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ENTREVISTA Abogada y criminóloga especialista en violencia machista

Carla Vall i Duran: “Ninguna política pública ha conseguido lo que ha logrado el testimonio de Rocío Carrasco”

La abogada penalista Carla Vall i Duran, en su despacho de Barcelona.

Marta Borraz

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Se ha convertido en una de las voces de referencia para entender cómo funcionan las violencias machistas. Criminóloga y abogada penalista especializada en este tipo de casos, Carla Vall i Durán (Vilanova i la Geltrú, 1989) acompaña en Barcelona a mujeres víctimas de violencia de género y sexual en el largo y duro recorrido judicial que deben atravesar cuando denuncian, pero defiende que a la mirada penal deben acompañarle también “notas de otras ciencias” para que el maltrato sea apreciado y comprendido en su totalidad. Vall ha sido una de las expertas entrevistadas por Telecinco durante la emisión de la serie documental sobre Rocío Carrasco, en la que narra la violencia que afirma haber sufrido a manos de su exmarido, Antonio David Flores, que no ha sido condenado judicialmente. “El testimonio ha servido para que muchas mujeres digan 'esto es lo que me ha pasado a mí”, asegura.

¿Qué cree que puede suponer el testimonio de Rocío Carrasco para la lucha contra la violencia machista?

Creo que ha supuesto la oportunidad de llegar a unas capas sociales que normalmente no han tenido acceso a un discurso protector frente a la violencia de género y que además está consiguiendo desmontar un mito, el de que las mujeres que tienen un capital simbólico importante están protegidas. Está logrando visibilizar que la violencia es transversal y también está logrando traducir cómo funciona la violencia psicológica, que es más difícil de identificar. El testimonio ha servido para que muchas mujeres digan 'esto es lo que me ha pasado a mí' y hemos visto un incremento de llamadas y atenciones a víctimas, pero también ha sido un espejo social. Ninguna política pública que podamos diseñar ninguna de las que nos dedicamos a esto ha conseguido ese efecto. Es evidente que el capital simbólico que tiene Rocío Carrasco no lo tienen las administraciones públicas, pero yo creo que también nos tiene que servir para reflexionar y hacer autocrítica sobre qué tipo de políticas hacemos, por qué no hemos conseguido hacer calar el mensaje a todos los estratos sociales.

Comenta también que es un espejo social. ¿Qué imagen nos devuelve?

Los elementos nuevos que se han aportado en la proyección del caso son pocos, con esto quiero decir que, más allá de los documentos, lo que se está haciendo mayoritariamente es darle otro relato a lo que ya sabíamos. Y eso es lo que creo que nos debería hacer pensar: ¿Cómo hemos estado leyendo esto? Pues como si todo fuera culpa de ella, sin saber ver que estábamos delante de un caso de violencia de género porque le estábamos dando un sentido concreto a lo que él ha estado haciendo durante 20 años. Es gravísimo. Pero está habiendo un cambio de paradigma. Ver a Belén Esteban diciendo que se ha equivocado y que se cree a Rocío contribuye a aterrizar en la sociedad una reflexión sobre cuántas veces habremos hecho lo mismo. Cada vez que ha habido un relato directo de una víctima en la televisión, como fue Ana Orantes, ha habido un punto de inflexión con la violencia machista, y creo que lo va a haber en este caso. Esa es la diferencia, cuando la voz de la víctima está en el centro.

"El testimonio de la víctima es un eje central y se tienen que hacer las preguntas pertinentes de un modo que no sea ni revictimizador ni que constituya violencia institucional"

Como decía la violencia psicológica es compleja, difícil de narrar y también de que sea condenada en un juzgado. ¿Qué tiene que cambiar para que la justicia la aprecie en su totalidad?

Para narrar la violencia psicológica y explicar este tipo de dinámicas de control, que no se circunscriben a un hecho puntual, como un golpe o una paliza, hace faltan muchas horas y un espacio muy amplio para las víctimas. Eso en los juzgados es algo que no tenemos solucionado. Son necesarios recursos, psicólogos, médicos y equipos técnicos que hagan una labor con ellas para poder identificar lo vivido y hacer un relato más acotado y traducible ante el juez. Hace falta tiempo para que puedan explicarse y también más profesionales que utilicen las herramientas de pericia psicológica que tenemos a nuestro alcance.

Todavía existe la imagen de la violencia asociada únicamente a lo físico, y creo que para identificar la psicológica hace falta que la formación a operadores jurídicos sea continua y multidisciplinar. Muchas veces se comete el error de recibir formaciones muy estrictas de cada ámbito y no nos damos cuenta de que la violencia de género necesita notas de muchas ciencias para ser entendida y de que los procesos psicológicos son mucho más complejos de lo que pensamos. Siempre rescato una frase que me dijo la enfermera Dolors Rodríguez, del Hospital Clínic de Barcelona: pensamos que es una cuestión de sensibilidad, pero los profesionales lo que tenemos es que capacitarnos. Si no somos capaces de identificar la violencia de género es lo mismo que si no pudiéramos identificar un ataque al corazón.

¿Hace falta creer más a las mujeres?

A veces desde la justicia en vez de aprovechar la instrucción que están realizando, realizan un juicio previo encubierto, en el sentido de pensar si la mujer que tienen delante es víctima o no. Y lo que debería hacer el juzgado es ver si es capaz de recoger pruebas o no. Es obvio que el testimonio de la víctima es un eje central en el cual se tiene que trabajar y se tienen que hacer las preguntas pertinentes de un modo que no sea ni revictimizador ni que constituya violencia institucional, pero no se puede hacer un juicio velado y previo sobre si la denunciante es una víctima o no. Eso es algo definitorio de una mala investigación y de una mala instrucción.

Otra de las violencias comunes en este contexto se da hacia los hijos e hijas. ¿De qué manera suelen usarles los agresores?

Es significativa la frase de 'si te mato, te mato una vez, pero si mato a los niños te mato indefinidamente“. Los agresores identifican que el punto más débil de una madre son sus hijos y que la forma de torturarlas es esta. Existe el daño físico directo contra ellos, pero también la inducción, la manipulación. Es importante entender que mientras el Síndrome de Alienación Parental (SAP) no existe, sí existe la violencia vicaria, que es la que se perpetra contra los hijos o delante de ellos, y es violencia directa contra los menores. Entre otras cosas porque lo que están es es una escuela de aprendizaje de la violencia, están absorbiendo un patrón de conducta, de modo que el factor de protección que debería ser el progenitor no solo no existe, sino que al estar enseñando y normalizando la violencia, se vuelve factor de riesgo.

Tanto el testimonio de Rocío Carrasco como el documental de Netflix sobre Nevenka Fernández son dos casos de ruptura del silencio y de revisión de cómo se ha tratado social y mediáticamente la violencia. ¿Romper el silencio tiene un precio para las mujeres? ¿Y cuál es el precio de mantenerlo?

El precio es correr un riesgo vinculado a la exposición o al juicio social. Pero tiene una contraparte, que es la libertad. Puede también que para muchas mujeres sea reparador porque vivir la violencia como un secreto que no debe ser contado puede que en algunos casos haga que la recuperación tenga unos límites. Cada vez son más las mujeres que sienten que tienen que contar lo que han vivido para poder recuperarse, y de hecho la reparación colectiva y simbólica es una de las premisas de los derechos humanos. Es la prueba también de que las cosas cambian y de que se está dando un cambio social. Las víctimas tienen cada vez más la oportunidad de narrar lo que han vivido y yo creo que eso es un gesto imprescindible y que incluso, tanto Rocío como Nevenka, es un regalo que han hecho a todas las mujeres. Romper el silencio es un acto de coraje.

Cambiando de tema, en el caso de la violación múltiple de Sabadell fue polémico el interrogatorio que hizo el fiscal a la víctima, que abrió el debate sobre si ese tipo de intervenciones son o no necesarias o cruzan una línea. ¿Qué piensa?

En una investigación de este tipo las preguntas tienen que ser incisivas porque en algunos casos los detalles hacen que la pena o la calificación jurídica sea una u otra. Es imprescindible preguntar por determinados hechos concretos, el número de personas, qué actitudes tuvieron...y es algo terrible para las víctimas porque hace rememorar un episodio muy doloroso. Pero creo que lo que nos falta quizá es saber trasladar a la víctima por qué necesitamos ese tipo de información, creo que debería ser una práctica habitual introducir por qué es útil, saber contextualizar las preguntas y la forma en la que se hacen.

"En la justicia y en general en la administración pública falta mucho que aprender en lo que se refiere a las violencias machistas y sexuales"

La sentencia consideró que el testimonio de la víctima es sólido y estable, aunque no es totalmente coincidente, o sea que da espacio a que la víctima pueda confundirse o relatar las cosas desordenadas. ¿Falla la justicia a la hora de interpretar cómo debe ser el relato de una víctima?

Ahí se está introduciendo la doctrina del Tribunal Supremo que tiene en cuenta lo que se llama la psicología del testimonio. En este sentido, que no se utilicen las mismas palabras no solo es que no esté mintiendo, es que es lo más natural, además pasado un tiempo el relato se reorganiza, y si la víctima está asistiendo a terapia incluso puede poner nombre a las conductas. Y lo que estima la jurisprudencia en la actualidad es que lo que es importante que el relato central sea idéntico y que los elementos periféricos puedan tener alguna variación, porque es lo natural, y más porque estamos recogiendo un relato que proviene de un momento de máximo estrés. Yo creo que en la justicia y en general en la administración pública falta mucho que aprender en lo que se refiere a las violencias machistas y sexuales porque tiene una gran responsabilidad en cumplir con las necesidades de las mujeres en este sentido, que todavía a día de hoy no se da.

Aún no se ha aprobado la Ley de Libertad Sexual del Gobierno, que elimina la distinción entre agresión y abuso sexual. Un cambio con el que ha sido crítico el Consejo General del Poder Judicial. ¿Cómo lo ve usted?

Es más que correcto eliminar esa barrera. Es imposible que se dé un episodio de violencia sexual sin que concurran elementos o bien de violencia o bien de intimidación. Hay otros países que han legislado en este sentido. Actualmente el Código Penal hace referencia, por ejemplo, a las víctimas que no puede prestar consentimiento y lo califica directamente de abuso, incluso en los casos en los que la víctima está inconsciente. Yo creo que eso es un error de política criminal muy importante que pasa también con los menores, que casi siempre se califican de abusos sexuales. Tiene mayor calidad y técnica jurídica eliminar esa frontera y que en el caso de que haya episodios de violencia explícita o que pueda causar lesión, habrá un concurso de delitos –si causa una agresión física, tienes un delito de lesiones– o agravantes. Porque yo entiendo que deberíamos hablar siempre de violencia sexual, a nivel criminal no es un abuso, lo que existe es un ataque a la libertad sexual que es de por sí violento.

Otra de las virtudes de la reforma es que no agrava penas y lo que hace es reordenarlas e incluso en algunos casos va a rebajar penas. Y eso de por sí no es malo, porque lo que sabemos las profesionales es que subir penas no consigue que los potenciales agresores desistan del delito, sino que lo que hace desistir del delito en realidad es la certeza de que no habrá impunidad.

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