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Tres claves sobre el éxito de Pegida y su futuro

Pegida acusa la retirada de su líder pero logra congregar a 17.300 simpatizantes

Xavier Casals

Lutz Bachmann, el promotor y rostro visible de la organización islamófoba germana Pegida, ha dimitido de sus responsabilidades en la misma tras divulgarse una imagen que colgó en Facebook hace tres años caracterizado como Adolf Hitler, en el marco de una supuesta broma. Su gesto ha obedecido a que los impulsores de Pegida habían evitado identificarla con la ultraderecha.

¿Pero que es Pegida? Este nombres constituye el acrónimo de la organización Patriotische Europäer gegen die Islamisierung des Abendlandes (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente), que inició su andadura el 20 de octubre en Dresde: hizo público un manifiesto con 19 puntos y convocó concentraciones los lunes contra “el islamismo, el abuso del derecho de asilo y la amenaza a la cultura alemana”. Sus movilizaciones han rechazado lemas racistas (empleando consignas como “Sin violencia y unidos contra guerras religiosas en suelo alemán”) y pronto pasaron de centenares de manifestantes a miles: superaron los 7.500 a inicios de diciembre y a fines de ese mes llegaron a 17.000 y tuvo réplicas en otros lugares del país. Así, en 60 días cobró dimensión estatal.

¿Qué sucederá ahora con la entidad? “Pegida continuará”, ha manifestado su portavoz Kathrin Oertel. Consideramos muy probable que suceda así, ateniéndonos a tres factores que desde nuestra óptica han conferido protagonismo mediático y capacidad de convocatoria a esta organización, como analizamos a continuación.

1. La crisis latente del multiculturalismo

En primer lugar, Pegida ha incidido en un debate que resurge de forma periódica en Alemania: el relativo a su política migratoria y el multiculturalismo. Recordemos al respecto la extensa polvareda que en 2010 levantó Thilo Sarrazin, un relevante ex-directivo del Bundesbank, con su ensayo Alemania se disuelve. En él arguyó que “los inmigrantes musulmanes se integran claramente peor que el resto de grupos” por razones “que aparentemente se encuentran en la cultura del Islam”. Entonces el semanario Der Spiegel aún agitó más las aguas al informar que en determinadas casuísticas (como herencias y asuntos familiares) ciertos juzgados germanos aplicaban la ley coránica, y al constatar que la Oficina de Extranjería concedió una visa de reunificación familiar a la segunda mujer de un iraquí, pese a ser ilegal la poligamia en Alemania. Incluso Angela Merkel declaró que el multiculturalismo había sido “un absoluto fracaso”.

Con la eclosión de Pegida han vuelto a la palestra pública estas y otras cuestiones, como el aumento de solicitudes de asilo, que en el 2014 sumarían 200.000 (el récord de los últimos veinte años) y la existencia de medio millar de alemanes yihadistas en Irak o Siria. Es más: según una encuesta de Zeit online, uno de cada dos alemanes sentiría algún tipo de simpatía hacia Pegida y solo un 23% sería crítico hacia ella, ha advertido El País.

Pegida, pues, pone nuevamente de manifiesto esta controversia germana recurrente.

2. La transversalidad: una plataforma social y no un partido

En segundo lugar, Pegida ha tenido éxito en sus convocatorias al ser una entidad cívica y no un partido, lo que la ha dotado de relativa transversalidad social e ideológica. Así, entre los asistentes a sus concentraciones figuran ultraderechistas y seguidores radicales de fútbol, pero su espectro ideológico y social sería mucho más amplio.

Igualmente, es llamativo el perfil de su promotor, Bachmann, en la medida que no solo es un outsider político, sino un exdelincuente que fue condenado a tres años y medio de cárcel por diversos delitos. Su historial incluiría, entre otros lances, la venta de cocaína, robos y agresiones, o conducir sin permiso y ebrio. Que semejante personaje haya devenido una figura pública posiblemente indica un hartazgo de la política institucional, mientras el éxito de Pegida como entidad de la sociedad civil indicaría el auge creciente de lo que el politólogo Ulrich Beck definió como subpolítica: la política ejercida desde abajo por colectivos sociales que cada vez cuentan con más posibilidades de hacerse oír

Pegida, pues, refleja la potencialidad actual de dinámicas transversales de la subpolítica ante la política institucional y tradicional.

3. Los perdedores de la unificación

En tercer y último lugar, la emergencia de Pegida en Dresde, en la extinta RDA (y no en Berlín), apuntaría que la Alemania unificada tiene costuras abiertas importantes. Para un relevante defensor de los derechos civiles en la RDA, Rainer Eckert, no hay duda de que la entidad conforma un movimiento específico de habitantes de la ex-RDA “que no han tenido éxito en el nuevo marco de condiciones económicas”, afirmó en una entrevista a la Deutsche Welle (21/I).

Para Eckert sus concentraciones conforman “una difusa protesta, particularmente de gente fracasada”, pues su mayor grupo de asistentes lo compondrían “personas hoy marginadas, que en 1989, cuando cayó el muro, tenían otras expectativas, que no se cumplieron” y que hoy muchas de ellas “no tienen trabajo y viven de la ayuda social. Eso se manifiesta ahora en forma de ira indefinida”. Por tanto, Pegida constituiría un inesperado “foro de fracasados”. De hecho, la entidad ha adoptado el lema “Wir sind das Volk” (“Nosotros somos el pueblo”), empleado en 1989 contra el régimen comunista.

Pero algunos estudios sobre sus manifestantes proyectan una realidad social más compleja y -según El País- un análisis de la Universidad Técnica de Dresde presenta “una radiografía totalmente distinta” del seguidor “típico” de la organización: hombre, de 48 años, de clase media, sin confesión religiosa, con estudios, con empleo y con unos ingresos superiores a la media“.

En todo caso, las inquietudes que emergen con Pegida combinan afirmación identitaria, protesta anti-establishment y frustración ante la unificación. Este magma conforma el electorado propio de la derecha populista y no sorprende que la mayoría de sus seguidores manifieste inclinación por el partido eurófobo Alternativa por Alemania (Alternative für Deutschland, AfD), que precisamente sólo está presente en los parlamentos de tres länder de la extinta RDA: Sajonia, Turingia y Brandenburgo.

En síntesis, Pegida también reflejaría las frustraciones creadas en Alemania oriental 25 años después de la reunificación.

Conclusión: ¿Solo islamofobia?

Lo expuesto hace plausible pensar que si bien Pegida puede eclipsarse con la estrepitosa dimisión de Bachmann, tiene numerosas posibilidades de sobrevivir y acrecentar su protagonismo. No solo porque el terrorismo yihadista centra en buena medida el debate público, sino porque su eclosión refleja problemas multiculturales, políticos y territoriales que difícilmente desaparecerán de la escena pública en breve tiempo.

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