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Humillados y ofendidos

La infanta Cristina, camino de su declaración ante el juez Castro por el caso Urdangarin. / Efe

Javier Gallego

Le dijo la hija del rey al juez Castro en la declaración que se conoció en detalle este jueves: “Casi me ofende, señoría”. Fue una de las pocas ocasiones en toda la vista en las que la infanta se salió del guión escrito por sus abogados y mostró un matiz de desaprobación ante las preguntas del magistrado. Castro le preguntó si podrían haberla utilizado como “escudo fiscal” para evitar posibles inspecciones por ser ella quien es y a Cristina de Borbón la mera sugerencia le pareció casi ofensiva. Ya lo dice el cuento, las hijas de los reyes tienen la piel tan fina que notan hasta un guisante debajo de 400 preguntas de interrogatorio. Por sus respuestas se diría que a la infanta todo eso que se cuenta de su churri le parece un cuento. Tralarí, tralará. Eso sí que ofende, señoría.

A la infanta le pareció casi ofensivo el juez pero no le pareció ofensivo contestar hasta 533 veces con evasivas, 1,33 evasivas por pregunta. Ni le pareció ofensivo responder 182 veces “no lo sé”, ni tampoco tener 55 pérdidas de memoria. La pregunta, sin embargo, no es ofensiva para nada en un país en el que el 72% del fraude fiscal corresponde a las grandes fortunas, un país en el que se pierden más de 42.000 millones anuales porque no se investiga a esos ricachos que parecen blindados por ser quienes son. La pregunta no es ofensiva, en absoluto, en un país en el que el gobierno ha hecho una amnistía fiscal que ha regularizado el fraude de 29.065 chorizos a los que se les perdonan sus trapisondas por ser quienes son. Tralarí, tralará. Eso también ofende, señoría.

Tampoco parece una pregunta ofensiva en un país en el que hemos visto cómo se movilizaban el gobierno, la fiscalía y la Hacienda para defender a la hija del rey. Y sin embargo, ella cree que eso juega en su contra. La infanta le dijo al juez que es objeto de mayor escrutinio por venir de donde viene. Por supuesto que la miramos con especial atención. Va incluido en su posición y en su manutención que hemos pagado los españoles durante años. Tralarí, tralará. Ofende que la infanta lo ponga en duda. La duda ofende, señor juez.

Pues claro que se mira con lupa que un miembro de la familia real pueda haber cometido fraude fiscal pero no olvidemos que se la investiga porque la sociedad de la que ella era propietaria blanqueó presuntamente 1,3 millones de euros de dinero público procedentes de la supuesta malversación de su marido. Se mira porque la única justificación de sus privilegios es que se comporte de manera ejemplar, como dijo su padre. Ofende que no lo recuerde la infanta. Ofende también que no recuerde nada, que se haga la longui doscientas veces. Tralarí, tralará. Otra ofensa más.

Se queja la infanta de su posición, lo que faltaba. Precisamente por eso se ha intentado evitar a toda costa que sea juzgada como una más. A ver qué españolito de a pie ha sido “desimputado” y se ha podido ir a Suiza en mitad de un proceso judicial sobre delitos monetarios de millones de euros. A ver qué otro ciudadano corriente, moliente y molido puede ser propietario de una sociedad en la que se ha lavado más de 1 millón de euros y lavarse las manos diciendo que ella de los negocios en los que pone su firma no sabe nada. Tralarí, tralará. A ver qué fiscal defendería eso si no fuera ella quien es. Y luego dice su padre que la justicia es igual para todos. Tururú. Ofende una vez más, señor juez.

Ofende a España, que diría el Gobierno. Ofende que la infanta casi se ofenda. Ofende a un país ofendido por la corrupción, la impunidad y la inmunidad. Ofende que la infanta se lamente de ser quien es. Ofende a unos ciudadanos a los que no se les deja ser casi nada y ofende a una mayoría ofendida por una minoría privilegiada. Ofende que la infanta se haga la tonta, la olvidadiza, la inocente, la mujer de. Ofende a las mujeres que van a perder el derecho de decisión sobre sus cuerpos y ofende a los españoles que creemos intolerable la desigualdad laboral y social de la mujer. Ofende que la infanta dé más de 500 respuestas evasivas a un juez. Ofende a la inteligencia y a la decencia. Ofende que el rey hable de ejemplaridad y de igualdad para todos cuando su hija y él mismo son los primeros que no son ni ejemplares ni iguales ante la ley. Tralarí tralará. Nos ofende, señoría.

Ofende a una España machacada por el paro, la pobreza y la desigualdad, humillada en el trabajo, molida literalmente a palos, expoliada, robada, estafada, menospreciada, desoída y desahuciada. Ofende a los españoles a los que crujen a impuestos, a la cultura a la que crujen con el IVA, al ciudadano al que crujen si comete alguna falta fiscal. Ofende a familias como los Couso que no encontrarán justicia en su país porque el gobierno les robó ayer la Justicia universal en un nuevo golpe de absolutismo mayoritario en el Congreso. Ofende a un país que en el que hay que repagar por los juicios. Ofende que se ofendan los que más tienen. Ofende que se ofendan los que nos ofenden. Ofende que aprovechen su posición privilegiada para robar a los que menos tienen.

Los ofendidos somos nosotros, señor juez. Humillados y ofendidos, como en la novela de Dostoyevski.

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