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Los muertos que vos contáis

El líder del PP, durante el debate sobre la prórroga del estado de alarma.

Esther Palomera

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Van 15.000 y serán muchos más. Pasará tiempo hasta que sepamos cuántas vida se ha cobrado la pandemia en este país. Pero lo que sí sabemos es que tenían rostro, nombre, familias, una vida que les ha robado, no un gobierno, sino el maldito virus y que se han ido sin que los suyos pudieran siquiera despedirlos. El número no lo sabemos con certeza. Entre el colapso de los registros civiles, el caos hospitalario, la ausencia de pruebas, el desastre de los geriátricos, el síncope de los servicios funerarios y el retraso en la transmisión de los datos es prácticamente imposible.

Pasa en España, en Italia, en el Reino Unido, en Francia y en todo el planeta. Pero el PP se ha empeñado en denunciar que hay una premeditada intención de Pedro Sánchez por ocultar los datos. Y lo hace, aún gobernando algunas Comunidades Autónomas donde sus presidentes han hecho caso omiso de las órdenes ministeriales que les obligan a facilitar con urgencia las estadísticas. No han dado hasta hace dos días las cifras sobre fallecimientos en los centros de mayores ni han incluido las muertes en centros hospitalarios que se han producido con aparentes síntomas pero no han sido confirmados ante la imposibilidad de practicarles la prueba. Es lo que tienen las pandemias, que el sistema se vuelca con los infectados para intentar frenar el contagio, y los PCR se usan con aquellos que no tienen patologías previas.

Ellos lo sabían todo. Estaban al tanto antes que la OMS, que la UE y que la comunidad científica. Pero no hicieron nada. Hasta el 10 de marzo, como ha recordado el socialista Rafael Simancas, registraron 107 iniciativas en el Congreso y ninguna sobre la Covid-19. Solo hablaban de Venezuela y de Catalunya. Y qué decir de esa carta de la Consejería de Sanidad de Madrid, en la que con fecha 5 de marzo se pidió a los madrileños que hicieran vida normal porque “sabemos que las personas infectadas que no han desarrollado sintomatología no transmiten la enfermedad”. Cuatro días después anunciaron el cierre de los colegios y las universidades.

Aún tienen la indecencia de señalar a los contrarios como presuntos culpables. Llenan las redes de acusaciones idénticas a las de la ultraderecha de Vox. “Nos han ocultado la verdad desde el principio y pretenden ocultarnos la cifra real de fallecidos (...). Es miserable”, ha escrito en su cuenta de twitter el popular Javier Maroto sin distinguir ya lo más mínimo entre un partido de gobierno y unas siglas cuyo discurso se asienta sobre los cimientos con los que se construyó el populismo.

La derecha de Casado es hoy el nuevo radicalismo del que ya hablaba Theodor W. Adorno, de la escuela de Frankfurt, dos décadas después de la Segunda Guerra Mundial, durante una conferencia en la universidad de Viena. La editorial Taurus ha publicado recientemente su traducción del alemán y estos días de confinamiento en los que hay más tiempo para la lectura, bien haría el ahijado de Aznar en sumergirse en sus páginas para comprobar que sus objetivos, sus recursos y sus tácticas son idénticos. Hay quien lo ha hecho ya y ve una clara similitud entre la recepción de ese mensaje por una parte del electorado de la época y el seguimiento del discurso ramplón que estos días emplean tanto Casado como Abascal entre algunos sectores sociales y algunos medios de comunicación. Es el mismo ejemplo de radicalización ideológica.

Lo que no alcanza a ver el PP es que en esto Vox tiene todas las de ganar porque llegó mucho antes a su claro objetivo de hundir, no ya al Gobierno sino a todo el sistema. Así que los muertos que vos contáis, la forma en que los contáis, los bulos que difundís y la estrategia de confrontación que seguís, sólo sirven para engordar aún más al populismo y que la mecha de su radicalidad ideológica prenda donde no llegó en las últimas elecciones generales, evitando que el PP perdiera la hegemonía de la derecha. En las siguientes, no estará tan claro que ocurra lo mismo. Y cuando pase, se lamentarán por lo que hicieron. Hasta entonces, solo se les ocurre pedir corbatas negras y lutos oficiales, como si cada uno no llevara dentro ya su particular duelo.

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