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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

La cultura del racismo en Israel

Xavier Abu Eid

La discusión sobre el racismo en Israel es relativamente nueva para quienes siguen las noticias desde el exterior. El hecho de que una patrulla de policías israelíes haya golpeado a un soldado israelí venido de Etiopía (judío africano) desencadenó una serie de protestas que han encendido las alarmas en los sectores más liberales de Israel. Las mismas alarmas que no se encienden cuando la potencia ocupante israelí comete abusos racistas en contra de la población palestina, incluidas aquellas realizadas por los soldados africanos israelíes.

Uno de los pilares principales de la Hasbara, propaganda israelí, es describir a Israel como un estado democrático de estándares europeos. Temas como el “liberalismo” y la igualdad de sexo se describen como puntales de un estado donde cada día su población religiosa acapara poder en mayores espacios públicos. Lo concreto es que el concepto mismo de democracia liberal no conjuga con la idea de un estado que no se muestra a sí mismo como un estado de todos sus ciudadanos, sino que como el estado de un solo grupo, el “pueblo judío”. Aquel es el punto de partida para que por ejemplo, Israel entregue más derechos automáticamente a un nuevo inmigrante judío llegado de Rusia, que a un palestino con ciudadanía israelí en Nazaret.

Aquella propaganda de la “democracia liberal” ha hecho eco en numerosos círculos conservadores europeos que ven a Israel como un ejemplo a seguir. Parece paradójico que el realzar el supuesto carácter israelí de “democracia” sea utilizado por los amigos del gobierno israelí en Europa para tapar las sistemáticas violaciones que, como una potencia ocupante beligerante, Israel comete contra el pueblo palestino. Por ende, cuando salen a colación noticias como la del soldado etíope/israelí golpeado por la policía israelí en un hecho motivado por el color negro de su piel, esa parte de la propaganda israelí colapsa.

En ese momento comienzan los esfuerzos para describir lo sucedido como un hecho aislado, sin embargo ellos hoy en día son parte integral de ese Israel que ciertos personajes dicen admirar. Lo más notable de la situación es la reacción de los sectores autocalificados como “progresistas” que se sienten cercanos a Israel, llamando al gobierno de Tel Aviv a investigar lo sucedido. Ese “estupor” no se ve cuando los mismos soldados israelíes de origen etíope humillan a la población palestina bajo ocupación. De hecho es una constante que los sectores más marginados de la sociedad israelí sean los más brutales en la represión contra los palestinos, a pesar de que ello no les haya hecho ser más aceptados por la clase gobernante.

Hoy es cuando se ven las consecuencias de las políticas de incitación al odio impulsadas por Netanyahu y su gobierno. Hoy es cuando se ve por qué Palestina rechazó desde un comienzo reconocer a Israel como “estado judío” y por qué la ocupación israelí de un pueblo completo ha terminado por corromper a la sociedad israelí misma. Todo ese ciclo ha sido estimulado por la actitud condescendiente de la comunidad internacional, particularmente europea, que continúa rechazando la idea de llevar acciones concretas en contra de las políticas de Apartheid impulsadas por Israel.

Desde el mismo momento en que Israel se define como “estado judío”, la discriminación en contra de otros grupos se hace norma. No es solo el hecho de que existan más de 50 leyes aprobadas en el parlamento israelí que discriminan exclusivamente a la población no judía, en su gran mayoría palestina, de Israel, sino que dentro de la población privilegiada por ser judía en Israel, hay quienes buscan elementos de pureza que tanto judíos etíopes como judíos venidos del mundo árabe no pueden dar. Ello se ha transformado en un elemento de discriminación intrínseca que va desde el padre fundador de Israel David Ben Gurion hasta la actualidad. Los archivos del partido laborista israelí filtrados a Haaretz la semana pasada antes del ataque al soldado etíope/israelí, donde se puede ver a un Ben Gurion dando opiniones abiertamente racistas en contra de una familia de judíos iraquíes, son una muestra de esa discriminación intrínseca.

Que la policía golpee a un soldado de su país por el hecho de ser negro es un síntoma claro de la enfermedad que sufre la sociedad israelí en su conjunto. Años de impunidad no les han hecho ver la necesidad moral de terminar con la negación sistemática de los derechos del pueblo palestino, y ello termina traspasándose a las actitudes de sus propios ciudadanos que han elegido al gobierno más extremista de su historia apoyando una campaña electoral basada en el racismo y la incitación al odio. Un ejemplo más que muestra claramente a la comunidad internacional qué sucede con el racismo cuando se tolera en vez de detenerse. En este caso, el racismo no solo se tolera, sino que se premia.

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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

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