Tiro: un camino de plomo hasta la medalla olímpica
A pesar de la vistosidad y de la emoción de las competeciones, apenas trascienden entre los aficionados las pruebas del tiro al plato, deporte olímpico que en Andalucía encuentra tierra de nutrientes y, en tiempos recientes, de nutridos tiradores. El granadino Antonio Bailón y la cordobesa Fátima Gálvez son dos ejemplares en la cumbre del tiro mundial. La más alta, Gálvez, protagonizó el pasado verano una de las estampas de los Juegos de Río de Janeiro. En plena pelea por las medallas, a la cordobesa le pesó en la culata del arma un inesperado movimiento comparado al leve aleteo de un mosquito que fue suficiente para el fallo. Decepcionada, no había quien consolara a Gálvez por caerse del bronce. Era la segunda vez. En los Juegos anteriores, en Londres, terminó quinta después de haber estado de nuevo a punto de la gloria olímpica.
Más que de rosas, el camino al triunfo deportivo es más bien de espinoso plomo, algo que la tiradora cordobesa ha aprendido de su ya dilatada trayectoria en una modalidad olímpica que precisa de una extrema concentración para alcanzar el tiro certero. Gálvez lo está haciendo en su regreso a la competición en 2017. A principios de mayo, en la Copa del Mundo de Chipre, se hizo con el oro en la categoría mixta por equipos, nuevo metal que añadir a la fértil cosecha de años anteriores: el oro del Mundial de 2015, la plata individual y el bronce de equipo de 2014, así como el dorado de los Juegos Europeos de Bakú de 2015 o la ristra de metales europeos, cinco, entre 2010 y 2016.
La trayectoria de Fátima Gálvez (Baena, Córdoba, 1987) no se comprendería sin el trabajo constante. El siguiente objetivo de la tiradora es la cita olímpica de Tokio en 2020, cambio de armas mediante. Pensando en el nuevo ciclo olímpico, Gálvez ha sustituido la escopeta, su herramienta de trabajo. La importancia de haber vuelto a subirse a un podio internacional el mes pasado reside en que, pese a la mudanza, el punto de mira sigue donde estaba. Y que, pasado el mal trago en Río de Janeiro, Gálvez sigue construyendo su laureada carrera a base de fortaleza mental y de plomada emocional.
El primer campo de tiro de Gálvez fue uno de ese olivar cordobés que más que plantado parece esculpido desde antiguo. Mientras su padre, aficionado a la caza, le enseñaba la diferencia entre el zorzal y el perdigón, ella ya fantaseaba con cuestiones tan poco pedestres como el silencio, la precisión, la quietud y, al fin, la puntería. Criada entre perdigones y plomos, no extrañó, ya desde la categoría júnior, que destacara con no menos de una ni dos victorias en competiciones internacionales. Desde ahí hasta el presente, la historia de Gálvez ha sido recorrida por una decena de medallas y los dos diplomas olímpicos que engalanan una sala de trofeos que va camino de necesitar una nave industrial. Con plomos en la boca, quieta entre la maleza, Gálvez aguarda ya pacientemente la llegada de su presa más codiciada, la revancha por la decepción en Río.
El tiro andaluz también alcanza cimas en la categoría masculina. El granadino Antonio Bailón figura como uno de los tiradores más en forma del panorama internacional. El hecho, sucedido en la pasada Copa del Mundo de Chipre, se revela incontestable: al oro en la modalidad de foso olímpico ha de agregarse el hito de la plusmarca mundial de la competición. En la final del mes pasado Bailón sumó la friolera de 46 de los 50 puntos posibles, una hazaña en la práctica del tiro. El oro de 2014 y las dos platas y el bronce en el citado circuito, este año y el pasado, eran sólo el aviso al mundo de su actual condición de plusmarquista.
La historia de Antonio Bailón (Pulianas, Granada, 1984), que también se inició en el tiro de niño de la mano de su padre, difiere de la de Fátima Gálvez. El granadino se adentró en el mundo de la competición más tarde, en la veintena. El Centro de Alto Rendimiento Juan Carlos I de Las Gabias ha sido desde entonces el testigo del ascenso a las galaxias de su destacado vecino, conocido por ser el niño de la armería familiar, donde Bailón dedica las horas que le permite el entrenamiento con la escopeta.
Bailón es un firme defensor de su deporte, al que le solicita una atención mediática de la que suelen carecer estos deportes minoritarios, adjetivo que cabría revisar en el caso de Andalucía, donde disfruta de un arraigo ancestral. Del número de aficionados y federados que constan en los registros se entiende la amplia nómina de destacados tiradores andaluces, entre los que puede mencionarse a Juan José Serrano, Juan Carlos Lorca, Antonio Domínguez o Francisco Martínez.