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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

'El instante más oscuro': el Churchill que no estaría en el despacho de Trump

Gary Oldman como Churchill en 'El instante más oscuro'

Mónica Zas Marcos

Una vez cada muchos años ocurre un eclipse cinematográfico en Hollywood y dos películas de la misma temática van de la mano en la carrera de premios. No es la situación más deseada por las productoras, pero en el caso de Dunkerque y El instante más oscuro consienten porque son complementarias al mismo todo.

Mientras que la película de Christopher Nolan nos traslada a orillas del Canal de la Mancha, donde tuvo lugar una de las ofensivas más sangrientas de las tropas nazis, la de Joe Wright se encarga de las estrategias de salón, las disyuntivas políticas y los discursos que funcionaban como banda sonora en Dunkerque.

Aunque, como en el caso de aquella, no debemos caer en el error de asumir que alguna de las dos es una clase de Historia.

Hay una escena en El instante más oscuro en la que Winston Churchill abandona su limusina para adentrarse por primera vez en el metro de Londres. Se pasea entre la clase trabajadora, charla con ella sin esconder su inconfundible puro ni su papada, y de regreso a Downing Street, decide no claudicar ante Hitler. Es mayo de 1940 y el avance de las tropas alemanas ha convertido a la política británica en un polvorín.

Los conservadores le instaban a conseguir un acuerdo de paz con las potencias del Eje y le ridiculizaban con sus fracasos, como la nefasta operación de Gallípoli. En El instante más oscuro, el líder británico flaquea hasta el límite y se queda a un tris de estrechar manos con el dictador alemán. Sufre, bebe y paga esa frustración con sus pobres secretarias, pero los ojos esperanzados de un niño y las palabras de un joven indio en el vagón de metro le animan a “no rendirse nunca”.

Aunque es cierto que Churchill tuvo que tomar su decisión más complicada como primer ministro en esa primavera, la escena de la película de Joe Wright es ficticia. No es más que una argucia dramática para defender que era el único que escuchaba al pueblo y reconocía a Hitler como lo que era: un peligroso narcisista del que no se podía fiar en una negociación. 

Todos los artificios cinematográficos de Wright tienen un objetivo final, un clímax tan dulce como el caramelo: el discurso más famoso de Churchill frente a la Cámara de los Comunes. De título más coherente con el nombre original de la película, The finest hour (La mejor hora) fue el llamamiento patriótico de Winston Churchill al sacrificio de los británicos. En la película, los parlamentarios y las personas que lo siguen por la radio rompen en vítores como si fuese el festival del confeti. Y esto, de nuevo, tampoco es cierto.

Los peligros del maquillaje

Al igual que Christopher Nolan, Joe Wright tenía una intención muy clara con esta película. Dicho por él mismo, El instante más oscuro es toda una muestra sobre cómo debe ser un político en la era de Trump. 

Además de con la papada prostética, el director ha disfrazado al Churchill de Gary Oldman con la humanidad, las inseguridades terrenales y la perseverancia de un héroe político moderno. Aunque para ello haya tenido que maquillar alguna de sus sombras más feas y tomarse ciertas licencias artísticas.

“Pataleó, gritó y cometió muchas equivocaciones en su carrera, y en su vida personal, pero una cosa que hizo bien fue que resistió la ola de fascismo, intolerancia y odio. Y eso parece interpelar a Estados Unidos ahora, y a Gran Bretaña también”, manifestó el director durante la promoción

Hay que tener cuidado con lo que se desea, porque es muy probable que la película capte la atención del presidente. Al fin y al cabo, lo primero que hizo Trump al entrar a la Casa Blanca fue recuperar un busto de Churchill que Obama había retirado del despacho Oval. Hace unos días, el republicano Mike Huckabee definió a Trump como la reencarnación del británico tras ver la película, ya que “Churchill era odiado por su propio partido, por la oposición y por la prensa”. Y algunos han visto en la “populista” interpretación de Gary Oldman peligrosas similitudes entre el magnate y el primer ministro.

Quizá Trump “secuestre” políticamente a El instante más oscuro, como hizo Nigel Farage, el antiguo líder de la Ukip, con Dunkerque para la causa del Brexit. Algo que, según Nolan, estaba lejos de ser su intención. Pero las licencias artísticas, para bien y para mal, desdibujan la realidad de forma que puede ser adaptable para cada uno de nosotros. Incluso para Trump.

Según El instante más oscuro, Churchill sufría por los chavales varados en Dunkerque y por el sacrificio de la guarnición de Calais, pero no derramaba ni una lágrima por la situación a abandono y las hambrunas de las colonias del Imperio, que defendía con tanto ahínco. Tampoco menciona la dura represión que practicaba sobre las iniciativas independentistas de la India, los halagos a Mussolini por destruir el movimiento obrero italiano o su oposición al sufragio de las mujeres.

Son olvidos que no degradan lo innegable: Churchill era el maestro de la oratoria que reflejan los archivos históricos y consiguió que los británicos accediesen a una masacre a cambio de la voluntad patriótica de defender la nación. No hubo vítores ni aplausos (de hecho, la mayoría de los civiles escuchó el discurso a posteriori). Algo que según el historiador John Broich es relevante porque “Reino Unido no solo tomó la decisión difícil, sino que no lo hizo a raíz de un ataque de adrenalina inducida por la retórica”, aunque la película muestre lo contrario.

Wright piensa que su Churchill propinará una colleja a Trump. Le mostrará a un hombre temperamental, borracho y con un bagaje de malas decisiones que al final se mete en vereda. Que escucha, entiende y se humaniza recuperando el respeto perdido del pueblo.

Los detractores de El instante más oscuro, en cambio, creen que eso precisamente dará alas al presidente electo y a sus partidarios para ver similitudes. “La película permite a gente como Huckabee sucumbir a una noción completamente falsa de la habilidad política como algo cercano a ser un fanfarrón insoportable”, escribían en The Atlantic. “Él inspiró a los británicos con elocuencia y bramidos desafiantes, no con los aullidos histriónicos de la cinta y del actual presidente estadounidense”.

El género histórico construye leyendas que se cuelan con facilidad en el imaginario colectivo. Ni Joe Wright ni Nolan son profesores de Historia, así que sus versiones de la misma son tan lícitas como las de cualquier otro. Son solo decisiones, en definiva. Y entre las del espectador está la de salir del cine, escuchar y leer a los que cuentan la Historia en versión original. 

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