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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

¿Año Nuevo en Palestina?

Xavier Abu Eid

  • A comienzos del 2015 se publicó el informe que cada año realizan los jefes de misión de la Unión Europea en Palestina, donde se vaticinaba que la situación sobre el terreno era insostenible y que debían tomarse medidas inmediatas para detener un estallido de violencia mayor.

En el informe se aprecia el trabajo de representantes de ciertos países para que se suavice el lenguaje sobre los documentados crímenes israelíes. Algunos diplomáticos europeos, probablemente encantados por el brillo de las olas en Tel Aviv, intentan rebajar la crítica en pro de las “relaciones constructivas” con Israel. Aun así, el informe era categórico y recomendaba una serie de medidas tales como restringir el ingreso de colonos a la Unión Europea y desincentivar los negocios con las colonias israelíes, incluyendo Jerusalén Este. Lo cierto es que pocas acciones se llevaron a cabo, de manera que el anuncio del “etiquetado” de los productos provenientes de las colonias como tales por parte de Bruselas ha representado un mínimo paso.

Durante el 2015 el Gobierno palestino también advirtió sobre el peligro real de un estallido. El Gobierno israelí se había encargado de cerrar todo horizonte político a la población palestina (“Si soy elegido, no habrá Estado palestino bajo mi mandato”, fue una de las principales promesas de campaña que le valió salir reelegido a Benjamín Netanyahu). Ante eso, pocos intentaron adoptar acción alguna. Francia insistió en el papel de Europa ante esta situación e intentó jugar sus cartas para conseguir una resolución en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pero se encontró con una respuesta clara de sus principales socios europeos: hay que esperar a Estados Unidos.

El secretario de Estado John Kerry pidió al presidente Abbas que tuviera paciencia. Pero en su última visita a Ramallah dejó claro que Washington no tiene mucho que ofrecer. El Gobierno más extremista de la historia de Israel -aquel que se compromete con los colonos y que, en consecuencia, avanza día y noche en la construcción de colonias en la Palestina ocupada- observa complacido cómo no existe la voluntad política internacional para llevar a cabo acciones mínimas tales como reconocer a Palestina, prohibir el ingreso de productos de las colonias y sancionar a las empresas vinculadas con la colonización de Palestina.

En ese escenario, el único que ha adoptado una acción concreta ha sido Brasil, negando el reconocimiento de un colono ilegal como embajador de Tel Aviv en Brasilia. Las amenazas de la máxima autoridad diplomática israelí, Tzipi Hotovely, contra el principal país de Latinoamérica no han inmutado al gobierno brasileño. Durante el 2015 Israel intentó estrechar relaciones con Asia, África y Latinoamérica, así como con algunos países árabes, lo cual, salvo en los casos de Honduras y Paraguay, terminó por fallar completamente.

El año 2015 se cierra con la afirmación de la organización de derechos humanos israelí Paz Ahora de que Israel, de forma silenciosa, ha avanzado en la construcción de la mítica colonia del E-1, entre la colonia ilegal de Ma’ale Adumin y Jerusalén. Esta documentada afirmación no es sorprendente para los palestinos, quienes han visto como Israel ha avanzado en sus planes de limpieza étnica contra los beduinos que habitan esa zona. Pero sí lo ha sido para la comunidad internacional, dado que frenar el E-1 había sido considerado como uno de los pocos logros diplomáticos estadounidenses frente a Israel.

El E-1 es un proyecto de prácticamente tres mil unidades de colonias que busca dividir el West Bank (Cisjordania) en dos a la altura de la Jerusalén ocupada. Es un símbolo de la destrucción sistemática de la solución de los dos Estados por parte de Israel. Ello se suma a los anuncios, en vísperas de Navidad, de la construcción de 891 unidades más en la colonia de Gilo y del Muro de Anexión en Cremisan; ambos asfixiando Belén y separando esta ciudad definitivamente de Jerusalén, un hecho inédito en la denominada Tierra Santa durante más de 2.000 años de cristianismo.

¿Qué busca Israel? Su Gobierno no acepta la solución de los dos Estados sobre la frontera de 1967. Lo que busca, más que terminar con la ocupación, es reformarla, de forma que pueda anexar la mayor cantidad de tierras con la menor cantidad de palestinos posible. Lo que quede bien podría llamarse, en términos del ministro Moshe Ya'alon, el “Imperio palestino”, dado que “nunca será más que una autonomía bajo control israelí”.

Ningún Gobierno palestino va a aceptar esta solución. Al mismo tiempo, Israel también rechaza la solución de un solo Estado en Israel/Palestina con igualdad de derechos para todos. Cuando el secretario de Estado Kerry señaló que Israel tiene el “riesgo” de convertirse en un Estado “binacional”, Netanyahu se apresuró en señalar que eso “no va a pasar”. Esto último está claro, debido a que en los planes israelíes de consolidar su control sobre todo el territorio no caben ni dos Estados soberanos ni un Estado binacional, sino un solo Estado y dos sistemas distintos. Dicho en una palabra, apartheid.

Para sustentar este régimen de apartheid Netanyahu busca mostrarse como la primera línea de la lucha de “Occidente contra Oriente” (o contra el islamismo). Es una fórmula repetida con relación al apartheid sudafricano: la “punta de lanza” contra el comunismo en la Guerra Fría. Ello le suma votos en los sectores conservadores de derechas en Europa nostálgicos de la idea del “hombre blanco civilizando a los salvajes” de Oriente, sobre todo en sus sectores más islamófobos (que, dicho sea de paso, también han sido siempre antisemitas).

Pero esa utopía colonialista es uno de los principales aliados para que grupos como Daesh sigan en alza. En el mundo árabe la lucha contra Daesh no es un tema de “Oriente contra Occidente”, ya que la gran mayoría de los que mueren, así como de los que combaten a Daesh, son árabes (y mayoritariamente musulmanes sunitas). Poner a Netanyahu y su “Estado judío” en la lucha contra Baghdadi y su “Estado islámico” solo servirá para dar munición a los extremistas que buscar utilizar la religión para consolidar objetivos políticos y económicos.

Si el año 2015 comenzaba con el anuncio de que la violencia podría estallar si no se tomaban medidas concretas, el 2016 comienza con un desafío aún mayor para Palestina. Muchos creen que, a falta de una intervención internacional, 2016 será el año en que se abandonen definitivamente las esperanzas de alcanzar la solución de los dos Estados. Será la victoria inmediata de Netanyahu y su Gobierno, aunque otros auguren que ese será entonces el comienzo del fin de Israel. Puede que en ese momento, ya muy tarde, en Bruselas y en otras capitales europeas alguien reflexione y diga que “deberíamos haber reconocido a Palestina, deberíamos haber impuesto sanciones (...) Deberíamos haber hecho lo debido”.

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