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Luis, sé fuerte

El ministro español de Economía y Competitividad, Luis de Guindos. / Efe

Antón Losada

Seguramente Rajoy no le envió su ya clásico SMS al ministro Luis de Guindos al perder, cuentan que por un solo voto, la presidencia del Eurogrupo; pero debió hacerlo. Estos momentos de apoyo y cariño no sólo deben reservarse para animar a hábiles inversores en Bolsa y aclamados coleccionistas de arte como Luis Barcenas. De vez en cuando conviene darle un gesto de afecto a los colaboradores más estrechos en sus momentos de dolor.

Ya sabemos lo mucho que Bárcenas hizo por las finanzas del Partido Popular. Pero tampoco resulta menor la brillante y eficaz aportación del ministro De Guindos para convertir la política económica de este gobierno en una confusión tan incomprensible como indescifrable, donde siempre parece que las malas noticias son para los demás y las buenas para ti. 

Si Luis Bárcenas es reconocido universalmente como el gran maestro de los sobres y los sobresueldos, Luis De Guindos debiera ser aclamado como el padre del abrumador aparato de neolenguaje económico inventado por el marianismo para explicarnos lo bien que va todo con cinco millones de parados, un déficit por encima de los seis puntos y una deuda que suma el total de nuestro PIB.

Para la Historia quedan ya aportaciones tan geniales como el concepto de “crecimiento negativo”. No parece justo. Nuestro Luis de Guindos se había ganado un “sé fuerte” desde el móvil del presidente al menos tan sentido y caluroso como el merecido por el gran Luis Bárcenas.

De nada sirvieron las cenas compostelanas de Mariano y Angela al final de un largo y cálido verano, ni las miles de portadas de la prensa amiga dando por hecho el nombramiento. Tampoco las supuestas horas de sujetarle la palangana a los torturadores de la Troika mientras le practicaban la toalla mojada a Varufakis y Tsipras. De nada valió siquiera que Luis de Guindos asumiera encantado el papel de un Joker algo patoso y relamido pero dispuesto siempre a imponer la ley del Eurogrupo en Burselas City por cualquier medio necesario.

Al final, y también por culpa del PSOE, la presidencia se la quedó ese señor holandés de nombre impronunciable, Jeroen Dijsselbloem, pero que tiene pinta de gestionar mejor la palangana y el suministro de toallas.

El fracaso de la no elección de De Guindos al frente del Eurogrupo simboliza a la perfección la inconsistencia de la estrategia europea del Gobierno de Mariano Rajoy. La paradoja de que, al parecer, fuera el voto del ministro griego el que decantara la balanza sólo supone un acto de justicia poética. 

De poco o nada nos vale ser los que entreguemos mejor y primero los deberes,  quienes  nunca protestamos y siempre damos la razón, esos que jamás dudan ni vacilan al imponer recortes a los demás. Tanta sumisión y tanta disciplina para nada. En eso parece que siempre hay alguien que nos gana y además anda bastante más cerca de los que mandan.  

Nunca sabremos qué habría pasado si, en vez de jugar a parecer los más leales servidores de los señores del euro, hubiéramos dedicado tanto tiempo, lealtad y compromiso a construir una coalición de países -Francia, Italia, Portugal, la propia Grecia....- unidos por un discurso alternativo sobre la construcción europea, más preocupado por la democracia que por el equilibrio presupuestario. 

Puede que, si en lugar de habernos puesto a disparar los primeros sobre los griegos, deudores y  castigados como nosotros, nos hubiéramos dedicado a tejer alianzas entre todos aquellos cuyos problemas se llaman igual que los nuestros: empleo y crecimiento, a lo mejor el mensaje que debería estar mandando Rajoy diría “Felicidades, Luis”. Quién sabe. 

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