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Una lucha en varios frentes

Más europeos desconfían de la Unión Europea de los que confían en el bloque

Nicolás Sartorius

Abogado y escritor —

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Esta es la primera pandemia global moderna que nos ha tocado vivir. Hubo otras en el pasado, pero no de esta extensión, profundidad y tan imprevisible. Todos los países, todas las personas estamos amenazadas. Naciones enteras tienen la economía paralizada y sus habitantes confinados. Entre ellas la nuestra, de momento una de las más castigadas. Se ha utilizado el símil de la guerra. No se trata, obviamente, de una guerra clásica, pero está bien traída la metáfora. Todos los días caen heridos o muertos compatriotas nuestros y de otros países, por el bombardeo letal de un virus desconocido.

Entre todos tenemos que derrotarlo, pues es una “guerra” de la humanidad en su conjunto, con múltiples frentes repartidos por todo el planeta. ¿Y cómo se afronta y se gana esta guerra tan especial? Ante todo con una férrea y solidaria voluntad de vencer. A nosotros, a la mayoría de los ciudadanos, nos toca combatir de una manera muy sacrificada y poco común: aislándonos y confinándonos en nuestras casas para no contaminar a otros, para evitar convertirnos, inconscientemente, en “bombas de racimo”. Al mismo tiempo ayudando, en lo que podamos, a los más cercanos que lo necesiten. Sin aislamiento no hay victoria, pues el enemigo vive del contagio. El sacrificio de hoy es la vida de mañana.

En las “guerras” todos los recursos de la nación, públicos y privados, tienen que estar al servicio de un único objetivo: derrotar al enemigo-virus. Para lograrlo es esencial que aquellos que están en las primeras líneas del “frente”, en especial los sanitarios, pero también los policías, militares, agricultores, transportistas, repartidores, cuidadoras o limpiadoras, cuenten con todos los medios para protegerse del virus. Mi mayor amargura en esta tragedia es cuando conozco, todos los días, el número de muertos e, inmediatamente después, cuando me informo de que los sanitarios y otros colectivos carecen, en algunos sitios, de los materiales adecuados para protegerse.

Esto es insoportable y es el precio que estamos pagando por las agresiones que se hicieron a nuestro sistema público de salud, lo más sagrado de nuestro Estado social. Todas las energías, toda la industria útil debería estar centrada en resolver esta cuestión, como ya sucede en ciertos casos. Alguien dijo el otro día que la solidaridad no es dar lo que te sobra sino compartir lo que se tiene. Una gran verdad. Pues bien, si hay comunidades autónomas, como Madrid o Cataluña, o cualquier otra localidad, que están asfixiadas hay que utilizar medios de otras, más aliviadas, ya sea en personas, material o derivando enfermos, se tiene que hacer. España es un único territorio, una única voluntad a estos efectos. Seguir las instrucciones de los expertos, apoyar las decisiones del Gobierno que dirige las operaciones, es una exigencia del momento.

En mi opinión, al margen de posibles errores que habrá que examinar en su día, las medidas sanitarias y de protección social que ha ido tomando el Gobierno, en condiciones muy difíciles, han sido correctas. En todo caso, en democracia, el necesario “mando único” supone informar, consultar, compartir y, luego, decidir sin vacilaciones. Lo que no es aceptable es que la oposición se dedique a criticar una cosa y su contraria, en un momento en que nos estamos jugando la vida y el destino del país.

El otro frente, es el económico-social. Tenemos a España y media Europa paralizadas. El mundo va a entrar en recesión, vamos a perder una parte importante de nuestra riqueza y es probable que el desempleo se dispare. Unos hablan de una crisis como la de 2008 y otros de que sus posibles efectos serán como la del 29 del siglo pasado. Es difícil medir la magnitud del estropicio, pero una cosa es segura, de esta crisis no podremos salir solos, el sálvese quien pueda es el que no se salve nadie. Tendremos que poner de nuestra parte, procurar que nadie quede desamparado; ya nada será igual y habrá que replantear muchas cosas, pero o la Unión Europea, en este momento, actúa solidariamente, con todos los medios a su alcance, o pondrá en riesgo su existencia y sufrirá la propia democracia. No es suficiente con insuflar miles de millones en créditos, vía Banco Central Europeo, o flexibilizar las condiciones de déficit de cada uno. Eso al final es deuda y más deuda.

Hay que compartir los costes de esta batalla y eso se llama emitir bonos europeos para hacer frente a lo que tenemos encima y a la recuperación posterior. De lo contrario, podemos estar abocados a un grave problema social con consecuencias inciertas. No se trata de mutualizar la deuda existente sino de compartir el coste económico de esta terrible epidemia. Puede valer la metáfora de un nuevo plan Marshall, que también lo pide la ONU para los países subdesarrollados. Pero hay que concretar quién va a actuar de Marshall y quién de los EEUU de entonces, pues supongo que no estaremos pensando en Trump o en Xi-Ping. Aquí no hay más “Marshall” que la Unión Europea y para que actúe como dios manda habrá que convencer a los gobiernos de Alemania, Holanda o Austria de que el hundimiento del sur -Italia, España, Portugal, Grecia o Francia- sería el final de la UE y de ellos mismos. En este sentido, no estaría mal que el PP, que tanto critica al Gobierno, les hiciera ver a los dirigentes de esos países -del Grupo Popular del Parlamento Europeo- que lo anterior sucedería si no entran en razón.

Y tampoco estaría de más que se organizase alguna iniciativa sindical a nivel europeo, ¿o es que la Confederación Europea de Sindicatos no va a decir nada ante esta situación límite, mientras los sindicatos de los países más castigados se están jugando el pellejo? ¿Van a dejar que los trabajadores de cada país nos las apañemos como podamos? ¿Es esta la solidaridad internacional sin la cual no hay izquierda que valga? O es que no somos conscientes de lo que nos viene encima. Luego será tarde, si crecen como la espuma las posiciones nacional-populistas de extrema derecha, como ocurrió después de la crisis del 29.

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