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Frente a la crueldad política, fotografía solidaria

Leandro y Antonio, 2014. Fotografía donada por el artista al proyecto Phes-Fotografía Solidaria.

Ruth Toledano

33.293 es el título del libro. Cinco páginas después, la cifra impresa es 33.297. Cuatro números más. Esa cifra -que aumenta cada día, página a página de la historia de un siglo XXI que prometía mucho más- es la cifra de la vergüenza: las personas que han muerto intentando llegar a Europa. Las ha contabilizado la agencia United for Intercultural Action de 1993 a mayo de 2017. Muchos de esos cadáveres están sin identificar porque sus familiares fueron detenidos, encarcelados y expulsados, y no pudieron hacerlo.

El libro33.293 forma parte de la segunda edición del proyecto PHES-Fotografía Solidaria, impulsado en 2017 por la fotógrafa Estela de Castro, quien comparte su dirección artística con el fotógrafo Juan Cañamero. Su objetivo, implicar y comprometer a los artistas y profesionales de la fotografía ante la mayor crisis migratoria sufrida tras la Segunda Guerra Mundial. “En la actualidad, 1 de cada 14 personas que intenta llegar a nuestras fronteras muere en el camino. La gran mayoría pierde su vida en el Mediterráneo, pero también se registran muertes por congelación, violencia o suicidios”. Léanse de nuevo estas últimas palabras. Imagínense. “Nadie sube a sus hijos a una patera, a menos que el agua sea más segura que la tierra”. Estas palabras de la poeta somalí Warsan Shire levan las anclas de este libro y abren su travesía.

PHES nació tras el impacto que produjo en De Castro la imagen del cuerpo del niño Aylan Kurdi, que murió ahogado junto a su madre y su hermano de cinco años y fue entregado por el mar en una playa turca. Había visto también imágenes de un bombardeo a un hospital de Siria: bebés heridos en sus incubadoras destrozadas. Entonces la Unión Europea se comprometió a acoger a 160.000 personas, pero solo lo ha hecho con una cuarta parte. Mientras España solo ha cumplido con el 13% de lo que le corresponde, Europa invierte recursos, esfuerzos y millones de euros en frenar la inmigración y mantiene acuerdos con Turquía, Marruecos o Libia, que violan los derechos humanos. Las mafias que trafican con personas se enriquecen. También, en términos políticos, se enriquece la extrema derecha europea, como ha quedado patente en la cumbre europea que ha tenido lugar en Salzburgo.

Poca o ninguna ayuda se ha comprometido en esa cumbre para los despojados que tratan de salvar su futuro a través del Mediterráneo, poco o nada para que esas vidas en el extremo no se sumen a la cifra de los ahogados. Todo ha quedado en meros brindis al sol, como la voluntad de reforzar los acuerdos con los países del norte de África (¿ayudas a Estados mercenarios?, ¿acuerdos presuntamente humanitarios con regímenes demostradamente autoritarios?). O en horizontes de mayor indignidad, como el impulso del plan Frontex Plus, que crearía en 2020 un cuerpo de 10.000 policías fronterizos. El presidente Sánchez lo apoya con los matices propios de quien apoya algo así: que si flexibilidad, que si soberanía nacional, que si blablabla.

Frente a la crueldad política, que plantea el drama migratorio como una cuestión policial; frente a los réditos para la extrema derecha que suponen la cultura de la diferencia y el discurso del miedo, hay una sociedad civil que no se resigna a tanto dolor y a tanta injusticia: “Sueño con un mundo en el que los seres humanos no se ahoguen en el mar”. Con estas palabras Estela de Castro se abre a su vez el catálogo de la segunda exposición de PHES: casi cien fotografías donadas por artistas con el prestigio de Pierre Gonnord, Cristina de Middel, Ana Palacios, Bernard Plossu, José Manuel Ballester, Luis González Palma o Mara León. Una exposición que puede visitarse hasta el próximo 10 de octubre en el Centro Universitario de Artes (TAI) de Madrid. Y se puede colaborar. La recaudación de la venta de las fotografías donadas y de los catálogos irá íntegramente destinada a cinco ONG: Sons of War (Siria-Turquía), Il Gattaro d’Aleppo (Siria), Maydayterraneo (Mediterráneo), Proactiva Open Arms (Mediterráneo) y No Name Kitchen (Serbia). El año pasado, en su primera edición, PHES logró hacer llegar 40.000 euros a las víctimas, humanas y no humanas, de las violencias, de la guerra y del hambre.

Mientras Europa se encierra con sus fantasmas xenófobos (la amenaza de la extrema derecha, la confusión de la izquierda, la complicidad de la socialdemocracia), la fotografía se convierte en un arma cargada de solidaridad y de futuro, un arma de paz. Mientras el Mediterráneo vive tiempos de desolación, la generosa respuesta de los fotógrafos es alentadora: reunidas en un mismo contexto moral, las distintas fotografías donadas -sus diversos protagonistas y paisajes, las acciones varias que revelan, los tiempos diferentes en las que fueron hechas- contienen toda esa vida que está siendo brutalmente arrebatada al otro lado del mar o la frontera. Unas vidas que los fotógrafos tratan de devolver, ayudando a las ONG que no las han abandonado como las abandonan los Estados.

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