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Mentiras poco piadosas

Cristina Pardo

Javier Arenas ha dicho que ya no se habla de paro. Sí, sí. Han leído bien. Concretamente, el vicesecretario de Política local y autonómica del PP ha declarado: “ya no se habla de paro, que sigue siendo importante, sino que se habla de empleo”. Esto lo dice un dirigente político de un país con una tasa de paro superior al 20%; algo que, en mi opinión, reviste su afirmación de una capa de obscenidad realmente indignante. Es evidente que la situación es algo mejor que hace unos años. Al menos, en mi entorno no percibo con tanta intensidad aquel miedo cerval a perder el trabajo. En parte porque muchos cambiaron ya su empleo estable por un puesto más precario, después de meses cobrando el paro y semanas de temor a perder la prestación. La gente tuvo que aprender a conformarse con menos, a sentirse un privilegiado con la mitad. Otros todavía siguen esperando la llamada de la suerte.

Paralelamente, el director del Instituto de la Juventud declaró hace unos días que el empleo juvenil no es precario y restó importancia a la moderación salarial. Redujo al 3% el porcentaje de ‘ninis’ que hay en España, a pesar de que la OCDE lo sitúa cerca del 20%. Según él, no se puede incluir ahí a los que se dedican voluntariamente a las tareas domésticas o al cuidado de familiares... Y este hombre, Rubén Urosa, añadió: “No creo que a nadie se le obligue a hacerse autónomo. Los jóvenes son jóvenes, pero no son idiotas. Un joven no se hace autónomo si no quiere hacerse autónomo”. Y se quedó tan ancho. Estas declaraciones revelan, creo, una tremenda insensibilidad y un profundo desconocimiento. Sin embargo, sospecho que Urosa sí sabe cuál es la situación de la juventud. Lo que ocurre es que no le interesa reconocerla en toda su crudeza, porque el Gobierno ya ha dicho que tenemos que ver la luz al final del túnel. Los que estamos cerca de los cuarenta también empezamos cobrando cuatro duros. Pero, a diferencia de la gente que se incorpora ahora al mercado de trabajo, probablemente teníamos mejores perspectivas de futuro. Sabías que más pronto que tarde tendrías un contrato. La situación era más estable y menos angustiosa. Y todavía no se había inventado el término ‘mileurista’.

Ha llegado un momento en que el Gobierno y sus alrededores tratan de sepultarnos bajo una avalancha forzada de mensajes optimistas; más optimistas cuanto más cerca de las elecciones. Y el Arenas de turno, ante el más leve gesto de escepticismo, te mira como preguntando “¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”. Si crees a tus propios ojos, si no reconoces la mejora económica sin matices y con entusiasmo, automáticamente pasas a ser un antipatriota, alguien incapaz de remar en la buena dirección. No me parece justo. Y, en fin, comprendo que Arenas ya no hable del paro. Sobre todo, por el tiempo que lleva haciendo bulto en el Partido Popular.

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