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India reconoce el 'tercer sexo'… cuatro meses después de ilegalizar la homosexualidad

Celebración del reconocimiento del tercer género en Jantar Mantar (Nueva Delhi) / Rafa Gassó

Rafa Gassó

“¿Por qué no podemos celebrar lo que es un buen paso hacia la consecución de la igualdad, para todos, en lugar de criticarlo? Debemos celebrarlo. Si no es a favor de los homosexuales, sí lo es a favor de una minoría como nosotros que sufre el mismo tipo de discriminación. Incluso, probablemente, más que nosotros”.

Habla Sambhav K. Sharma, uno de tantos gays de nacionalidad india que vio con estupor cómo en diciembre el Tribunal Supremo evitaba ratificar una orden del Tribunal de Delhi de 2009 que legitimaba la homosexualidad, al eliminar del Código Penal la Ley 377, fechada en 1860. Así, se recuperó esta norma que castiga con penas de hasta 10 años de prisión las relaciones carnales “contra natura”.

El 15 de abril, cuatro meses después de este paso atrás, el mismo Tribunal ha reconocido y legalizado la existencia de un 'tercer género' con el objetivo de que una minoría sexual, hasta ahora en la marginalidad, pueda disfrutar de los mismos derechos que cualquier otro ciudadano oriundo de la “democracia más grande del mundo”, frase que se oye repetir con ironía.

Sambhav, que cofundó el grupo estudiantil Queer Campus for Lesbians, Gay & Bisexual & Trans students antes de obtener su graduación en Literatura Inglesa en la Universidad de Delhi, se casó este mismo año con su novio europeo en una ceremonia hinduista y privada –y clandestina– a la que acudió su familia al completo. Ahora se prepara para instalarse fuera del país sine die.

Aporta un punto de vista más sosegado y reflexivo a la comidilla que circula estos días entre la comunidad de extranjeros y la clase pudiente de Nueva Delhi: ¿por qué la homosexualidad no es legal en India pero sí lo es cambiar de sexo? ¿Despenalizaría esto las relaciones gays o lésbicas si uno de los dos miembros se sometiese a un cambio de sexo? Nadie, ni expatriados ni locales, parece atreverse a desentrañar la compleja lógica india.

Hasta la nueva incorporación de India, Irán era el único país que permitía las operaciones de cambio de sexo mientras condenaba las relaciones homosexuales. De hecho, desde el anterior Gobierno iraní de Ahmadineyad se instaba a aquellos atraídos por su mismo sexo a someterse a cirujía. Sin embargo, la sentencia del Tribunal Supremo reconoce el 'tercer género' como una minoría más a la que hay que defender e integrar en la sociedad, sin establecer relación entre este aspecto y la homosexualidad, al menos de momento.

Una celebración agridulce

El reconocimiento del 'tercer sexo' derivó en la celebración de una decisión calificada de “histórica” por los diferentes grupos de derechos humanos en un ambiente festivo. Sin embargo, la buena noticia no terminó de iluminar algunos gestos agridulces en la expresión de muchos activistas de los colectivos gay y lésbico que se acercaron hasta Jantar Mantar, el manifestódromo por excelencia, situado en el centro de la capital desde los disturbios del año pasado tras la violación y asesinato de Nirbhaya.

“El reconocimiento de los transgénero como 'tercer sexo' no es una cuestión social o médica, sino de derechos humanos”, falló la sentencia del Tribunal Supremo de India. Además, también emitió una serie de guías para que el Gobierno federal de todo el país y sus administraciones cumplan sus órdenes.

Entre otras, estas permiten que las mujeres se identifiquen como hombres y los hombres como mujeres sin que sea necesaria una cirugía para la reasignación del sexo. Además, en los documentos oficiales existirá la posibilidad de marcar el 'tercer género'.

Se trata de una decisión que responde a una petición presentada en 2012 por un grupo de activistas en favor de los transexuales. Así, a partir de ahora, los transgénero podrán beneficiarse de una cuota de puestos en el sistema educativo y de empleo similar a la de otras minorías marginadas en la sociedad. Organizaciones de derechos humanos calculan que hay varios de millones de transexuales en India, aunque la Comisión Electoral sólo ha registrado a 28.341, prueba del miedo a ser estigmatizado.

“Mi opinión personal”, explica Sambhav, “es que para tratarse de un juicio imparcial sólo se han reconocido los derechos de la comunidad de transgéneros y no los de los gays, lesbianas y bisexuales. Pero, probablemente, podremos utilizar esta nueva ley positiva frente al artículo 377 en el Tribunal Supremo. Si una comunidad ha obtenido su reconocimiento, nosotros también debemos conseguirlo”, añade con optimismo y una sonrisa.

Y no es poco tal gesto. Sambhav tuvo que tragarse orgullo y demonios cuando su casera, enterada a última hora de que en realidad su compañero de piso era su novio, le pidió que abandonaran el complejo de apartamentos en el que vivían, “porque había niños” y su presencia no resultaba “un buen ejemplo”. Después, le retiró el saludo cuando se lo encontraba en la calle.

Si a la reciente penalización de la homosexualidad se suma el hecho de que todas las apuestas sobre las próximas elecciones indias dan por vencedor al Bharatiya Janata Party (BJP) -un partido nacionalista dirigido por el hinduista de corte radical, Rajendra Modi-, el futuro de las libertades inherentes a cualquier idea de progreso se oscurece para Sambhav, su marido y toda la comunidad homosexual.

Lo sabe bien. Quizá, por eso, no tenga fecha para el regreso. “Me gustaría vivir en un país en el que pueda desarrollarme como persona sin que influya mi condición sexual”, concluye con amargura antes de romper en una carcajada que todo lo puede.

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