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¿Cuándo es “bueno” un dato de empleo? La referencia de los 30.000 afiliados mensuales

Fernando Gutiérrez del Arroyo

España comenzó a crear empleo en septiembre de 2013, al menos según la serie ajustada de afiliados a la Seguridad Social. Desde entonces hay 375.000 afiliados más. ¿Son muchos? Este avance sitúa todavía el empleo en el nivel de otoño de 2012 y 2,8 millones por debajo del máximo previo a la crisis. Por tanto, es tímido en el mejor de los casos, y decepcionante en el peor.

Pero nadie podía asegurar que la recuperación habría de ser dinámica. Por un lado, España se ha colocado en el foco de muchas tormentas, alguna vez por razones que no le son imputables y las más de las veces por méritos propios. El pinchazo de una burbuja inmobiliaria colosal se unió a una crisis financiera global y ambas se encadenaron después a la crisis del euro. Y sabemos que el legado de las crisis es inmenso, especialmente el de las financieras, tal y como han documentado para los últimos ocho siglos los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff.

Por otro lado, España mantiene un mercado de trabajo disfuncional pese a las últimas reformas laborales, proclive a ajustar en cantidades (destruir empleos) y no en precios (modular salarios), sin suficiente flexibilidad interna para las empresas en dificultades, con una dualidad excesiva entre trabajadores fijos y temporales por un prolijo catálogo de contratos difícilmente justificable, con una pobre intermediación por parte de los servicios públicos de empleo o con políticas activas poco financiadas, muy poco evaluadas y nada transparentes. No es extraño que diversas instituciones internacionales, como el FMI, la OCDE o la Comisión Europea, así como diversos analistas privados como BBVA Research, hayan vuelto a la carga reclamando medidas dirigidas a atenuar la dualidad y dinamizar la recuperación del empleo.

Por ambas razones, no debería esperarse una recuperación vigorosa del empleo. Ahora bien, ¿cuándo puede considerarse un dato “satisfactorio”? Yo utilizo una regla sencilla: 30.000 empleos al mes (30.000 nuevos afiliados a la Seguridad Social según la serie ajustada de estacionalidad).

Este baremo supone expansiones del empleo del 0,6% en tasa trimestral (variaciones de tres meses sobre los tres previos), que se asocian a su vez a crecimientos del PIB alrededor del 0,5% trimestral o del 2% anual, que es lo que se espera que crezca la economía española en 2015 según el último panel de previsiones de Funcas. En términos anuales, esta referencia (360.000 empleos) es algo mayor a los casi 300.000 previstos por el gobierno en el vigente proyecto de presupuestos, si bien esta cifra ha de ser distinta porque se calcula con metodología EPA.

¿Es factible generar esta cifra de empleos mensuales de manera sostenida? Es imposible prever el futuro, pero podría considerarse un objetivo razonable siempre que se refuerce el crecimiento en la eurozona tras los decepcionantes avances de los últimos trimestres. Al fin y al cabo, el empleo ha crecido en 27.000 mensuales durante el último año, e incluso en 36.000 durante el primer semestre, indicando que la economía española es capaz de crear empleo con una cierta intensidad y al mismo ritmo en que lo destruía entre 2010 y el ecuador de 2013. Es cierto que la tendencia se ha frenado en los últimos meses, hasta los 17.000 mensuales entre agosto y octubre, pero no parece haber motivos para la inquietud, al menos por ahora.

Si extrapolamos hacia adelante los datos del primer semestre de 2014 (escenario optimista de evolución del empleo), de los últimos doce meses (escenario central) y de los últimos tres meses (escenario pesimista), vemos que la recuperación tardará todavía mucho tiempo en llegar. La horquilla va desde tres años más en el escenario optimista a siete en el pesimista, lo que es muy descorazonador. Mientras, el panorama en Europa no es más alentador: al ritmo de los últimos cuatro trimestres no se recuperará el empleo del año 2007 hasta dentro de cinco años. Por cierto, el punto de llegada para “dar por cerrada” la crisis del empleo no puede ser (ni va a ser) la cota de los 19 millones de afiliados registrados en la fase más álgida de la burbuja, en 2006 y 2007, sino probablemente una más cercana a los 18 millones, el umbral que promedió la afiliación entre 2003 y 2007.

El mantenimiento de un ritmo de creación de empleo en torno a los 30.000 mensuales no puede fiarse a la recuperación cíclica de la economía. Requerirá la introducción de reformas estructurales adicionales. Dichas reformas -que no deben circunscribirse solo al mercado laboral- son una necesidad nacional, no una imposición externa. Su adopción permitiría acelerar la recuperación del empleo y podría conllevar otros efectos positivos (sobre la formación, la productividad, la movilidad, la calidad del empleo e incluso sobre la desigualdad y la emancipación). Para ello es necesario que el gobierno se conciencie y haga más y mejor pedagogía sobre la necesidad de adoptar nuevas medidas, y la ciudadanía debe entender que, si su diseño e implementación son adecuados, redundarán en su propio provecho.

En definitiva, la creación de empleo de los últimos trimestres no es más que el inicio de una recuperación que aún durará años y cuyo sostenimiento requiere adoptar una nueva batería de reformas. El gobierno puede mostrar una inclinación a vender como buenos sus datos, en especial si consigue rebasar los del principio de la legislatura. Para prevenirse contra su complacencia la ciudadanía debe valorar críticamente sus resultados en materia de creación de empleo. Para ello resulta útil contar con baremos de referencia. El que yo aplico para dar por bueno un dato es un aumento de 30.000 afiliados el mes según la serie ajustada. Otras cifras pueden ser igualmente válidas y todas son, a buen seguro, arbitrarias. Pero siguen siendo eficaces para juzgar rápido y sin errores manifiestos cómo de positivo o negativo es el dato del mes.

Por descontado, todo esto se refiere a la cantidad de empleo. La evaluación de la calidad o los salarios es ya harina de otro costal.

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