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El silencio de los corderos

En una granja de Segovia, los trabajadores sometían a todo tipo de maltratos a los corderos

Rosario Monter

Abogada especializada en Derecho y Bienestar Animal.Fundadora y Asesora Jurídica de la Fundación Nacional A SALVO. —

Hace unas semanas, los medios de comunicación de toda España se hacían eco de una noticia que al leerla pone los pelos de punta a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad. Los hechos tuvieron lugar en un matadero de Segovia, y fueron grabados en vídeo por la ONG Equalia.

En esas terribles imágenes se ve cómo los trabajadores someten a todo tipo de maltratos a los corderos, con una brutalidad extrema, golpeándolos, aplastándolos y lanzándolos, como si de cajas de cartón se tratara, llegando incluso a no utilizar los medios de aturdimiento antes de degollarlos.

La investigación y denuncia de los hechos ha llevado a la apertura de un expediente a la empresa, que podría enfrentarse a una sanción de hasta 100.000 euros, así como a las posibles actuaciones por la vía penal por maltrato de los animales.

La Administración competente salió al paso diciendo que se trata de un “hecho puntual y excepcional”. Pero no es la primera vez que en mataderos y explotaciones ganaderas ocurren hechos similares. Por poner algunos ejemplos que han salido a la luz, gracias a la labor de activistas y medios de comunicación, recordemos (Salvados, Jordi Evole, Febrero 2018) la situación en la que estaban los cerdos de una explotación ganadera, hacinados, enfermos, con tumores, malformaciones, comiéndose los unos a los otros (canibalismo), y padeciendo la tan frecuente mordedura de cola (caudofagia) como consecuencia del fuerte estrés al que están sometidos, lo que provoca una disminución de su sistema inmunológico, que a su vez los hace más susceptibles de padecer procesos infecciosos o parasitarios.

Debemos tener en cuenta las consecuencias de esta conducta en el bienestar de los animales. Un animal que padece la caudofagia es un animal que sufre y siente dolor.

A principios de noviembre se produjo otro hecho terrible en un matadero de Francia, donde algunos de los empleados empezaban a descuartizar a un ternero colgado cuando el animal todavía estaba vivo. La denuncia de los hechos acabó con el cierre temporal de las instalaciones, tras la difusión en vídeo de las imágenes por la asociación activista L214.

Y a lo largo del año hemos visto el terrible maltrato a los cerdos en los mataderos de México, llamados “rastros”, en los que quedó documentado cómo los cerdos eran brutalmente golpeados repetidamente en el cráneo con un garrote o con el canto de un hacha hasta que se desplomaban y conseguían inmovilizarlos para proceder a su degüello, estando totalmente conscientes. Son prácticas extendidas y habituales, que han sido recogidas en el excelente documental de Tras los Muros.

Todas estas prácticas son contrarias a las normas de protección y bienestar de los animales, siendo por tanto ilegales, y constituyen delitos de maltrato animal.

La responsabilidad del consumidor

Sin embargo, y pese a la existencia de normas específicas para salvaguardar el bienestar de los animales que, aunque sean destinados al consumo, deben nacer, vivir y morir libres de sufrimiento, la realidad va por otro lado.

El mal-vivir y mal-morir de estos animales, llamados de producción o de granja, genera en los mismos altas dosis de estrés por diversos factores: sociales (aislamiento), ambientales (cambios bruscos de temperatura, humedad), alimentación (falta de alimentación o alimentación inapropiada), manejo inapropiado y patológicos (enfermedad y dolor).

La respuesta de estrés incluye varios cambios que pueden tener efectos negativos sobre el rendimiento de los animales de granja, tales como cambios en la función inmune y el aumento consecuente de la susceptibilidad a las enfermedades, la disminución de la ingesta de alimento y de la rumia, la inhibición de la liberación de oxitocina y la reducción de la fertilidad, entre otros.

El transporte y los manejos anexos y el momento del sacrificio están entre los elementos más estresantes en la vida de estos animales. Sus efectos se detectan a través de variables fisiológicas, de comportamiento y de calidad en la carne. En función de la intensidad y duración, los efectos negativos del estrés aumentan.

Las consecuencias de un bajo bienestar animal inciden directamente en la calidad de la carne: color anormal, carnes pálidas, blandas y exudativas, o duras, secas y oscuras, peor conservación y maduración, un mayor riesgo de contaminación y, finalmente, consecuencias económicas negativas como la depreciación del producto (la carne) y la caída de ingresos para la explotación.

Sin embargo, la creciente preocupación y sensibilización por parte del consumidor hace que cada vez se demanden más en los lineales de venta productos con Certificaciones de Bienestar Animal y Etiquetados que ofrezcan la garantía e información suficientes de que lo que se compra y consume proviene de actos que no hayan implicado prácticas contrarias al bienestar animal.

Tenemos la posibilidad de elegir nuestros hábitos de consumo, así como de exigir información de cómo se han producido los alimentos, armonizar un consumo responsable y sostenible, y promover el bienestar de los animales durante toda su vida y hasta el momento de su sacrificio, momento en el que deben morir con la dignidad de un ser sintiente.

Sólo con una visión ética lograremos romper el silencio de los corderos.

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