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“Señor agente, sólo le pido respeto”

Ibrahim Sow, ayer en los juzgados de Bilbao junto a Soraya, una testigo de los "malos tratos" policiales denunciados. /EDN

Aitor Guenaga

Bilbao —

Ibrahim Sow tiene 22 años. Desde hace año y medio lleva un negocio en Santurtzi (Bizkaia) relacionado con la informática. El 30 de octubre pasado se dirigía a su trabajo, tras levantarse como todos los días a las ocho de la mañana. Pero las cosas no fueron como siempre. Todo lo contrario. Ayer acudió a un juicio rápido, finalmente suspendido, por lo que le ocurrió cerca de la estación de tren de la capital vicaína. En el exterior de los juzgados bilbaínos, un grupo de amigos y de la organizacion Harresiak Apurtuz y de SOS Racismo desplegaron una pancarta en su apoyo con el lema en euskera: “Nuestra ciudad, un sitio para todos”.

“Me levanté pronto por la mañana y me fui a la estación a las ocho de la mañana para coger el tren para ir a la tienda en Santurtzi. No llegué a coger el tren. Una persona [un agente del CNP de paisano] se me acercó y me pidió la documentación. ”Sin problemas“, le contesté. Como iba cargado con móviles y algún ordenador les pedí un minuto para coger la mochila para buscar mi documentación y, de repente, se me acercó una persona por detrás y me empezó primero a amenazar y luego a empujar y a agarrarme la mano con mucha fuerza. Hasta que le dije: ”suéltame, me estás haciendo daño. No me resistí en ningún momento. Al final me soltó y me identifiqué ante la otra persona. Al final tiraron mi documentación debajo del puente. Con lo que estaba pasando me asusté y no entendía nada. Yo tengo todo en regla, ¿para qué me voy a meter en un lío? ¿Para qué me voy a buscar un problema?“, se pregunta.

Ibrahim es joven senegalés que lleva afincado en Euskadi ocho años, y lleva trabajando al menos cuatro de ellos y los dos últimos en un locutorio con ordenadores en Santurtzi en el que arregla móviles, ordenadores. Habla castellano con mucha fluidez. “Hasta lavadoras tenemos allí”, explica, hoy más tranquilo, pero aun con la mosca detrás de la oreja. Abre la persiana a las once de la mañana.

“Le pedí el número de placa”

“Empezó a venir gente porque veían lo que estaba pasando y no entendían nada”, relata Ibrahim a eldiarionorte.es. Una de las personas que se acercó fue Soraya. Ayer acudió a testificar en el juicio, que finalmente se suspendió. “Les pregunté que estaba pasando y me dijeron que me marchara. Al final, cuando la cosa se calmó le dije a Ibrahim que tenía derecho a pedirles el número de placa y, por supuesto, a denunciar lo que había pasado. Los policías me preguntaban si pertenía a alguna organización”.

“Y le pedí el número de su placa”, rememora “hubo uno de ellos que estaba más tranquilo, se fue al coche que había allí y, finalmente, me dio el número de placa”.

Soraya pertenece a Harresiak Apurtuz, la coordinadora de ONGs de apoyo a inmigrantes. Y se tuvo que identificar ante los agentes. “Pero lo que hice aquel día lo hice como ciudadana. Porque no se puede tratar a nadie de esa manera. Y en condicion de ciudadana he venido a declarar como testigo al jucio para contar lo que pasó”, explicaba ayer en los pasillos del juzgado mientras el abogado de Ibrahim, paseaba su toga y sus larguísimas rastas rubias delante de los agentes judiciales y de un ertzaina. Los grupos que apoyaron ayer a Ibrahim denuncian que en la capital vizcaína se “suceden las redadas” de extranjeros, algunos sin papeles, por parte de los agentes de la Brigada de Extranjería de la Policía. “Hace dos días la policía llenó tres furgonas para expulsarles. Y no hay ninguna razón objetiva para este tipo de actuaciones policiales”.

Animado por, Ibrahim presentó una denuncia ante la Defensora del Pueblo -al ser Extranjería una competencia del CNP y no de la Ertzaintza, la instancia competente es el Defensor del Pueblo y no el Ararteko- en la que se relaba el maltrato. Poco tiempo después, le llego también una citacion del juzgado por otra denuncia en la que la Policía le acusaba de desobediencia y resistencia a la autoridad.

“Llevo ocho años aquí, cuatro con trabajo y un año y medio con el local de Santurtzi, y nunca he tenido ningún problema”, explica. Las denuncias cruzadas siguen vivas en el juzgado. “Queremos justicia, respeto, como le dije entonces a aquel policía”.

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