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Rogelio, escarbar cebollinos o pegar dos tiros al juez: la jerga de Ignacio González en el caso Lezo

Ignacio González y Enrique Cerezo, en un acto de la Comunidad de Madrid.

José Precedo / Marcos Pinheiro

La Operación Lezo que ha enviado a la cárcel al expresidente madrileño Ignacio González no solo ha puesto al descubierto las sospechosas operaciones de un clan familiar en el que también están implicados su hermano Pablo y uno de sus cuñados. El sumario, las escuchas telefónicas y los micros en el despacho de González han revelado la jerga que utiliza en privado para referirse a sus negocios, las personas de izquierdas, los jueces y sus amigos.

Así queda patente en el informe realizado por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil a partir de las conversaciones que el presidente de la Comunidad mantiene con sus amigos y otros dirigentes del PP y que la Guardia Civil graba con autorización judicial.

Para referirse a las personas de izquierdas, el expresidente madrileño utiliza el término “rogelio”, derivado de rojo. Lo emplea Ignacio González por ejemplo en una charla con su amigo el exministro Eduardo Zaplana el 22 de noviembre de 2016 en la que alude a las supuestas afinidades ideológicas del magistrado titular del juzgado número 6 de la Audiencia Nacional que ahora ocupa Eloy Velasco y quien acabó con una plaza en Roma: “Al titular lo quitaron porque era uno que era aparentemente ‘rogelio’… y le dan magistrado de enlace en Londres… no sé, después gana una pasta; o Roma, vive como Dios y el tío no quiere saber nada, claro”.

“Escarbar cebollinos” es a donde hay que mandar los jueces y fiscales que no le gustan y cree que deben ser apartados. Esa expresión la emplea González en la misma conversación con Zaplana en la que alude a “la jugada” que planean para evitar que el magistrado Eloy Velasco, del que saben que les está investigando, siga instruyendo la operación Lezo.

Este es el fragmento de la charla en la que lo explica González: “Yo le llamo a éste y le digo, oye ven aquí, el titular aquí y a este a tomar por culo. Pero, ¿qué cuesta esto? Y a este tío le pones a escarbar cebollinos, joder y ya está. ¡Pero qué cojones de chantaje! Pero como todo el mundo ve que esto funciona, pues ancha es Castilla”.

En otro tramo del diálogo y aludiendo al mismo objetivo de desplazar a magistrados no maleables, González asegura que controlar el Gobierno te permite mandar a un juez sustituto “a Onteniente” (Ontinyent, un municipio de 35.000 habitantes al sur de la provincia de Valencia) para arreglárselas luego con el titular de la plaza: “Vamos a ver, Eduardo. Tenemos el Gobierno, el Ministerio de Justicia, no sé qué y tal, y escucha: tenemos a un juez que está provisional… Tú lo asciendes… Yo le digo: ‘A ver, venga usted pa acá’. ¿Cuál es la plaza que le toca? ¿Onteniente?’ A tomar por culo a Onteniente y aquí que venga el titular, que ya me las apañaré con el titular, coño”.

Los sucesivos diálogos interceptados por orden del juez Eloy Velasco que González mantiene con sus allegados o contactos políticos van evidenciando su desesperación por no poder parar las investigaciones que pesan contra él sobre el ático de Estepona o en esta operación Lezo.

Así lo pone de manifiesto un fragmento de su conversación con su amigo Enrique Cerezo, productor de cine y presidente del Atlético de Madrid, sobre las pesquisas en torno al piso de lujo de González en Marbella, en la que bromean con pegar “dos tiros al juez” como única vía para cerrar el caso.

“Exactamente, no, yo ya les he dicho: 'Mira yo ya estoy hasta los cojones, o sea, decidme… ¿aquí qué queda, pegarle dos tiros a la juez? ¿Qué alternativas tengo?'”, es el fragmento completo de la conversación. No descartan, ya en tono más serio, enfrentarse al fiscal del caso: “Estamos teniendo más paciencia de la que teníamos que tener, porque si quieren guerra, vamos a tener guerra”.

Pero González y sus interlocutores no solo hablaban en los pinchazos del tenebroso futuro judicial que esperaba al expresidente madrileño y de cómo evitarlo. En su frenética actividad telefónica y de reuniones, encontraron tiempo para ayudar a los amigos. Así lo pone de manifiesto una conversación que mantiene con Zaplana sobre el empresario canario Conrado Rodríguez López-Braun. Se ofrecen a ayudarle en un contencioso con el Ministerio de Defensa por unos terrenos y acuñan un nuevo término para referirse al empresario: “Tiene muy buena pinta, este es… debe ser uno de esos cacicotes canarios...”. El favor no pensaban hacerlo gratis. El juez sospecha que Zaplana y González planeaban pedirle algún tipo de contraprestación.

Para conseguir ese objetivo, ambos tuvieron cuidado de ir con paciencia para no “quemar una nave”. Así se refirieron a la posibilidad de apelar al Gobierno de Rajoy, pero no antes de que este hubiese logrado salir reelegido: “Ahora, pues nosotros podemos hacer una gestión, pero esto ahora mismo está muerto, está todo parao y no interesa, yo creo que es quemar una nave pa nada ¿sabes?”.

En las conversaciones que obran en poder del juez del caso Lezo, además de su jerga particular, González también exhibe un lenguaje alejado de la cuidada retórica que empleaba en sus apariciones públicas. A la jueza del caso Ático, que le investiga desde hace años, le llama “niñata esta de mierda” y “tonta del culo”. La magistrada Isabel Conejo lleva escolta por las amenazas que ha recibido desde que comenzó a instruir el caso.

La última de las frases que pronuncia González sin saber que la Guardia Civil le está grabando constituye un auténtico epitafio que resume sus más de dos décadas de experiencia política al calor de Esperanza Aguirre, incluida la presidencia de la Comunidad: “El aparato del Estado y los medios de comunicación van aparte: o los tienes controlados o estás muerto”.

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