Desde el año 2005, Juan Mal-herido hace públicas sus opiniones sobre libros, lencería y trastornos de identidad. En este espacio, se centrará en los trastornos de identidad. Creado por Alberto Olmos.
Andrés Trapiello: una introducción
Andrés Trapiello publicará este año, si dios quiere, el tomo decimo octavo de sus diarios, titulado Miseria y compañía. El escritor leonés puede que sea el mejor prosista español de nuestro tiempo. Un gran novelista no es, pero desde que Cervantes perdió el burro de Sancho Panza ya sabemos que en España, lo que se dice contar historias no se nos da particularmente bien.
Lo de Trapiello es el idioma, incluso el diccionario. Leer en el siglo XXI a Andrés Trapiello es leer hacia atrás, dislocadamente, como el traspié de la literatura.
En Siete moderno (que hacía el número 12 de su Salón de pasos perdidos, título general de la obra en marcha) aparecían las siguientes palabrejas (diez puntos para el que se sepa śolo la mitad):
@page { margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm; direction: ltr; color: #000000; widows: 2; orphans: 2 } P.western { font-family: “Times New Roman”, serif; font-size: 12pt; so-language: es-ES } P.cjk { font-family: “Times New Roman”, serif; font-size: 12pt } P.ctl { font-family: “Times New Roman”, serif; font-size: 12pt; so-language: ar-SA } apesarar logolito alquitarada nepente pinjantes monegro desborcillados binza lampiri mirotear zaquimaquí releje zarracateos trapazar a redropelo péndola ladrón bisunto palafito andrómina almacería azuda labrandera asciterio blandear lejas oribe corcusida corretaje errabundaje falena uberinto garlopa algalia chibaletes corea tabardo ecdótica aljimifradas placera esquicio ostacustas darro bujería zarracatín borina aljabibe caudima relucencia caliches tendejón caire zambra encetar cisoria tumbagas fules adarme fililíes ñáñigo alifafe corburente
En ese volumen, que acabé estos días, también aparecían pasajes como este:
@page { margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm; direction: ltr; color: #000000; widows: 2; orphans: 2 } P.western { font-family: “Times New Roman”, serif; font-size: 12pt; so-language: es-ES } P.cjk { font-family: “Times New Roman”, serif; font-size: 12pt } P.ctl { font-family: “Times New Roman”, serif; font-size: 12pt; so-language: ar-SA } “Le contó cómo su amigo, Z, ha nombrado personalmente los jurados del Premio de las Letras de Castilla y León. Les da a cada miembro del jurado doscientas mil pesetas, pero les ha pedido, sin el menor rebozo, que voten por él. Ayer este Z se presentó en casa de B, escritor peruano, para proponerle igualmente la combinación y prometerle que si aceptara, naturalmente para votarle, sabría recompensarle no sólo con doscientas mil pesetas sino con favores futuros muy convenientes” (1998)
Trapiello, amén de palabrejas, lo que tiene son enemigos, tanto de suyo como generados página a página con estos diarios. A pesar de denominar X a muchas de las personas reales a las que retrata o afea conductas o artículos, no es tan difícil desvelar la identidad de esas X, de esas Z, de los destinatarios de tantas tortas como mete. A Trapiello, si algo le irrita, es la hipocresía, mayormente la de la izquierda pija, motivo por el cual no parece claro si el autor es de derechas o es de izquierdas, lo que en España significa que se le considera de derechas, por esa pereza nuestra en la tasación política de las gentes.
Hay muchas cosas que comentar sobre estos diarios, muchas citas jugosas que traer al blog -como la de más arriba-, y a eso me encomendaré en algún post más, que está la cosa ahora mismo algo aburrida.
Sin embargo, de los diarios de Trapiello hay que señalar enseguida una curiosa forma de modernidad -en un autor al que la modernidad le pega tan poco, y al que el vocablo postmoderno le parece “una moda pasajera”- y es la de cómo sus distintas entregas, en las bibliotecas -las de Madrid, sin ir más lejos-, acaban siendo objeto de aportaciones muy simpáticas por parte de los lectores, que no pueden sofocar sus ganas de anotar en los márgenes los nombres de los personajes X y Z que conocen, lo que enriquece la obra -de aquella manera- y hace de su lectura -en biblioteca, ya digo- algo común.
Y más: en el tomo El fanal hialino -uno de los mejores- que guarda la biblioteca Central o Centro o Pedro Salinas o la de Puerta de Toledo -que no sé- han sido arrancadas las páginas finales, unas veinte o treinta, y menudas ganas tengo de saber -es mi sospecha- a quién criticaba en ellas y, sobre todo, qué ganas tengo de ir biblioteca a biblioteca por las de Madrid comprobando si en todos los tomos de El fanal hialino un hipotético damnificado ha hecho ese mismo destrozo, en previsión de que alguien lea las miserias y, a veces, innobles confidencias que sobre él pueda haber consignado Andrés Trapiello, un hombre armado hasta los dientes de diarios.
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