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Diario de un espectador: Las reglas belgas y el vértigo español

Belgiun Rules, de Jean Fabre

David Montero

Sábado, 28 de octubre. 20,45h

Cuando iba pedaleando hacia el teatro, me dio por ponerme en el pellejo del creador belga y me entró vértigo. ¿Qué espectáculo hacer después del Mount Olympus, esa obra magna, excesiva, imprescindible? Cuando amarré la bici, ya había vuelto en mí y al vértigo del creador le sucedió el vértigo del espectador que sí que soy: tras aquella experiencia que tanto me marcó, ¿qué me pasará hoy? ¿Será de nuevo el milagro o la rutina? ¿La diversión o la herida? También a la persona le vino el vértigo del tiempo: el que yo era hace un año y medio y el que ahora soy que “son la misma cosa/ y son cositas contrarias”. Pero como el tiempo no existe y el teatro es siempre un recién nacido, todo lo pasado se difumina y sólo queda la verdad de lo que ocurra hoy entre el espectáculo y el patio de butacas; entre los intérpretes y los espectadores; entre la cabeza, el corazón y las tripas de los Troubleyn y Jean Fabre y las mías.

Domingo, 29 de octubre. 1,30h

Voy cruzando el puente de Barqueta, andando con mi bici al lado. Algunas imágenes  vuelven a mí: el humo como escenografía efímera, el matrimonio Arnolfini, las mujeres con palomas en los brazos y su lento aleteo, el cerdo y la mujer que lo conduce, el ciclista perdido en la niebla, mujeres desnudas bajo  abrigos de visón que esconden metralletas y que nos hablan de la venta de armas belga, un carro lleno de muertos atravesando el escenario, la calavera celebrando su cumpleaños con tarta y velas, el hombre de Magritte bajo cuyo paraguas se refugian mujeres, palomas y hombres,…

A las imágenes las sucede el pensamiento. Pienso en lo que cuenta la directora estadounidense Anne Bogart. Después del 11-S, el ruido de una caja al caer en un escenario no volvió a ser lo mismo: el contexto había cargado de un significado distinto al mismo signo. Creo que algo así le ocurre a esta obra en España en este octubre de 2017. Si Belgian rules habla de una nación hecha de nacionalidades y se pregunta cuánto de ficción o realidad tienen una y las otras, esos interrogantes resuenan en nuestro presente como una caja de cerillas que cae en el suelo de la cocina. Cuando nos levantábamos tras las casi cuatro horas de función, bromeé con un amigo: “y, mientras tanto, en Cataluña…”. Si, como dice Jean Fabre, el teatro se encuentra en los orígenes de Bélgica y ese país es aún un teatro en sí mismo; España y todos los que aún la conforman, parecen empeñados en ser un sainete, pero uno que hace mucho que perdió la gracia.

Domingo 29 de octubre. Entre las 12,30h y las 14h

Me aceroco a la Pasarela de San Jéronimo a ver dos espectáculos incluidos en  la programación del mes de danza: Winblendon o la gran desilusión, una inquietante historia de dos hermanas gemelas, tenistas y campeonas malogradas; y Nosemnaa. La Danza de un Canto, un solo delicado en el que la voz cantada y la danza dialogan.  Por cierto, en este mismo festival me quedé con las ganas de ver Somewhat paler de Bárbara Sánchez en La Fundición, pero no paran de llegarme cosas buenas de su trabajo.

Domingo 29 de octubre. 22,00 h

Me levanto de mi butaca en la Sala TNT tras ver  El corazón de la cebolla de Arístides Vargas y el Teatro Malayerba de Ecuador dentro de la programación del MITIN. Una obra sencilla y hermosa sobre las relaciones humanas: el amor, la familia y la amistad. Con ecos del absurdo, de Buñuel y basándose en un fragmento de El tambor de hojalata de Günter Grass, nos regalan un trabajo distinto que nos ayuda a mirar y pensar otras poéticas y otros imaginarios.

Lunes, 30 de octubre. 15h

Noviembre es un mes magnífico en cuanto a programación de artes escénicas en Sevilla. Dudo entre tanto bueno: los nombrados Mes de danza y MITIN, luego CENIT, la programación regular en salas y teatros también trae cosas que me apetece ver. Termino de escribir la crítica de Belgian rules mientras hoy las noticias por la radio: Puigdemont está en Bruselas, Soraya manda en Cataluña y yo con estos pelos. Qué vértigo.

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