Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Ya estamos en el “todo vale” de las campañas electorales

Carlos Elordi

Superado el trámite de la petición catalana en el Congreso –sin avance político alguno en la cuestión–, la campaña electoral ha comenzado. Su primer paso es el de las europeas. Pero no se interrumpirá tras éstas. Sino que empalmará con las municipales y autonómicas y luego con las generales: para los partidos, y, sobre todo, para los que más se juegan, no tiene sentido parar y luego ponerse en marcha durante tan breves intersticios. En suma, que vienen, han empezado ya, 18 meses en los que la vida política –o, cuando menos, la parte de ésta que aparece en los medios– será únicamente una batalla de imagen que arramblará con todo lo demás, o que lo deformará en gran medida.

La lógica de los partidos y la del sistema –las elecciones son el momento culminante de la vida democrática– conducen inevitablemente a eso. Pero en una democracia tan deteriorada como la española cabe preguntarse si ese paréntesis tan largo del desenvolvimiento normal de la política –es decir, del debate, la negociación y el eventual entendimiento entre las distintas posiciones– es lo que el país necesita. Y también, lo cual no es menos inquietante, si la ciudadanía está dispuesta a asumir la parte que le toca en ese juego nada menos que tres veces seguidas en un año y medio.

No tiene sentido alguno adelantar respuestas a esas cuestiones. Pueden ocurrir cosas muy distintas y ningún pronóstico es seguro, por muy claras que sean las tendencias que apuntan las encuestas. Puede producirse un aumento formidable de la abstención o puede que ésta no sea muy superior a la de anteriores comicios. El PP puede perder las europeas y, más tarde, recibir un duro varapalo en las municipales y autonómicas o, por el contrario, superar sin graves daños ambos comicios. Los expertos en demoscopia prevén ambos tipos de hipótesis. Y lo que ocurra en las generales estará muy condicionado por los resultados de las precedentes convocatorias. En todo caso, la prudencia lleva a tener muy en cuenta que un partido que tiene tanto poder, político y mediático, como el PP, parte con una ventaja importante. Con todo, puede haber sorpresas.

Pero aún más imprevisible que todo lo anterior es cómo unas fuerzas políticas absorbidas por la interminable campaña electoral y, sobre todo, un Gobierno dedicado prioritariamente a conservar el poder, podrá hacer frente a los desafíos “extraelectorales” que van a surgir en ese periodo.

En primer lugar, al conflicto catalán. Que por muy satisfechos que se mostraran los líderes del PP y del PSOE tras el debate parlamentario de este martes, sigue amenazando con la misma intensidad de siempre, sólo que ahora puede encaminarse por sendas desconocidas y llenas de graves peligros para unos y otros. En segundo, a un súbito agravamiento de la situación macroeconómica que, por mucho humo que nos siga vendiendo el gobierno, es una hipótesis que no puede descartarse a luz de informes como el reciente del FMI, que alerta seriamente sobre la precariedad de las cuentas de nuestros endeudadísimos bancos, agravada cada día que pasa por el aumento imparable de la morosidad.

El “aquí ya no pasa nada” que Rajoy y los suyos quieren meternos hasta el tuétano es simplemente una falacia, aunque haya indicios de que está calando en algunos sectores de la ciudadanía, que empiezan a asumir que esto es lo que hay y mejor no darle muchas vueltas. Y no lo es sólo por la dramática situación en la que vive una parte, enorme y creciente, de la sociedad española y que otro informe, en este caso de la OCDE, asegura que va a continuar, empeorando, durante seis u ocho años como poco.

Sino también porque no hay nada que garantice que la tranquilidad que desde hace unos meses viven los mercados, con la consiguiente y notable mejora de nuestra prima de riesgo, sea un dato inamovible. La gobernadora del FMI acaba de hacer inquietantes advertencias en ese sentido y el peligro de deflación en Europa –más acusado en España que en otros países– se ha sumado en el discurso de Christine Lagarde a su preocupación por el bajo crecimiento y por el endeudamiento.

Los grandes partidos preferirían que esos asuntos mayores –desde el catalán a los riesgos económicos, por no hablar de la necesaria remodelación del estado autonómico– no vinieran a enturbiar la campaña que acaba de empezar. Y no sólo porque alterarían su discurso –el triunfalista de Rajoy y el posibilista de un Rubalcaba que parece haber decidido que ahora es mejor no cuestionar de frente la política económica del gobierno y de Bruselas– sino porque les pillarían poco preparados para hacerles frente, estando como estarán tan imbuidos en campaña.

Etiquetas
stats