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“Que el cine independiente de animación exista es pura cuestión de fe”

Carlos Juárez (productor, izquierda) y Pedro Rivero (director) muestran el Goya tras reflexionar sobre la animación en España.

Aitor Guenaga

Frente a frente, director y productor de 'Psiconautas, Los niños olvidados', el largometraje ganador del Goya en la modalidad de animación de este año. El realizador Pedro Rivero (Bilbao, 1969) pone en común con el productor del filme, Carlos Juárez (Beasain, 1967) los avances y los retrocesos en el mundo de la animación: las dificultades para encontrar financiación, el papel de las instituciones y sus política públicas de apoyo al séptimo arte, de las “campañas para denigrar y defenestrar al cine” y a los autores...

El largometraje, basado en la obra del creador de cómics gallego Alberto Vázquez y también director del filme, llega este viernes a las salas comerciales después de haber pasado “por 80 países” y varios festivales, entre ellos el europeo de animación y el Zinemaldia de Donostia. Juárez habla del valor de marca de país que tiene el cine y su “tremendo valor intangible”. “Pongo un ejemplo: 'Psiconautas' es una película que ha estado en 80 países. Solo como marca, si tuvieran que hacerlo ellos, buscar esa visibilidad, les costaría un pastón”. Pedro Rivero denuncia, además, en esta conversación a tres, que “ha habido una campaña para defenestrar y denigrar el cine, más allá de que haya habido alguna excusa ideológica para ello”.

Tras lo logrado por el corto 'Birdboy' y ahora con el largometraje de animación de 'Psiconautas, Los niños olvidados' parece claro que el tándem Pedro Rivero y el creador e ilustrador de cómics Alberto Vázquez funciona.

Pedro Rivero. Es un proyecto que nos ha unido, no nos conocíamos de nada. Yo leo la novela gráfica original de Alberto en el año 2008 con una narración muy sólida y le propongo tratar de hacer algo de animación a partir de ahí. 

Todo se remonta a 2008, eso es mucho tiempo.

P. R. Es que nuestra idea siempre fue, si era posible, hacer un largometraje. Pero la financiación de una película de estas características sabíamos que iba a ser complicada de obtener porque estaba al margen de los usos industriales. Por eso primero apostamos por hacer un corto que nos sirviera, al mismo tiempo, de escaparate para hacer el largometraje después.

Y la cosa funcionó porque ganaron el Goya al mejor cortometraje de animación.

P. R. La cosa fue bien, ganamos el Goya, tuvo una repercusión internacional bastante amplia. Poco a poco, escribimos el guión, lo adaptamos, sin prisa pero sin pausa, destilando bien la historia para convertirlo en este largometraje.

Aunque venía precedida de la repercución que tuvo en los premios del cine de animación europeo, ¿lo del Goya fue una sorpresa?

Carlos Juárez. De sorpresa, nada. Tampoco hay muchas películas de animación en España.

Fue, de hecho, el premio al que menos filmes se presentaron en esta última edición de los Premios Goya: solo tres.

P. R. Va por ciclos. Una año puedes encontrar que se estrenan siete y otro menos. No significa que no se estén haciendo. Pero ahora hay más presupuesto para producciones, apoyadas por las cadenas privadas de televisión.

C. J. No hubo sorpresa porque nuestra trayectoria internacional con la obra era impecable. La única película que nos podía quitar el premio era 'Ozzy', producida por Antena 3, con una campaña importante y con una televisión que tiene sus anclajes. Porque al final, en la Academia, además de que tu película sea buena, el tema es que tiene que tener visibilidad. Nosotros no la habíamos estrenado y teníamos ese hándicap.

Es cierto lo de los ciclos porque no hay duda de que la animación interesa al público. De las diez películas más taquilleras en España en 2016, tres eran de animación.

P. R. La animación que va dirigida al público familiar tiene una buena recepción. Desde la aparición de Pixar, Dreaworks a mediados de los 90, se sube la exigencia de los guiones y se reclama que estén dirigidos no solo a los niños, sino que también tengan una lectura para los adultos. Pero quitando ese cine familiar, en el cine más adulto, independiente, que no busca un público tan amplio, es más difícil encontrar receptividad en la audiencia. Tenemos ejemplos de películas buenísimas que han tenido reconocimiento internacional como Persépolis o Anomalisa que han pasado con poca luz por la taquilla española. 

¿Y cómo se sale a la jungla de la animación si no tienes detrás un gran estudio o una gran televisión?

C. J. Dimensionando. Tienes que jugar con tu dimensión y no volverte loco. Si te vuelves loco, te arruinas. Pero teniendo también mucha ambición.

Ya, pero una ambición desmedida pude conducir a esa ruina que comentaba antes...

C. J. Hay que ver que el producto merezca la pena, desde el punto de vista del riesgo que se contrae con él. A veces se oye: “Esto es una rareza, muy complicada” o  “¿cómo os habéis metido en este lío”. Pero hay que tener cierto espacio para el riesgo.

P. R. Es un riesgo que tomamos los creadores. Luego encontramos a los productores por el camino. En el cine independiente de animación son iniciativas que parten de los creadores, en este caso yo me puso en contacto con Alberto para ver si Psiconautas era posible. Y es una pura cuestión de fe, que al final pueda existir un lugar para este tipo de cine. Ahí es donde tu trayectoria, con todos los pasos que vayas dando, te avala para que los productores puedan respaldarte. Pero si no... Cuando inicias un proyecto arriesgado es desde la creación. No existe la posibilidad de que los productores se planteen hacer un cine independiente en animación porque los respaldos son mínimos y, por su puesto, no hay inversión privada para ello.

¿Es una cuestión de fe, entonces?

C. J. Es una fe compartida. Si la gente que se implica en este proyecto no tiene fe, ya me dirás tú, porque al final las puertas que vas a tocar tienen que entender lo que estás haciendo.

¿Y cómo se financia la animación entonces?

C. J. En Euskadi tenemos la gran ventaja de tener una línea de ayudas públicas que se han mantenido, y tenemos la televisión pública. De alguna manera, estamos en una situación un poco mejor que en el resto del Estado. Y desde que se han dado ayudas públicas, la animación siempre ha sido un sector tractual, aunque sean insuficientes.

P. R. Aquí siempre ha habido una estabilidad y un impulso a la animación a través de los apoyos institucionales y de las iniciativas empresariales que permite que esto no haya sido cuestión de una moda o de un momento de apoyo puntual al sector. Hay una línea de ayudas anual.

Se ha hablado mucho de la Ley de Mecenazgo, en Gipuzkoa, la diputación quieren ensayar para los creadores culturales los micromecenazgos.

C. J. Y también con el asunto de las desgravaciones e incentivos fiscales. Hay que entender que el cine genera un retorno y no hace falta ni cuantificarlo económicamente. Un retorno intangible tremendo. Pongo un ejemplo: 'Psiconautas' es una película que ha estado en 80 países, solo como marca, si tuvieran que hacerlo ellos, buscar esa visibilidad, les costaría un pastón. Y estás ahí arriba,

Por no hablar de llegar a los Oscar como pasó con 'Chico y Rita' de Trueba o 'Las aventuras de Tadeo Jones'.

P. R. Con la diferencia de que Tadeo Jones es una apuesta comercial, que además es una parodia de un icono del cine norteamericano, con lo cual su españolidad queda para mi un poco entrecomillas, y luego 'Chico y Rita' sale adelante porque tiene detrás pesos pesados como Fernando Trueba o Javier Mariscal. 

Bueno, pero en este país algunos políticos no han entendido el cine, salvo en los últimos años y más como un problema de tintes reivindicativos que otra cosa.

C. J. El 'no a la guerra', etc. Mira, yo tengo amigos que plantean el tema de una manera política y dicen que no quieren 'ver nada de Bardem, que este tío es comunista'. ¿Pero estamos locos?, pienso yo. ¿Acaso te has planteado a quién votaba un científico o un premio Nobel de Medicina? El problema es que la gente del cine,y sobre todo los actores, tienen capacidad de interesar al ámbito social.

P. R. Son 'influencers'.

C. J. En vez de ver que son gente que generan empleos, una industria real, se plantean algo así como 'cuánta de esta gente está con nosotros y cuánta en contra'. Y a partir de ahí, los demonizamos. En Francia, por ejemplo, es impensable que pase algo igual.

P. R. Ha habido una campaña para defenestrar y denigrar el cine, más allá de que haya habido alguna excusa ideológica para ello. Que salga un ministro como Cristóbal Montoro diciendo que no le gusta el cine español, que es de mala calidad, en realidad forma parte de una estrategia más amplia en la que ha existido una intención de denigrar el papel de los autores, de atacar a la Sociedad General de Autores porque se ha pretendido hacer una traslación de los rendimientos económicos que generan los autores hacia las compañías intermediarias. Aquí se habla de Internet libre, acceso gratuito a la cultura, pero siguen pagando a las compañías de teléfono que son las que te ofrecen tantos megas, la mayoría de ellos para descargar películas o poder verlas. Ha habido una estrategia de trasladar el negocio de unas manos a otras, quitárselo a los autores y productores para dejarlo en manos de grupos corporativos que tienen mucha mayor influencia. Eso es lo que hay de fondo.

Pedro, usted se ha visto atrapado por esa visión un tanto tétrica del cómic de Alberto López de la Galicia marcada por la droga, la crisis industrial, el ataque al medio ambiente. ¿Ve posible abordar la violencia que se ha vivido en Euskadi desde la animación?

P. R. Ha habido trabajos de animación como 'Vals con Bashir', película documental de animación nominada al Oscar como mejor película extranjera, que trata sobre el conflicto en el Líbano. 'Persépolis' hablaba de la revolución iraní. No hay ningún límite. Por la capacidad de abstracción que tiene la animación, al trasladarlo a dibujos, es más fácil abordar ciertos temas.

¿Ve alguna obra que ya exista que pueda dar pie a un trabajo de animación sobre la violencia en Euskadi?

P. R. No he profundizado sobre ello; parece que todo lo que ha ocurrido en estos años de plomo solo lo podemos ver desde una perspectiva humorística, a través de programas de televisión como 'Vaya semanita' o 'Ocho apellidos vascos', que lo toca tangencialmente. Nos hemos quedado un poco en eso: hemos pasado de no hablar de ello a descojonarnos, sin hacer un acercamiento más reflexivo. Ha habido algunas películas, sí, pero en el caso de la animación de momento no se ha tocado.

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