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Albert Serra: “Me avergüenzo de que mi película le guste a la gente”

Albert Serra: "Me avergüenzo de que mi película le guste a la gente"

EFE

Cannes (París) —

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Casi a su pesar, una de las grandes sensaciones del Festival de Cannes ha sido la película “La muerte de Luis XIV” del catalán Albert Serra, a quien esa acogida le le hace sentir “avergonzado”, pues a él le gusta el exceso de riesgo y eso puede suponer que no se ha arriesgado lo suficiente.

“No solo me preocupa (que le guste a la gente), sino que me siento avergonzado. Me gustan los riesgos y el exceso de riesgo suele salir mal, así que cuando sale bien quiere decir que igual no había el suficiente”, relata en una entrevista con Efe.

Fiel a su reputación de provocador nato, y autor de una película que retrata la agonía en su cama del rey Sol, Serra confiesa que le gustaba más “cuando había guerra. Yo soy peligroso, pero me he vuelto inofensivo por lo que veo”.

Pese a todo, reconoce que prefiere que “a los críticos y a la gente que entiende” les guste su película, aunque siga hallando “algo de placer en la violencia de la lucha que se pierde”.

“Pensaba que la gente se escandalizaría un poco, porque es muy repetitiva al final, que si agua, que si gelatina, que si carne, que si otra vez agua... ¡Y resulta que esta vez no! Dicen que les encanta... ¿cómo podía saberlo yo?”, ironiza.

El autor de filmes como “El cant dels ocells” (2008) o “Historia de la meva mort” (2012) dio el protagonismo de su película al legendario actor francés Jean-Pierre Léaud, quien a través de gestos y sonidos evoca la agonía del monarca mientras sus cortesanos y médicos se agolpan a su alrededor.

“Las palabras no pueden sustituir la sutileza del gesto que hace Jean-Pierre. El lenguaje audiovisual sirve para eso. La base histórica está ahí, pero al final lo que cuenta es su cara, que es lo insustituible, lo que no se puede lograr en ningún otro formato”, confiesa.

Muy lejos de su intención, pese a retratar los últimos días de un ser humano, está apelar a los sentimientos del espectador, ya que considera su película “una aproximación formal” y huye de “hacer dramaturgia para que emocione”.

Asume Serra que su filme se enfrentaba al riesgo de no ser demasiado respetuoso, por lo que trató de hallar un equilibrio entre la fidelidad a la historia, pero sin llevarla al extremo.

“A mí lo que me interesa son las anécdotas, la verdad histórica me da igual. Lo divertido es lo que la imagen da como jugo”, insiste.

Y precisamente en esas “licencias poéticas” halla la película -estrenada en sesión especial fuera de concurso- la fuente del gran caudal de humor que la recorre y que encuentra su clímax en la última frase.

“La próxima vez lo haremos mejor”, dice el médico personal del monarca justo después de su muerte. Ironía a raudales en el contexto más inesperado.

Y aunque Serra dice que nunca le interesó demasiado la pintura como disciplina artística, la película está filmada con un especial interés por los encuadres y la luz, de tal forma que hay planos que parecen concebidos para ser contemplados como se hace con un cuadro.

“Me gusta que tuviera algo de cine antiguo, con una iluminación que parece natural. Pero yo apenas me ocupo de la fotografía”, reconoce el realizador catalán.

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