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Las medicinas no deberían ser un lujo

Las medicinas no deberían ser un lujo.

Marta Cañas | Vanessa López

Médicos Sin Fronteras | Salud por Derecho —

El mundo se enfrenta a una crisis de acceso a los medicamentos y Europa no es una excepción. Estamos viendo cómo, en países de ingresos altos, se están racionando medicamentos vitales a causa del incremento de la presión financiera sobre los sistemas de salud que ejercen sus sobreprecios. España no es ajena a este problema. Así, en los últimos cuatro años, el gasto en fármacos hospitalarios se ha incrementado un 31%, según datos del Ministerio de Hacienda: una escalada imparable que limita la capacidad de nuestro sistema de salud para invertir en otras necesidades sanitarias. Un ejemplo son las nuevas inmunoterapias para un tipo específico de cáncer, cuyo precio ha sido fijado por las compañías farmacéuticas en 320.000 euros por paciente.

¿Por qué son tan caros los medicamentos? El precio astronómico de muchos de ellos proviene, sobre todo, de los monopolios de patentes de las corporaciones farmacéuticas y de la falta de competencia. Los altos precios de las medicinas han restringido, durante mucho tiempo, el acceso a tratamientos asequibles y que resultan vitales para millones de personas en países en desarrollo. En Médicos Sin Fronteras (MSF) fuimos testigos de cómo los medicamentos genéricos redujeron el precio de los antirretrovirales para el tratamiento del VIH desde los más de 10.000 dólares por paciente y año que costaban en el 2000, a menos de 100 dólares en la actualidad. Estas contundentes reducciones de precios han hecho posible brindar tratamiento contra el VIH a más de 22 millones de personas en todo el mundo.

Desde su aprobación en 2014, el sofosbuvir, un nuevo medicamento para tratar la hepatitis C que, combinado con otros tratamientos, tiene una efectividad de más del 90%, continúa siendo racionado en varios países europeos debido a su alto precio (20.000 euros para un tratamiento completo de tres meses). En España, el precio fue la causa de que, durante más de dos años, solo los pacientes en los estadios más avanzados de la enfermedad tuvieran acceso a este efectivo tratamiento.

MSF adquiere este mismo medicamento de los fabricantes de genéricos a 75 euros para un tratamiento completo. Los importes cobrados por los diferentes fabricantes reflejan la naturaleza arbitraria de la fijación de precios por las corporaciones farmacéuticas, que maximizan sus beneficios mediante el abuso del sistema de patentes.

Se suele argumentar que, para promover la investigación y desarrollo (I+D), es imprescindible la concesión de patentes y otras formas de derechos de exclusividad a las empresas farmacéuticas. Sin embargo, el desarrollo de medicamentos bajo un modelo basado en un régimen de monopolio tiene un alto coste social: los desorbitados precios de los medicamentos socavan la atención médica y erosionan el derecho a la salud en Europa y en todo el mundo.

Lo cierto es que el sistema actual no ha logrado estimular una innovación real que responda a las necesidades de salud prioritarias. Los medicamentos que se consideran menos rentables económicamente, como los antibióticos, los antimaláricos, los fármacos para el Ébola o los antídotos contra las mordeduras de serpiente, carecen de inversión por parte de la industria farmacéutica, a pesar de causar la muerte de centenares de miles de personas en países en desarrollo.

Los sectores públicos y la filantropía privada contribuyen notablemente a la I+D de medicamentos a través de subvenciones, créditos, exenciones fiscales y contribuciones en especie. Sin embargo, los tratamientos, que a menudo se desarrollan a través de asociaciones que incluyen al sector público, continúan siendo propiedad exclusiva de la empresa farmacéutica que ostenta el monopolio y siguen quedando fuera del alcance para muchos pacientes.

Así ha sucedido con el lutecio-octreotate, un medicamento para tumores neuroendocrinos desarrollado en gran parte por un hospital público de los Países Bajos y que, a principios de año, se tornó inasequible para los pacientes holandeses después de que Novartis obtuviera los derechos exclusivos del medicamento y aumentara su precio cinco veces, hasta los 92.000 euros por régimen de tratamiento.

Ya se trate de nuevos fármacos para la hepatitis C, el cáncer o la fibrosis quística, pacientes de toda Europa están movilizándose. Y sus muestras públicas de indignación ante el incremento vertiginoso de los precios de los medicamentos han impulsado reacciones políticas positivas.

Así, en 2016, el Consejo Europeo expresó su preocupación por los precios desorbitados de los fármacos. Posteriormente, solicitó a la Comisión Europea que realizara un análisis del impacto de los incentivos de propiedad intelectual en el acceso a los medicamentos.

Los ciudadanos europeos elegirán en unos días un nuevo Parlamento y se configurará una nueva Comisión. En este sentido, MSF y Salud por Derecho instan a los partidos políticos que concurren a las elecciones y a la próxima Comisión Europea a que desarrollen políticas de I+D farmacéutica sostenibles que garanticen un acceso asequible a las medicinas para todos los europeos y los ciudadanos que los necesitan más allá de las fronteras de la UE.

Los medicamentos no se desarrollan en el vacío. Son el resultado de un esfuerzo masivo y colectivo de entidades públicas, filantrópicas y privadas, incluidos investigadores, financiadores, médicos y pacientes, que las compañías farmacéuticas no deben aprovechar para maximizar sus ganancias.

No se puede demorar más, es momento de priorizar la salud de las personas sobre los beneficios desorbitados de la industria farmacéutica.

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