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Las trampas del realismo

Víctor Alonso Rocafort

El lunes una noticia secundaria de El Mundo se colaba como una corriente helada entre las conversaciones de quienes seguimos de cerca el fenómeno Podemos. Un auténtico jarro de agua fría. A última hora de la noche del domingo se habían tomado decisiones trascendentales para la votación que comenzaría al día siguiente. Los equipos que así quisieran podrían hacer un pack indivisible con sus tres documentos. Esto, junto a otros detalles de la votación, favorecería al grupo de Pablo Iglesias.

La primera reacción de muchos fue de incredulidad. Era el periódico de Eduardo Inda. La confusión esa mañana llegó a las redes, donde incluso se especulaba con que fuera un bulo que los opositores internos a Iglesias habían hecho circular para desacreditarlo. Sin embargo en eldiario.es lograron que lo confirmaran en Podemos, y se aportaron detalles sorprendentes. Reunión de urgencia en Vistalegre, con parte del Equipo Técnico (ET) ausente. Pablo Echenique, en concreto, estaba en un avión.

Diversos círculos empiezan entonces a mostrar su indignación, declarándose “atónitas”, como el círculo de enfermeras, o mostrando su “desagrado”, como el equipo de Echenique y Teresa Rodríguez. Cuando apenas empieza a nacer se percibe un primer riesgo de escisión en Podemos. ¿Y si impugnan la votación?

La responsabilidad pudo seguramente con Echenique y Rodríguez. El imparable ascenso de la formación podría pincharse y no beneficiaría a nadie. Desde el grupo de los cinco, como se autodenominó en Vistalegre el equipo de Iglesias, se presenta enseguida a los medios un relato hasta entonces inédito. Una reunión del equipo técnico en septiembre ya habría tomado esta decisión y lo único que se había hecho el domingo era “aplicarla”.

Sin embargo, el ET decide tomar una decisión de consenso, algo que puedan firmar gente como Echenique, Daniel Ripa o Diego Pacheco. También Pablo Iglesias. Como se puede comprobar, optan por un relato verídico de los hechos. El 7 de septiembre se delibera sobre distintas posibilidades, pero no se toma más decisión que el incentivar la opción del pack mediante las transacciones. Es lo que se subirá como Reglamento a la web el 15 de septiembre. En ningún momento, por tanto, se dice que para la votación los equipos podrán hacer su pack indivisible. Esta decisión, reconocen, no se tomará hasta el 19 de octubre por la noche.

Si me detengo en estos detalles es porque tienen su importancia. Estamos hablando de un añadido fundamental al Reglamento, a escasas horas de que empezara a votarse, y cuando decenas de compañeros agrupados en otros equipos llevan meses trabajando sobre la base de un escenario muy distinto. La tarde del domingo en Vistalegre miembros relevantes de Claro que Podemos ya comentaban su inquietud porque no se pudieran votar los tres documentos juntos. Se había pasado mucho miedo ante la contestación encontrada.

Una vez estaba todo esto sobre la mesa, más preocupantes todavía fueron las declaraciones de Iglesias el pasado viernes en la Sexta (desde min. 54). Cuando le preguntan por las quejas internas que hablan de “pucherazo”, Iglesias afirma que quien diga eso “es enemigo de Podemos”. Un momento. Efectivamente quizá no podamos hablar de pucherazo, pues no se ha alterado ningún resultado electoral. Como afirma Echenique, estrictamente hablando, “no se han cambiado las reglas”. Pero habrá de reconocerse que añadir una regla fundamental a escasas horas de comenzar la votación fundacional de Podemos también es grave, y merece otra respuesta. Tampoco se puede decir —como ha hecho Bescansa, igualmente el viernes—, que todo no es más que “un rumor” que se difunde de manera “muy tóxica” y que el comunicado del ET confirma que “la decisión se había tomado hacía dos meses” (¡!).

Estamos demasiado acostumbrados a escuchar a dirigentes del PP y del PSOE salir de esta manera, defendiéndose además personalmente de sus malas acciones diciendo que se ataca al partido. Esto iba de nueva política.

A continuación Iglesias, en la misma entrevista televisiva, contradice la información del equipo técnico que él mismo ha firmado. Declara que todo se limita a “aplicar” una decisión tomada el 7 de septiembre. Como se ha visto más arriba, y puede comprobarse al leer el comunicado del ET, esto no es así.

Hace años Paco Peñas, uno de los mejores y más honestos profesores que he tenido, nos sentaba en círculo en una clase para debatir sobre una máxima latina utilizada, entre otros, por Kant: Fiat iustitia et pereat mundus (hágase justicia aunque perezca el mundo). Estábamos tratando de comprender la escuela clásica entre las clásicas de las Relaciones Internacionales, la del realismo político, y qué mejor iniciación que un debate al respecto.

Tras las lecturas que hacíamos de E. H. Carr y Hans Morgenthau había toda una tradición teórica realista que se remontaba a Tucídides, pasaba por Machiavelli y Hobbes, para desembocar en Max Weber o Carl Schmitt. Como sintetiza Luis R. Oro, el realismo político gira en torno a las nociones de interés y de poder. Es una forma de análisis, pero también de acción. Puesto que la lógica del mundo político no sabe de ética, sino solo de luchas de poder, errarás el diagnóstico si no te imbuyes a fondo en su racionalidad. A la vez, actuar en el campo político desde las buenas intenciones morales solo podrá terminar en fracaso, lo que además no es responsable. Si se pretende mejorar la realidad política hay que adaptarse a su lógica, no ir “a contrapelo”.

De leer el prólogo de Pablo Iglesias al libro que ha coordinado sobre la popular serie Juego de Tronos, este realismo es claramente el que subyace a la visión política y acciones de su grupo. La ética de los Stark solo les lleva a ser masacrados, mientras que es el empuje guerrero de Khaleesi, la reina de los esclavos, el que da esperanzas a los desposeídos. Ella no rechaza hacerse con el poder, aceptar el liderazgo y usar ejércitos y dragones sin que le tiemble el pulso para ganar. Esta misma semana Íñigo Errejón ha sido también muy claro en una entrevista: “queremos formar una maquinaria de guerra electoral”. Es decir, nos reafirmamos en que la política es la continuación de la guerra por otros medios, à la Clausewitz, pero además aceptamos la lógica del sistema para competir en él.

Nada de ir a contrapelo. No solo aceptaremos el marketing y la propaganda política, sino que apelaremos a las emociones sin entrar en argumentos, incluso en las campañas internas. Táctica y estrategia por encima de todo, como en el ajedrez que tanto gusta a Frank Underwood. Todo sea por ganar.

El realismo político es así resultadista. El juicio sobre las acciones no se basará en la ética que lleve aparejada, sino en el éxito. Ganar lo justifica todo. Explica Oro la esencia del realismo: “El interés en la medida que tiene los recursos de poder suficiente puede, por una parte, transgredir las convenciones impunemente y, por otra, crear normas que estén orientadas a favorecer sus peculiares conveniencias”. Es decir, se puede actuar de manera autónoma respecto a trabas morales, y crear luego las propias normas a seguir.

Lo llevamos diciendo muchos desde hace tiempo. Subyacente a la crisis política y económica hay una crisis ética monumental. En el corazón de la misma están todos estos comportamientos que, llevados en volandas por la asunción de la Realpolitik, perciben el mundo de la política como un campo enfangado de luchas de poder donde para sobrevivir hay que resignarse a tomar las mismas armas que el enemigo. En el fondo esto no suele ser más que una excusa para la mala praxis. Y eso es lo que nos ha llevado hasta aquí.

La fuerza de lo que surgió el 15 de mayo de 2011, y que Podemos trata de proseguir, proviene de una larga historia de resistencias en nuestro país, como recordó Luis Azcárate en Vistalegre. Además de esto el trabajo y estudio de documentos, la crítica diversa en libertad, y una gran legitimidad moral, permitió que fuera cambiando mentalidades para dar paso al cambio de régimen que, ahora sí, al fin vemos posible.

Retroceder para aceptar su tablero de juego, abrazar su lógica y sus reglas cegados por las urgencias de la victoria, o entrar a fondo en competiciones cainitas, quizá nos lleven al temido gatopardismo. Una buena dosis de realismo político es imprescindible a la hora de analizar una realidad política cruzada por la persecución fría del poder, pero estamos perdidos si sucumbimos a sus mismas tretas para actuar.

Cuando echemos la vista atrás a lo que sucedió este fin de semana fundacional en Vistalegre tenemos derecho a saber qué es lo que realmente sucedió. Es una pena que este episodio ahora pueda ensombrecer el escándalo democrático de decenas de personas tomando libremente la palabra con fundamento, y que muchos tuvimos la suerte de presenciar en directo. Pero la mejor respuesta ante ello no creo que sea tergiversar la realidad. Ni tampoco quedarse paralizado ante los peligros para el mundo que, imaginamos, pueden derivarse de decir la verdad o actuar justamente.

En lugar de todo ello, y así es como contestaría hoy en clase de Peñas, prefiero aferrarme a la variante que propuso Hegel para el viejo dilema: Fiat iustitia ne pereat mundus. “Hágase justicia para que no perezca el mundo”.

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