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La moción de censura, ¿valió la pena?

Los diputados de Unidos Podemos se aplauden al término de la moción de censura a Rajoy, al igual que los representantes del PP.

Suso de Toro

Una moción de censura, ¿era necesaria? ¿Correspondía hacerla? ¿Merecía Rajoy una moción de censura a su presidencia? Empiezo por la última pregunta y ya ni la contesto. Rajoy no merecía una moción de censura a su presidencia, no merecía la presidencia y merecía que sus actos como presidente de su partido tuviesen consecuencias penales. Así que no merecía una moción de censura, sino otras cosas.

¿Era necesaria y correspondía hacerla? Aquí entra el plano moral y el plano político. Quienes pretenden justificar el statu quo le niegan espacio a la moral en la vida pública y nos avisan de que no debemos ser morales sino políticos y que la política no tiene que ser moral. Ellos saben muy bien por qué defienden la inmoralidad reinante, porque son parte de ella, porque se benefician. Porque son inmorales. Ya que en el Reino de España reina la inmoralidad y la población está tragando y firmando lo intragable.

Pero desde la lógica estrictamente política y partidaria, ¿tenía sentido la moción que presentó Unidos Podemos? Yo creo que sí, no puede ser que la política únicamente eduque a la sociedad en el cinismo, también debe ofrecer la posibilidad de la decencia y lo único decente es oponerse a la mayor parte de las políticas de un gobierno posfranquista y antisocial y oponerse a su misma existencia.

¿Y desde el punto de vista partidario? Yo creo que demuestra que Unidos Podemos, o particularmente el vector Podemos, tiene un impulso afirmativo que no desaparece así como así, que no se desvanece de repente y todavía tiene recorrido. El PSOE tiene la fuerza de su historia, discutible historia, pero Podemos tiene una ambición muy fuerte e impone su existencia. Unidos Podemos corría riesgos con la moción, mostró su soledad de intrusos en el  juego, pero su audacia fue un gesto que muchos entendíamos imprescindible. Es decir, la moción traspasó los límites de sus seguidores, Pablo Iglesias fue un instrumento útil para una gran parte de la sociedad.

Y que Iglesias fuese útil le vino muy bien a una figura pública que genera tanto entusiasmo de sus entusiastas como rechazo y desconfianza de amplios sectores. Y la ocasión le dio la oportunidad tanto a Irene Montero como a él de mostrar que son políticos de verdad, ya no son recién llegados que buscan su lugar, se lo han ganado.

Evidentemente, aunque a continuación llegue alguna encuesta que refleje un repunte de Unidos Podemos, tampoco va a desaparecer el PSOE, que coexiste con ellos en un momento de remonte. Sánchez es PSOE y no va a dejar de ser PSOE, no hay que esperar otra cosa, pero hay una gran parte de la sociedad que precisamente no quiere esperar otra cosa y quiere reencontrarse con un PSOE que abra un nuevo período de normalidad. Porque esto que vivimos es la anormalidad democrática completa.

Es decir, Podemos está haciendo la política dentro de la España de siempre y el PSOE vuelve a ser el partido de siempre, que no se identifica completamente con el PP, como estaba siendo. Y la política en España tiene grandes límites marcados por su origen en la Transición, como muestran las  posturas ante la dinámica catalana. Rajoy, tras su campaña contra el Estatut y su arrinconamiento de la sociedad y la política catalana, ha conseguido abrir una “línea Maginot” o un “telón del Ebro” entre el Estado y la mayor parte de la sociedad catalana y en las líneas que maneja –aliado con los poderes del Estado y los grupos de comunicación de la corte– tiene atrapados a los socialistas y amedrentados a los de Podemos.

Y es que la medida de la democracia española la da la actitud del estado respecto de Cataluña y el procés nos retrata a todos. A un lado u otro del telón del Ebro. 

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