El servicio médico del CIE de Hoya Fría actuó frente al ébola sin protocolo oficial de emergencia y sigue sin tener ninguno

Centro de Internamiento de Extranjeros ubicado en Hoya Fría (Santa Cruz de Tenerife).

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

Ni un solo protocolo de actuación propio: no lo tenía ni siquiera cuando se dispararon las alarmas por los brotes de ébola, ni lo tiene ahora, cuando aplican procedimientos carcelarios. Clínica Madrid, la contratista encargada de prestar el servicio sanitario en los ocho Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) que están en funcionamiento en el Estado español, carece de unas directrices para atender casos específicos de las personas internadas.

Según la ley, los CIE sirven para internar a las personas migrantes en situación irregular administrativa mientras se tramita su expulsión. En la práctica, se asemejan a las prisiones -incluso hay cárceles reconvertidas en CIE- pero sin personas condenadas ni un reglamento acorde a la situación de excepcionalidad en la que se encuentran, en muchas ocasiones tras un dramático viaje en patera desde África a Canarias o a la Península.

Inmaculada Mora trabajó como doctora durante tres años y medio en el CIE de Hoya Fría, en Tenerife, un periodo durante el que pudo constatar que Clínica Madrid, la empresa que la subcontrató, jamás le facilitó protocolos de actuación, ni siquiera cuando se dispararon las alarmas por la crisis humanitaria acaecida en África por brotes de ébola: “Fue penoso, simplemente se limitaron a mandarnos unos monos, unas mascarillas, unas gafas y nada más”.

La propia doctora tuvo que encargarse de establecer un protocolo de asistencia e intervención en caso de sospecha de la llegada de una patera con enfermos contagiosos: “Instruí a todo el personal, tanto de cocina, limpieza, como policías, y se grabó un vídeo para distribuirlo por el resto de las islas con las recomendaciones”.

Esto se pudo hacer porque Mora ya estaba muy familiarizada con estos casos. Su tesis doctoral versó sobre la situación sanitaria de las personas migrantes irregulares, fue cooperante en África durante ocho años, desde 1996 trabajó en la consulta de Cruz Roja en Santa Cruz de Tenerife para atender a migrantes solicitantes de asilo y, en colaboración con Médicos del Mundo y la Universidad de La Laguna, contribuyó para abrir un espacio de asistencia médica en Los Cristianos. Además, estuvo muy vinculada con el personal sanitario que trabajaba en Hoya Fría y en La Esperanza durante la llamada crisis de los cayucos, en 2006, y es doctora del Instituto de Enfermedades Tropicales de la Universidad de La Laguna.

Durante el periodo que trabajó en el CIE también llevaba a cabo funciones que iban más allá de su labor como doctora: “Había veces en las que yo era la única persona que podía comunicarme con ellos en inglés, francés o a veces en wolof o criol. Por lo que en muchas ocasiones mi tarea no era solamente sanitaria, también les escuchaba y me contaban su periplo desde que salieron de su país”.

Nadie de Clínica Madrid se personó siquiera una vez en el CIE de Hoya Fría cuando Mora trabajaba allí, ni para hacer una inspección. “Cuando solicité a esta empresa los protocolos, me dijeron que no había y que la manera de proceder ante determinados casos era la normal que se utiliza en medicina para cualquier otro paciente”. Además, el material sanitario facilitado por la empresa “era muy deficitario y llegaba con bastante retraso”.

Lo que relata Mora se suma a los hechos sucedidos en enero de este año, cuando la misma empresa recomendó al personal sanitario usar un procedimiento de prisiones para atender a dos internos que iniciaron una huelga de hambre en el CIE de Barranco Seco (Gran Canaria); la jueza de control de ese centro remitió la documentación de Clínica Madrid al Defensor del Pueblo al apreciar “deficiencias” en ella. Médicos del Mundo también ha recibido la negativa o el silencio por respuesta cuando ha reclamado o preguntado por posibles protocolos de actuación en situaciones sensibles o de emergencia.

De hecho, Mora decidió dejar de trabajar en el CIE de Hoya Fría por “discrepancias con la empresa”, ya que poco a poco le iban bajando el sueldo, y las condiciones laborales “eran bastante malas”. “Estaba contratada diez horas a la semana, pero debía estar localizable 24 horas, 365 días al año”. En la actualidad, en el CIE de Barranco Seco y en Hoya Fría se establece el horario más reducido para el personal sanitario en comparación al resto de CIE que existen en el Estado español; además, ambos cuentan con el presupuesto más bajo para asistencia médica, con menos de 40.000 euros en comparación a los 200.000 euros de Madrid, por ejemplo.

“En caso de llegada de inmigrantes nuevos, existía el compromiso de que estos tenían que tener una revisión médica en menos de 24 horas, aunque fuese fin de semana, y así lo hacíamos sin problemas. Luego nos pagaban las horas extras”.

Sin embargo, Mora reconoce que con dos horas al día le sobraba “bastante tiempo” para atender a todos los internos, aunque matiza que el número de las personas que ingresan ahora “debe ser mayor”, sobre todo desde que se ha anunciado el cierre por obras del CIE de Barranco Seco. “Si hablamos de 2006, cuando la crisis de los cayucos, eso ya era una locura, sanitariamente hablando, con 800 personas en Hoya Fría y 1.000 en La Esperanza”.

La doctora también ha destacado que jamás tuvo “ningún problema” con la Policía para desempeñar su labor: “Respecto a los directores y a todos los policías yo lo único que tengo son alabanzas”. El Ministerio del Interior, la institución encargada de gestionar los CIE, “jamás se negó a ninguna actuación que yo prescribiera como doctora, para ellos mi palabra iba a misa cuando les daba los argumentos”.

Sin embargo, sí critica que nunca obtuviera respuesta por escrito de Interior a dos propuestas: “No había evidencias científicas que justifiquen los análisis de sífilis, hepatitis y SIDA que se les hacen a los inmigrantes que llegan en patera a las islas. Sin embargo, sí que había otros análisis que serían convenientes en base a salud pública que se pudieran realizar como, por ejemplo, los parásitos en heces o el test de la tuberculina. Esa fue la primera propuesta que hicimos; también solicité varias veces que me dejasen analizar estadísticamente los datos de los miles y miles y miles de resultados de análisis que tienen en los archivos del centro”.

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