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Las inundaciones desatan la alarma en Malawi y Mozambique con 800.000 afectados

Vista aérea de una de las pocas partes visibles de la carretera que conecta Bangula con Makhanga (Malawi), donde viven 5.000 personas / Julien Lefèvre - MSF.

Ekaitz Cancela

Malawi y Mozambique han visto en los últimos días cómo el agua afectaba a 795.000 personas. Las inundaciones que dificultan habitualmente la vida de los habitantes del sur de África adquirían la dimensión de emergencia en ambos países. Y lo hacían a pasos agigantados: solo seis días antes, los afectados ascendían a 160.000.

La foto que nos llega desde África es de familias subidas al tejado de una chabola mientras el agua, contaminada, cubre la mitad de sus hogares. Detrás, los datos: más de 226.000 desplazados y otros miles que necesitan alimentos, agua potable o servicios mínimos como electricidad, según la última actualización de Naciones Unidas facilitada por Ayuda en Acción. En esta ocasión, las lluvias se han cobrado más de 200 muertes.

Desde finales de diciembre, las fuertes precipitaciones han provocado una situación de estado de emergencia en Malawi. Peter Mutharika, presidente del país, estableció el 14 de enero el estado de alarma en la mitad de los distritos de unos de los recovecos más pobres del planeta. Por otro lado, los ciudadanos del Estado de Mozambique, con el que limita por el Este, han visto destruidos alrededor de 5.000 hogares.

En un país donde más de la mitad de las viviendas son de adobe y paja (y un 15% de caña y madera), un aumento en la intensidad de las lluvias provoca consecuencias “devastadoras”. “Desde diciembre se han intensificado más de lo habitual, y las zonas no están acostumbradas a tanta agua”, afirma Amade Sucá, la directora ejecutiva de ActionAid, organización de desarrollo internacional con la que Ayuda en Acción trabaja sobre terreno desde Mozambique. Se prevé que en los próximos días el temporal azote con más intensidad en este país, el tercero con el índice de desarrollo más bajo del mundo.

“Una situación más grave supone que más personas pierdan la vida”, resume tajante Sucá a eldiario.es. Con una población cercana a los 21 millones de personas y un área de 801.590 km², Mozambique tiene, en términos comparativos, una superficie total similar a la de Turquía.

En un solo día se han registrado en Mozambique más lluvias que en todo un mes. Este desastre hace rememorar a la población del país una de las peores inundaciones en 50 años. La que en el año 2000 se cobró la muerte de 800 personas y por la que cientos de miles se quedaron sin hogar. Pueblos enteros quedaron sumergidos como consecuencia de cinco semanas en las que el agua no dio tregua. “Tienen miedo a que se pueda volver a producir algo similar”, afirma Sucá. Mientras en la provincia de Zambezia, uno de los cuatro distritos más afectados, casi 32.000 familias están completamente aisladas del resto del país sin comunicación, electricidad “y sin alimentación”, remarca.

Lejos de lo extraordinario, los habitantes de estos países africanos contemplan impotentes cómo cada año las aguas torrenciales arrasan sus casas y cultivos. Aunque no siempre alcancen niveles de emergencia, se producen de manera reiterada, lo que provoca un desgaste casi constante de los suelos.

Naciones Unidas indicó en 2013 que aproximadamente 266.698 hectáreas del terreno de Mozambique se vieron afectados por las inundaciones en años anteriores. Casi un 80% eran tierras de cultivo. Entonces, 1.63 millones de personas eran incapaces de producir comida suficiente para alimentarse, tres veces más que en 2011, cuando también llovió.

Las lluvias que traen el hambre

Apenas unos kilómetros más allá, en Malawi, centenares de personas continúan aisladas sin comida. Este país tiene una de las tasas más altas de desnutrición crónica infantil: como consecuencia del hambre, cuatro de cada diez niños y niñas tienen un bajo crecimiento para su edad, según el Programa Mundial de Alimentos.

El año pasado este país, con una economía basada en la agricultura, cosechó 3,9 millones de toneladas de maíz. Un superávit de casi un millón de toneladas en un alimento básico que más del 40% de los hogares rurales cultivan en menos de media hectárea, y con el que las lluvias han acabado. Los daños causados en los cultivos y el ganado, las dos fuentes principales de ingresos para la población, rondan actualmente los 54 millones de dólares, lo que lastra el ya complicado crecimiento económico del país, que se estimaba para este año en un 5,8%.

En Malawi, la cifra de los que han visto destruidos sus cultivos es desorbitada. “Estamos hablando de que 116.000 familias han perdido sus medios de vida”, señala Alberto Casado, coordinador de Campañas de Ayuda en Acción. Los problemas no acabarán cuando se vaya el agua, afirma, sino que las secuelas durarán varios años.

Según el departamento de encuestas de Malawi, 64.000 hectáreas de tierra se habrían dañado por las aguas, lo que tendrá un enorme impacto en la seguridad alimentaria de los hogares, según Casado. “Ya se ha perdido la próxima cosecha y la escasez de alimentos se prolongará si los agricultores no tienen acceso a semillas”, sentencia.

Las consecuencias del desastre para la población, lejos de ser alarmistas, se quedan cortas si escuchamos a Martha Konje, directora de ActionAid en Malawi. En declaraciones sobre terreno a este periódico destca que las dificultadas se agravan en la infancia: “Aquí todo el mundo necesita comer, y especialmente los niños y niñas. Sus necesidades son abismales”. Las dificultades para llegar a los menores son aún mayores en determinadas áreas por motivos geográficos: la península está compuesta por tierras bajas costeras, principalmente en el sur del país y cuando llueve, el suelo se desborda con facilidad.

Los efectos de las inundaciones también se manifiestan en el riesgo de contraer enfermedades infecciosas, que aumenta en un 50% en estas situaciones. Un círculo vicioso que afecta especialmente a los sectores más vulnerables de la población y que evidencia el incremento de la tasa de mortalidad derivada del padecimiento de cólera o SIDA. Concretamente, Malawi tiene una tasa de prevalencia de esta enfermedad sumamente elevada: afecta al 16,4% de los habitantes de entre 15 y 49 años.

La tormenta de los pobres

Además de la dificultades derivadas del suelo, muchos hogares están construidos con materiales que difícilmente pueden aguantar las duras condiciones climatológicas. Es por ello que las consecuencias se centran en los que mayores dificultades afrontan para substituir. Así lo denuncia Konje: “Las inundaciones afectan a los que menos recursos tienen porque por no tener, no tienen ni con qué construir su casa”. Desde Malawi, relata la magnitud de la devastación -escuelas sumergidas en agua y carreteras arrasadas por el diluvio- que ha sufrido algunos puntos del país. “Había personas colgadas en los árboles, esperando que las aguas se calmaran, pero el agua seguía llegando mientras se llevaba a algunos con ella”, cuenta.

Los daños de la inundación han provocado que 200.000 estudiantes no puedan asistir a clase debido a que unas 400 escuelas se encuentran cerradas o actúan como refugios de emergencia para las personas desplazadas.

“Con las inundaciones las personas han perdido su vida. Todos sus bienes se han perdido entre el agua y sus vidas están ahora inundadas”, concluye Martha Konje. Y llueve sobre mojado: según un informe del Gobierno de Malawi sobre los Objetivos Desarrollo del Milenio, el 40% de la población de Malawi que vive con menos de un dólar por día. En España son dos de cada 100, según los datos del Banco Mundial.

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