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Johnny in black, Elvis in gold

DK

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Bernard Lansky tenía una pequeña tienda en el barrio negro de Memphis allá por los cincuenta. Vendía ropa de mujer y rezagos del ejército. No le iba mal del todo pero tampoco la cosa daba para más, con lo cual, al ver la cantidad de músicos de rhythm & blues que pululaba por allí se lió la manta a la cabeza y empezó a visitar con cierta regularidad Nueva York y Los Angeles para comprar todo tipo de indumentaria que, a su criterio, podría seducir a los músicos locales.

Lansky solo tenía olfato y hambre de prosperar, ya que la vieja tienda que regentaba la había comprado junto a sus hermanos por 125 dólares, una ganga solo posible porque el anterior propietario había sido asesinado en ella y tenía fama de lugar maldito.

Un chico blanco siempre se paraba a mirar el escaparate y su visita no pasaba desaparecida para Lansky por una razón bien visible: era blanco. Un día, el chico entró y empezó a comprar las camisas que su pobre bolsillo le permitía. Hasta que una tarde llegó con brío aduciendo que le habían aceptado en una audición para un programa de televisión nacional. Lansky entendió lo que el joven necesitaba y le suministró pantalones, camisas y chaquetas. Esa vez Lansky no le cobró porque el chico no tenía medios para hacerlo pero a partir de ese día fue su sastre, es decir, el hombre que entendió que Elvis Presley, el chico blanco de Memphis, necesitaba pantalones de seda para que su pelvis resaltara aún más cuando la contoneaba al ritmo de Jailhouse Rock y que sus chaquetas doradas exaltaran como una llama el vaivén del torso.

Así empezó la fama de Bernard Lansky, que el mes pasado murió víctima del mal de Alzheimer. Pero hasta que la enfermedad se lo impidió vistió a casi todos los músicos de la legendaria ciudad y a muchos más que se acercaban allí, desde B.B. King a Johnny Cash. Cuando Cash compuso Man in Black, aquella canción en la que asegura que viste de negro en honor a los desplazados sociales, habría que preguntarse si la letra se le ocurrió mirando una lata de tabaco Prince Albert, la cual le llevo a Lansky y a quien le pidió que le hiciera una indumentaria totalmente negra como la del personaje dibujado en el envase. Lansky lo hizo sin poner objeciones: era su negocio. Pero a Elvis lo vistió siempre a su antojo, desde el primer día al último, ya que el traje con camisa rosada que el rey lució en su funeral lo eligió el viejo sastre del barrio negro de Menphis.

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