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Inauguran el memorial francés del exilio español: tarde y vago

Xavier Febrés

El primer ministro francés Manuel Valls inauguró con solemnidad oficial el pasado viernes 16 de octubre el memorial del exilio en el campo de concentración de Rivesaltes, en la comarca interior de Perpiñán, donde fueron a parar a partir de 1941 una pequeña parte de los cerca de 500.000 refugiados republicanos españoles que cruzaron la frontera en pocos días el febrero de 1939. Soltó la frase que ha debido esperar 75 años para ser pronunciada por una autoridad francesa: “Fueron humillados. Se les privó de dignidad, con menosprecio total de humanidad. Quienes huían en busca de la libertad esperaban otro tipo de acogida. Francia no es así, es una tierra de acogida”.

Los centenares de miles de refugiados republicanos, militares y civiles, se vieron amontonados en febrero de 1939 en las playas desnudas de Argelés, Saint-Cyprien y Le Barcarés, sin ninguna clase de instalaciones durante las primeras semanas. El ministerio francés de Defensa se negó a abrir ninguno de sus campos militares vacíos del sur del país, como los de la Valbonne (departamento del Gard), Caylus (Tarn y Garona), Larzac (Dordoña), la Courtine (Creuse), habilitados para alojar tropas. El argumento esgrimido era que podían ser necesarios en caso de súbita movilización de reservistas franceses ante la escalada militar alemana en curso.

El ejército francés, que se había beneficiado durante los años anteriores de presupuestos extraordinarios ante el agresivo rearme germano-italiano, tampoco puso a disposición de los refugiados españoles durante el primer mes del operativo ninguno de sus medios más indispensables en estos casos, como tiendas de lona, literas, estufas, cocinas o letrinas de campaña. “Ni una sola manta de sus reservas”, escribió el periódico Le Midi Socialiste el 15 de febrero.

El objetivo era claro: empujarlos a regresar. A finales de 1939 de 300.000 a 360.000 refugiados españoles, según las distintas fuentes, ya habían abandonado el territorio francés, la gran mayoría para reincorporarse a sus localidades de origen o al menos intentarlo, asumiendo los riesgos de la represión de posguerra en España. En diciembre de aquel año el ministro francés del Interior, Albert Sarraut, manifestó en la Cámara de Diputados que quedaban en Francia 140.000 refugiados españoles, entre ellos 40.000 mujeres y niños.

El éxodo republicano no alteró sustancialmente el número global de españoles en Francia, que entre los censos franceses de 1936 y 1946 pasaron de 254.000 a 302.000 (permanecían en el mismo tercer lugar que antes, detrás de italianos y polacos). La implantación por regiones quedó encabezada por el pequeño departamento fronterizo de los Pirineos Orientales con capital en Perpiñán (25.845 refugiados), seguido por la Alta Garona con capital en Toulouse (17.794), el Aude con capital en Montpellier (21.695) y los Pirineos Atlánticos con capital en Pau (12.090), todos próximos al Pirineo y prácticamente todos por encima de los acogidos en México.

La retirada de medio millón de republicanos españoles hacia Francia al final de la Guerra Civil fue uno de los éxodos humanos más dramáticos y maltratados de la historia contemporánea. Sin embargo 75 años después aun no disponía de ningún memorial reconocido en la demarcación fronteriza francesa, más allá del carácter simbólico de la tumba de Antonio Machado en Collioure, el pequeño recinto del cementerio de los españoles en Argelés y algunos monolitos diseminados. A partir de ahora tendrá un memorial institucional en el desafectado campo militar de Rivesaltes.

La elección del lugar es poco inocente y muy discutible, además de tardía. El campo militar de Rivesaltes solo fue construido en 1941, dos años después del éxodo español, para encerrar la pequeña parte subsistente de republicanos españoles y acto seguido a judíos que huían del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial o refugiados de otros conflictos posteriores, como la guerra de Argelia, en un volumen muy inferior a los 100.000 presos que tuvieron simultáneamente cada uno de los tres campos de las playas de Argelés, Saint-Cyprien y Le Barcarés durante los primeros meses de 1939, a raíz del vergonzoso recibimiento de la República francesa a los republicanos españoles vencidos.

Habilitar ahora el memorial institucional de aquellos éxodos en el campo de Rivesaltes comporta más facilidades constructivas en la segunda línea interior de la comarca fronteriza y no en las playas. También significa diluir en un contexto más amplio la barbaridad que las autoridades francesas cometieron en las playas rosellonesas contra el medio millón de refugiados republicanos españoles en febrero de 1939. Rivesaltes representa una segunda etapa, de volumen y organización muy distinta.

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