 2019 ampliamos el cambio a las comunidades autónomas y al Parlamento Europeo, o nos seguirán poniendo palos en la rueda desde niveles superiores al municipal. La regla de gasto y su interpretación es la muestra palpable de la necesidad de llevar el cambio a otras escalas. Una norma impuesta desde Bruselas —nivel europeo— y cuya interpretación —nivel gubernamental— ha condicionado el margen de maniobra para reinvertir el superávit que se ha generado desde nuestros Ayuntamientos.

Mientras revalidamos los Ayuntamientos del Cambio en 2019, necesitamos más Manuelas, Adas, Xulios, Kichis en otros municipios, comunidades autónomas, así como en las instituciones europeas. Y, para conseguirlo, Podemos es el nexo común entre todos esos niveles, desde nuestros barrios hasta el propio Parlamento Europeo. De ahí la importancia que adquiere participar en las primarias municipales, autonómicas y europeas de Podemos, que se están celebrando del 20 al 25 de noviembre. La consulta y la participación de las bases son un ejemplo de los avances que se han ido produciendo desde 2014 en clave de democracia interna de los partidos en nuestro país, hasta el punto de que el PP haya tenido que dejar atrás el clásico dedazo. Frente a los avances de las políticas del odio, el machismo y la xenofobia que representan los Trump, Le Pen, Salvini u Orbán, consolidemos los avances ya logrados y extendámoslos en los comicios de mayo de 2019. Si sembramos participación en otoño, recogeremos cambio en primavera.

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