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Opinión - La derrota tiene una dignidad que Feijóo no conoce. Por Esther Palomera

Movilización en la calle, presión del PSOE y expectación de los socios ante la decisión de Sánchez

Un hombre acude a la manifestación de Ferraz con el libro 'Manual de resistencia'.

Marcos Pinheiro

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Miles de personas han marchado este domingo hasta el Congreso de los Diputados, muchos de ellos portando unas pequeñas pancartas donde se leía: “¡No te rindas!”. Es la última movilización de las que han tenido lugar en distintas ciudades para mostrar apoyo a Pedro Sánchez, que el pasado miércoles anunció un periodo de reflexión que le ha tenido desde entonces encerrado y sin apenas contacto con su gabinete. Sin que haya trascendido un solo indicio de sus intenciones, el presidente del Gobierno despejará este lunes la incógnita sobre su continuidad tras un paréntesis sin precedentes en la política española que tiene a su partido haciendo un sobreesfuerzo para convencerle de que continúe mientras empieza a vislumbrar la posibilidad de que abandone. Los socios del Gobierno se mantienen a la espera pero empiezan a posicionarse ante una eventual dimisión.

Desde el pasado miércoles por la mañana, cuando Sánchez acudió a la Sesión de Control en el Congreso, casi nadie del Gobierno ha hablado con él. A primera hora se conoció la noticia de que un juzgado de Madrid había admitido a trámite la denuncia de Manos Limpias, una organización de ultraderecha, contra su mujer por tráfico de influencias. Quienes compartieron unos minutos con el presidente del Gobierno antes del pleno coinciden en señalar que se le notó especialmente afectado; al terminar, abandonó el Congreso sin intercambiar una palabra con nadie de su gabinete, se encerró en la Moncloa y al final del día publicó la carta en la que anunciaba su periodo de reflexión.

María Jesús Montero, vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, y a quienes muchos miran como sucesora si Sánchez abandona, ha reconocido en varias ocasiones que no ha podido hablar con él. Teresa Ribera, vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, admitió en una entrevista en El País que no tiene noticias del presidente. “Si sigue se acabó el ruido; no hay cuestión. Y si no sigue, el partido tiene que reflexionar sobre cómo resuelve esta situación”, dijo la también candidata del PSOE a las próximas elecciones europeas.

Sánchez ha recibido multitud de mensajes en los últimos días, a los que apenas contesta con monosílabos, y solo está despachando con sus colaboradores algunos asuntos pendientes del Ejecutivo. Por lo demás, hay un hermetismo absoluto en torno a una decisión que tiene a la política nacional en un impasse insólito y a los socialistas con un mejunje de emociones en el que se mezcla el shock por su anuncio y el apoyo para que continúe, pero también cierto descontento con que su partido no sepa qué va a pasar.

Los principales cargos del partido se reunieron este sábado en un Comité Federal que se retransmitió por pantallas instaladas en Ferraz, donde miles de personas habían acudido a mostrar su apoyo a Sánchez. El acto sirvió para insuflar ánimos al PSOE en un momento delicado, pero nadie era capaz de ocultar, pese a los abrazos, el baño de masas y las canciones de Rafaella Carrá, que hay cierto temor a que Sánchez diga este lunes que dimite.

En el PSOE no creen que esa sea una posibilidad remota, como sostiene el PP desde hace días, que acusa a Sánchez de haber puesto en marcha una “operación de supervivencia política” basada en el “victimismo”. En el sobreesfuerzo de los socialistas por alentar a su líder trasluce la perspectiva de que no siga y que esa decisión abra un escenario incierto para un Gobierno con una exigua mayoría parlamentaria.

Varios cargos del partido señalan que la voluntad es que el Ejecutivo continúe. Para ello es necesario que un nuevo candidato se someta a un investidura que necesita el apoyo de todos los socios de PSOE y Sumar sin excepción. Es decir: un nuevo escenario de negociaciones a varias bandas apenas cinco meses después de la anterior votación, que salió adelante gracias al pacto con Junts y ERC para conceder la amnistía a los encausados por el procés.

Hay quien desde fuera del Gobierno se muestra optimista ante ese escenario. Andoni Ortuzar, presidente del PNV, ha dicho este domingo que si Sánchez dimite los partidos que “sostienen” al Gobierno estarían de acuerdo en “prolongar” su vida “el tiempo necesario para hacer las elecciones, si hubiera que hacerlas”. EH Bildu, que tras las anteriores elecciones apoyó públicamente la investidura de Sánchez sin exigir contrapartidas previas, sostiene ahora que ante su eventual dimisión no van a “dar paso a la derecha”.

El escenario se presenta más complejo con los socios catalanes, inmersos en una campaña electoral para los comicios del 12 de mayo que apuntan a una victoria del PSC pero con una aritmética muy complicada para que se forme un gobierno, del color que sea, y evitar una repetición electoral.

Tanto ERC como Junts ven en la carta de Sánchez un nuevo movimiento táctico del presidente, apoyado ahora en la denuncia de un ‘lawfare’ que los dirigentes catalanes llevan años denunciando. El candidato de ERC, Pere Aragonés, le respondió en el inicio de la campaña: “Yo colecciono querellas de Manos Limpias”. El de Junts, Carles Puigdemont, hizo lo propio: “Conocemos mejor que ellos la justicia española, la prensa patriótica, no nos lo tiene que explicar nadie. Salimos llorados de casa”.

En el PSOE intentan contener las especulaciones de lo que puede ocurrir a partir del martes, e insisten en los mensajes de apoyo público a su líder apoyados por las movilizaciones en la calle. Además de la congregación de simpatizantes del sábado en la sede del partido, este domingo ha tenido lugar en Madrid una manifestación bajo el lema “Por amor a la democracia”.

Sánchez, que ha esculpido su historia a base de épica y ha conseguido revertir situaciones que parecían anticipar su muerte política, escribe este lunes un nuevo capítulo, puede que el último. Eso sí, tanto quienes le rodean, como quienes le apoyan o confrontan, coinciden en que haga lo que haga, la decisión del todavía presidente va a marcar un antes y después en el devenir del Gobierno solo cinco meses después de la investidura.

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