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¿El amor para el verano?: con quién nos emparejamos

Las semejanzas entre las parejas predicen el resultado de una relación

Sílvia Claveria

El verano se ha asociado al amor en muchas ocasiones. El tiempo libre y el incremento de horas de sol deben de tener algún efecto en eso. Así lo ha recogido una amplia gama de cinematografía, desde Grease a Call Me By Your Name, pasando por Brockeback Mountain. También películas de amores rurales de Rohmer, o nuevos estrenos de amores urbanos. Pese a todos los peligros que conllevan las relaciones románticas, aún están muy presentes. Nos enamoramos y, a veces, conseguimos tener pareja… Pero ¿quién es él/ella/ellxs? No me gustaría romper la magia del enamoramiento, pero normalmente la formación de las parejas sigue algunos patrones establecidos que, además, tienen efectos en cómo nos organizamos como sociedad.

El nivel educativo juega un papel muy importante en la formación de las parejas heterosexuales —que son las que principalmente se han estudiado—. Las parejas de las generaciones anteriores se componían por un hombre con un nivel de estudios superior a la mujer. Los estudios mostraban que ellos se fijaban en mayor medida en el aspecto físico, y ellas en la vertiente socioeconómica. Sin embargo, a medida que pasan los años, en la mayor parte de países europeos se ha producido una expansión educativa para ellas. Las mujeres cada vez se gradúan más en la universidad que los hombres, cosa que produce una brecha educacional entre los géneros. Esta nueva situación y otros factores parece que han afectado a las preferencias, las cuales van confluyendo entre géneros. Ahora los hombres tienden a fijarse en el nivel educativo que tienen ellas y las mujeres no se concentran tanto en el nivel socioeconómico de ellos. Aunque algunos estudios aún muestran que ellas evitan mostrar demasiada ambición en las citas que tienen porque saben que las penalizan. Básicamente, observaron que las mujeres solteras que estudiaban un MBA (máster en administración), reducían el salario deseado cuando sabían que lo iban a ver sus compañeros de clase.

Con la expansión educativa de las mujeres, las condiciones de la formación de las parejas han cambiado. Parece que las mujeres jóvenes heterosexuales con un nivel educativo alto tienen dos escenarios: o emparejarse con chicos con menor nivel educativo que ellas (hipogamia), o quedarse solteras. Los estudios indican que se produce en mayor medida lo primero que lo segundo. Este hecho podría tener una consecuencia positiva: alterar las relaciones de poder en las parejas. Al tener ellas más nivel educativo y, por tanto, probablemente, más nivel adquisitivo, esto podría afectar cómo se reparte el trabajo reproductivo dentro de las parejas. Algunos académicos argumentaban que las mujeres se ocupaban del trabajo de cuidados y doméstico en mayor medida que ellos, en parte, porque ellas tenían que compensar la menor dedicación al mercado laboral. Sin embargo, en estas nuevas parejas hipogámicas, pese a ser ellas las que aportan más cantidad de ingresos, siguen realizando más trabajo de cuidados, especialmente el más rutinario. No es una sorpresa, pero se confirma que las estructuras de género son mucho más poderosas que las económicas.

Además, el cambio en cómo se estructuran las parejas tiene otros efectos en la desigualdad. El nivel educativo continúa siendo uno de los factores clave para establecerse en pareja, aunque de una manera tangencialmente diferente. La homogamia educativa entre parejas aún es muy fuerte, es decir, es más probable tener compañeros del mismo nivel de educación. Aquellos que tienen niveles de formación superiores se emparejan entre ellos, y aquellos que tienen menores niveles de formación, lo mismo. Este tipo de parejas, que se dan ahora con más frecuencia, puede tener diferentes efectos. Se produce una polarización mucho más fuerte que antes, tanto a nivel educativo como económico de las familias, haciendo mucho más evidente la segregación entre diferentes clases, que va a afectar a la movilidad social de la descendencia.

Algo que puede ser tan poco trascendental como los amores de verano, al final pueden acabar afectando a desigualdad de las nuevas generaciones. Lo que está claro es que, aunque hayan cambiado las características de las parejas heterosexuales, ellas aún asumen la mayor parte de trabajos reproductivos.

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