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Francesc Viadel: “La mayoría de los valencianos ve el 'procés' con los ojos de España”

Francesc Viader en el Paseo de Sant Joan de Barcelona / ENRIC CATALÀ

Cristina Palomar

Barcelona —

Francesc Viadel (Algemesí, 1968) es periodista, sociólogo, poeta y prolífico escritor. En su último libro, La gran depuració. Catalanistes, marxistes, nazis, jueus i traïdors. Desmuntant l'anticatalanisme espanyol, analiza con pasión el discurso anticatalanista español y las nefastas consecuencias que éste ha tenido para el País Valencià sobre todo. Con su afilada pluma, Viadel disecciona la resistencia de los gobiernos de Madrid a liquidar la visión centralista heredada del franquismo y critica la incapacidad manifiesta de asumir la plurinacionalidad del Estado. Como intelectual con una larga trayectoria de agitador cultural, ve la caída en desgracia del PP y el ascenso de partidos como Podemos con un cierto escepticismo.

El subtítulo de su libro habla de marxistas, nazis, judíos y traidores como los adjetivos más comunes para referirse a los catalanistas valencianos. ¿En qué quedamos? Uno no puede ser judío y nazi al mismo tiempo.

Es una constante y no es fruto de la ignorancia sino que demuestra su mala intención. Estas adjetivaciones lo que buscan es la estigmatización del adversario y no han sido utilizados nunca de forma casual. Son comparaciones aberrantes que cumplan su papel en función de cada contexto y que tienen un gran efecto en la gente poco informada y con miedo de los cambios. Un ejemplo. En la etapa de la Transición valenciana, Joan Fuster fue el intelectual más importante a demonizar y se le atacaba desde la extrema derecha diciéndole judío y marxista. En el subtítulo me ha faltado añadir yihadistas.

¿Por qué esta rabia del blaverismo hacia todo lo catalán?

La respuesta es compleja porque hay muchos factores que ayudan, como por ejemplo la manipulación emocional de la sociedad. Durante la Transición, el País Valencià experimentó un reencuentro cultural y el miedo del Estado a que se recuperara la idea de Països Catalans y que se desequilibrase territorialmente España era muy grande. En la medida en que el valencianismo fue asumido por la izquierda como ideología de recambio y transformación, el sector más ultraconservador percibió la cultura como una amenaza y el valenciano pasó de ser una lengua culta a ser la correa de transmisión del marxismo y de la destrucción de España. Esta teoría de la conspiración resumida en «mos volen robar la paella» fue apoyada desde los aparatos del Estado y se alimentó desde el periódico Las Provincias.

Sorprende la violencia con la que ha actuado siempre el blaverismo.

La violencia política a que llegó el blaverismo se produjo por la inhibición de las fuerzas de orden público, que todavía eran franquistas y no se sabe hasta qué punto colaboraban, por la complicidad de las cloacas del Estado y por la parálisis de las fuerzas democráticas. Todo esto entre el fuego cruzado de la política estatal. Por eso digo que Franco murió el 24 de mayo porque la Transición valenciana no se había acabado de cerrar. De todas formas, con la crisis económica el debate sobre la identidad valenciana ha pasado a un segundo plano.

Usted sostiene que la persecución del catalanismo no es sólo el patrimonio de la derecha española. ¿Cree que la aparición de nuevos partidos terminará con esta mentalidad o no hay nada que hacer como se argumenta desde el independentismo catalán?

Unas elecciones no son suficientes por sí mismas para modificar una mentalidad, unos tópicos y unos prejuicios profundamente arraigados en la sociedad española. Hay un gran desconocimiento de la periferia y de la riqueza que supone el plurilingüismo para una sociedad moderna. Lamentablemente existe una incapacidad manifiesta para admitir que esta diferencia es una gran ventaja y para modificar esta visión de España que está firmemente enraizada en el siglo XIX y que está muy inculcada en la gente. ¿Cómo se cura el prejuicio? Puede curarse, pero el tema es que no se quiere curar. La clave está en cambiar esta concepción de una España centralista, monolingüe castellanohablante, que no reconoce las periferias.

¿Cómo cree que afronta Podemos esta concepción de España?

No acabo de tener claro su modelo. Hace unos días preguntaron a Pablo Iglesias en un programa de radio si pensaba que el catalán y el valenciano eran la misma lengua y él respondió que no lo tenía claro. Su respuesta, además de demostrar indiferencia y desprecio, confirma que no tiene intención de abordar esta delicada cuestión. Seguramente, si le hubieran preguntado si el español de Perú y Bolivia es el mismo que el que se habla en Valladolid, habría respondido rápidamente. Me gustaría que fuera normal poder estudiar árabe, euskera, portugués o gallego en la escuela en Algemesí. España siempre ha demostrado una incapacidad congénita para comprender la diversidad y la diferencia interna, por eso tampoco puede entender la externa. La singularidad del plurilingüismo en España no existe en ningún otro lugar en Europa y es desolador ver como se desprecia y se alimenta la catalanofobia.

¿El federalismo puede ser la solución?

Tampoco iremos muy lejos si al final el federalismo ha de acabar siendo un estado autonómico perfeccionado. Aquí la pregunta es si hay voluntad política, tanto de la izquierda como de la derecha, para convertir en normal lo que ahora es invisible y esto, en este momento, no existe.

Muchos de los personajes que usted menciona en su libro o están imputados en casos de corrupción o las elecciones municipales los han destronado. ¿Cómo valora los resultados de 24M?

Me resulta gracioso que en el caso de los salvadores de la patria valenciana contra el enemigo catalán que nos lo quería robar todo, al final se ha demostrado que su anticatalanismo era una cortina de humo para robar. Ahora se puede ver que su patriotismo era un escudo, una bandera para robar y aprovecharse de una posición de superioridad moral. Es muy cierto, y así se ha visto, que ciertos políticos o partidos pueden tener la tentación de esconderse detrás de patriotismo y explotar los componentes emocionales de la sociedad para sacar provecho y engañar.

¿La marcha de Rita Barberá del Ayuntamiento de Valencia y la llegada de un nuevo alcalde de origen catalán es un acto de justicia poética?

El resultado realmente espectacular es el de la ciudad de Valencia porque gana una formación como Compromís a quien teóricamente se le podría colgar el San Benito de catalanista y resulta que, aun así, gran parte del electorado, sobre todo los jóvenes y los barrios más populares, ha pasado de todo y los ha votado. Lo más importante es que el discurso del miedo del PP no ha cuajado como otras veces. Esto no significa que el anticatalanismo haya desaparecido de Valencia, quiere decir que ahora no ha penalizado. También tiene gracia  que ciertos medios de comunicación reprochen al nuevo alcalde de Valencia sus orígenes catalanes cuando no dijeron nada sobre el abuelo de Rita Barberá, originario de Reus.

¿Qué opina de Joan Ribó?

La llegada de Joan Ribó a la ciudad de Valencia supone una ruptura espectacular con el status quo de Franco porque con él vuelve la Valencia moderna e ilustrada de la República. Cuando Rita Barberá llega a la ciudad de Valencia en 1991 lo que hace es mantener los proyectos de gran ciudad heredados de Ricard Pérez Casado y prorrogar el régimen de Franco. Ribó es una persona dialogante y honesta, y tiene detrás un equipo de gente joven y muy preparada. Hay muchas ganas de que esto salga bien y creo que hará unos cambios muy importantes pero muy tranquilos. En Valencia ha habido un régimen y ahora no se trata de implantar otro, sino de democratizar las instituciones. Para los valencianos es un momento decisivo y no veremos la trascendencia hasta que pasan unos años. Lo que suceda en Valencia también puede ayudar a modificar un poco la mentalidad española.

¿Por qué la sociedad valenciana no ha hecho nada para deshacerse de tantos años de dominio popular?

Porque la derecha apeló a las emociones y la izquierda no supo cómo reaccionar. También es cierto que la sociedad valenciana ha sido una sociedad muy pre-política y muy poco leída en general. El valenciano es muy individualista y muy pragmático.

Usted señala que Valencia tiene un gran potencial. ¿Cree que a Barcelona le interesa tener tan cerca una ciudad fuerte que le haga competencia?

Valencia y Barcelona son dos ciudades muy importantes y tienen rivalidades sanas y evidentes, eso es indiscutible. Sin embargo, el eje de Barcelona-Valencia puede representar muchas posibilidades para las dos ciudades, comenzando por una complementación desde el punto de vista de los intereses económicos. A Cataluña le conviene y no le conviene una Valencia desarrollada y al revés también, pero creo que más allá de esto al final en estas relaciones siempre hay más ventajas que inconvenientes.

Vista la hostilidad con que se percibe Cataluña en el resto del Estado, ¿es todavía factible decir que Valencia es la abanderada del anticatalanismo?

Nunca ha sido exclusivo, pero en Valencia ha tenido hasta ahora una visualización muy clara. Rita Barberá dijo hace unos días que el independentismo catalán ya llega hasta Murcia. El aumento del anticatalanismo en el Estado irá en paralelo con el tema del proceso soberanista y esto será inevitable. Tendremos que ver hasta qué punto esto tiene una concreción a nivel político y social, y no creo que una supuesta victoria de Podemos a nivel estatal cambie mucho las cosas.

 ¿Cómo se ve el proceso soberanista catalán desde Valencia?

Sinceramente, creo que no se ve. En algunos círculos intelectuales existe la teoría de que el proceso catalán despertará el sentimiento valencianista, pero yo no lo creo. La mayoría de los valencianos ven el proceso soberanista catalán con los ojos de España. El problema prioritario de los valencianos es la crisis económica. Si en el caso de España ha sido dura, en el caso de Valencia ha sido brutal porque ha sido el paradigma del modelo económico desarrollista del PP iniciado en la época Zaplana. La política de los grandes eventos junto con la especulación urbanística, la corrupción, la crisis de la agricultura y la destrucción del medio ambiente nos han arruinado totalmente.

¿Se plantea volver a Valencia?

No. Yo me quedo en el exilio.

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